Jugando rudo
Para los gobernantes, y para los políticos, aun fuera del Gobierno, lo más importante es el poder. Para la inmensa mayoría de los ciudadanos lo más relevante es que los gobernantes atiendan y resuelvan los temas de interés público.
Habrá momentos en que la mejor forma de conservar el poder es resolviendo las exigencias de la sociedad, pero habrá otras, quizá más frecuentes, en que sea la política-política, es decir, la lucha por ganar o preservar el poder, lo que arrebate la mayor atención y energía de los gobernantes, sobre todo, cuando sus rivales se lo disputan encarnizadamente.
En la actual coyuntura, Morena tanto a nivel nacional, con López Obrador, como en Sinaloa, con Rubén Rocha Moya, la preocupación principal es como defender y consolidar el poder hacia 2024. No quiere decir que desatiendan la administración pública si no que, lo urgente, es la política-política.
Si nos guiamos por las encuestas, López Obrador políticamente sigue ganando la partida a sus opositores, un promedio de 61-62 por ciento de aceptación de él en las más recientes mediciones así lo dicen. Lo paradójico es que si nos guiamos por la evaluación de sus diferentes políticas de gobierno está reprobado en casi todas. En efecto, parece esquizofrénico el juicio de los mexicanos, rampantemente incomprensible, pero es así.
En la política de seguridad es donde sale más reprobado el gobierno de AMLO, los encuestados no le otorgan más de 35 por ciento de aprobación, y si leemos y escuchamos la mayoría de las opiniones en los medios escritos y audiovisuales, con variaciones en las redes, el tabasqueño no llegaría ni al 10 por ciento de aceptación, máxime en momentos tan críticos como los que actualmente padecen varios estados del País.
Y tiene razón el inquilino de Palacio Nacional cuando dice que cualquier asunto de la plaza pública, como ahora la violencia incendiaria de los cárteles de la droga, es convertido por sus críticos mediáticos y la Oposición partidaria en un tema político. Y pues sí, no podía ser de otra manera. Esto sucede aquí y en China. Lo quieren fuera del poder y por eso se politiza cualquier acción o inacción de gobierno. Los partidos de Oposición no quieren que gobierne bien, lo que desean es arrebatarle la Silla del Águila. Lo sorprendente es que aun gobernando mal las mayorías evalúan bien al tropicoso gobernante y eso desquicia a sus opositores.
En Sinaloa, Rubén Rocha Moya también es evaluado muy positivamente, sigue apareciendo en las encuestas entre uno de los tres gobernadores mejor calificados a pesar de que una mayoría de comentaristas en los medios periodísticos más conocidos en Sinaloa lo ven mal. Uno de ellos, Oswaldo Villaseñor, escribió en una reciente columna electrónica que en reuniones que ha sostenido con diferentes grupos empresariales le han dicho que no ven en lo que va del gobierno de Rubén Rocha Moya una obra emblemática o gran obra. Y es cierto lo que opinan esos empresarios y refrenda Villaseñor, pero es justamente lo que dijo el Gobernador desde el inicio de su gestión: no va a haber grandes obras sino muchas de menor dimensión pero de beneficio social diversificado. Quizá por esto, más sus continúas visitas a pequeñas comunidades y diálogos con ellas, es lo que genera una evaluación favorable de los gobernados.
Es decir, en el palomeo de la administración de gobierno no le va mal al doctor Rocha frente a las mayorías, aunque no suceda así ante varios observadores de la política estatal. Donde se le han complicado más las cosas es en la extraña, verdaderamente nada normal, relación política con Héctor Melesio Cuén, el propietario del PAS.
Ambos dicen que tienen, al menos en el momento, grandes diferencias políticas, pero que siguen siendo amigos. Para quienes valoran mucho la amistad no deja de ser sorprendente que Rubén Rocha Moya externe en público severas críticas a Cuén y su instrumento político y el ex Secretario de Salud se desate en cada reunión privada que tiene- según cuentan varios de los que las han presenciado- en descalificaciones y vituperios hacia su paisano badiraguatense. Sin embargo, es muy cierto es que sus relaciones son muy elásticas, van y vienen de lo cordial a lo agresivo.
Y son así porque Cuén quiere erigirse como un poder paralelo al de Rocha en la política estatal y más particularmente al interior de Morena. Con el control de la UAS utilizada como partido, donde, por cierto, los rectores juegan un papel político fundamental para el PAS, estén integrados oficialmente o no, Cuén tiene una enorme influencia en Sinaloa, y por eso jamás va a soltar su dominio; y en Morena, si es que mantiene los delegados electos, va a acrecentar su poder porque ¿quién va a ser tan inocente de pensar que esos delegados van a obedecer las directrices de Rubén Rocha, el dirigente real de los morenos, y no las de Cuén?
Melesio Cuén sabe que se está jugando su última carta para aproximarse a una candidatura al Senado para luego aspirar a la Gubernatura y por eso el ríspido enfrentamiento con Rocha Moya. Evidentemente está dispuesto a todo. Si le falla con Adán Augusto, de cualquier manera imaginará qué hacer para continuar en el escenario y buscar una nueva alternativa al Senado.
Rocha Moya lo sabe y busca someterlo, pero si bien lo despidió de su gobierno y le ha eliminado varias piezas y arrebatado otras, no lo ha logrado del todo. Para un político de peso completo, como suelen ser los gobernadores, es inaceptable que otro personaje le quiera arrebatar el poder en su estado, máxime en el primer año de gobierno. Es por eso que las reacciones del hombre de Batequitas son las comunes en una lógica de poder.
Y en ese juego, Cuén viaja a Mazatlán para provocar a “El Químico” y al mismo Rocha para celebrar en la Plazuela de la República, el espacio público más emblemático del poder político en el puerto, el aniversario de su partido.
Le gusta jugar rudo al dueño de la UAS, el PAS y Casa María.