Inflación verbal
Inflación es un término ligado directamente con el factor económico porque analiza el aumento en el precio de los bienes y servicios, con lo cual se registra una pérdida o disminución del valor adquisitivo de la moneda. El periodo más grave o agudo se produce cuando la inflación deriva en una “estanflación”, que es definida por la RAE como una situación de estancamiento económico producida por la fusión de estancamiento e inflación.
Pero no solamente en el rubro económico se pueden producir inflaciones. De hecho, la etimología de la palabra explica que inflar es hinchar o agrandar un objeto con gas o aire. Además, también se extiende y amplía el concepto para designar abundancia excesiva, engreimiento o vanidad.
Hoy padecemos una gran inflación verbal; es decir, todos hablamos, pero casi nadie escucha; por eso, la mayoría de nuestros diálogos degeneran en estériles monólogos que se yuxtaponen unos a otros. Al querer hablar todos, nos privamos de escuchar al otro y eliminamos el sustancial diálogo. “Hablar es una necesidad, escuchar es un arte, sentenció Goethe.
Incluso, en ocasiones, parangonamos el escuchar al simple oír, pero este último concepto refiere que oímos sin prestar atención, lo que bloquea rotundamente el diálogo. El escritor Joseph Joubert señaló: “Si queréis hablar a alguien, empezad por abrir los oídos”. Muchos siglos antes, Jesús subrayó: “porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden” (Mt 13,13).
El mejor regalo que podemos hacer a una persona es escucharla; hacerle sentir que nos interesa; recibirla, atenderla y tomarla en cuenta. Sin embargo, en este mundo de la prisa y del reinado tecnológico es muy común la falta de cortesía y de escucha. Supuestamente nos comunicamos con el lejano, pero desatendemos, olvidamos y desairamos al cercano.
¿Escucho diligentemente? ¿Padezco el síndrome de inflación verbal?