INE: la diferencia entre el caos y el orden
La democracia, como el tiempo, se mueve en ciclos. Algunos son lentos y constantes, mientras que otros aparecen como remolinos imprevistos que sacuden las instituciones. En México hemos llegado a uno de esos momentos cruciales: la organización de las elecciones de integrantes del Poder Judicial. Esta propuesta, que a simple vista parece una extensión natural del poder popular, plantea una serie de desafíos técnicos que pondrán a prueba la capacidad operativa del Instituto Nacional Electoral. No se trata sólo de una cuestión política, sino de un reto técnico y logístico que requiere precisión, previsión y, sobre todo, capacidad de adaptación.
Si habrá o no elecciones de jueces en 2025, lo definirá la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Pero si hubiera, la elección de jueces no es, ni puede ser, un ejercicio cualquiera. No es lo mismo organizar elecciones para representantes políticos que para quienes serán responsables de la impartición de justicia. En un país donde la confianza en las instituciones se tambalea con frecuencia, la forma en que se organice este proceso será clave para el futuro de la legitimidad democrática. El INE, como guardián de la precisión en la maquinaria electoral, enfrenta ahora un desafío de una magnitud que requiere, más que nunca, de su capacidad técnica.
Organizar elecciones en México es un desafío en sí mismo. Cada votación es una operación masiva que involucra millones de personas, desde funcionarios de casilla hasta observadores electorales. La magnitud y la complejidad de los procesos del INE han sido motivo de reconocimiento mundial, pero esta vez, el panorama cambia radicalmente. La elección de jueces requiere una adaptación en la definición de las circunscripciones electorales, un aspecto que puede parecer técnico, pero que tiene implicaciones fundamentales en cómo se percibe la representación.
La justicia es un terreno delicado, donde las decisiones afectan directamente los derechos de los ciudadanos. Así, la determinación de las circunscripciones no solo debe basarse en cálculos poblacionales, sino en una comprensión profunda de las regiones, de los distritos judiciales, y de cómo estos se conectan con la estructura electoral. ¿Cómo se diseñarán los distritos para que reflejen una verdadera representación de las necesidades locales sin comprometer la imparcialidad? La respuesta a esta pregunta no es simple y representa uno de los primeros desafíos que el INE deberá abordar.
Frente a la incertidumbre, una herramienta ha sido clave para el INE: la planificación de escenarios. Durante la gestión de Lorenzo Córdova al frente del Instituto, la alta dirección comprendió que la improvisación no tenía lugar en los procesos democráticos. Ante situaciones como la primera consulta popular o el proceso de revocación de mandato, donde no se contaba con un marco normativo claro, el INE recurrió a metodologías rigurosas para la anticipación, la previsión y el diseño de futuros.
En el contexto de una elección judicial, este enfoque será más necesario que nunca. A diferencia de las elecciones políticas, donde las reglas y los actores son conocidos, el panorama judicial es más incierto. No solo se trata de organizar las votaciones, sino de prever los posibles desafíos que surgirán en el camino. ¿Cómo garantizar que el proceso de elección de jueces mantenga la integridad y la imparcialidad que la justicia requiere? La respuesta, como en muchas cosas, reside en la capacidad de prever el futuro, de planificar con suficiente antelación los escenarios más complejos y actuar sobre ellos con precisión quirúrgica.
Uno de los pilares de las elecciones en México ha sido la profesionalización de los funcionarios electorales. Desde los capacitadores hasta los funcionarios de casilla, el INE ha creado un sistema de formación que garantiza que cada persona involucrada en el proceso entienda su rol y lo ejecute con eficiencia. Sin embargo, en el caso de las elecciones judiciales, la capacitación adquiere una nueva dimensión, proceso que por cierto -conforme al canon organizativo- debió ya haber comenzado.
Elegir jueces no es un acto político común. El ciudadano que vota debe comprender el impacto de su decisión en un contexto donde los derechos y la ley están en juego. Por lo tanto, la capacitación no solo debe centrarse en el acto técnico de organizar elecciones, sino en educar a la ciudadanía sobre la importancia de su voto en este proceso particular. El INE, como gestor de la democracia técnica, tendrá que desplegar una campaña educativa sin precedentes, donde no solo se formen funcionarios, sino que se informe a la población sobre lo que significa elegir a quienes imparten justicia. La calidad del proceso electoral dependerá, en gran medida, de este esfuerzo.
En la democracia, los errores no son opcionales, y menos cuando se trata de elegir jueces. La incertidumbre que rodea el proceso de elección judicial en México debe enfrentarse con una precisión técnica científica. El INE deberá adaptarse a nuevas demandas, desde la puesta a punto de sus sistemas de información hasta la determinación exacta de los costos y la elaboración de presupuestos. Cada detalle cuenta, porque en un proceso tan delicado como este, la falta de preparación puede derivar en la erosión de la confianza pública.
La organización de elecciones judiciales es un desafío para el INE, en donde contrasta la capacidad técnica de su Servicio Profesional Electoral con los pocos reflejos que hasta ahora ha demostrado su alta dirección para enfrentar los retos democraticos y organizacionales. La justicia no puede ser improvisada, y tampoco lo puede ser su elección.
Más allá del debate político sobre la idoneidad de elegir jueces mediante el voto popular, lo que también está en juego es la capacidad del INE para enfrentar este desafío técnico mayúsculo. En un país donde las instituciones se debaten entre la confianza y la duda, el rigor técnico será la clave para mantener la legitimidad del proceso. La justicia, al igual que la democracia, debe basarse en la certeza, y para ello, la organización de este nuevo tipo de elecciones debe ser impecable.
En última instancia, el éxito del INE en este reto no solo dependerá de su capacidad técnica, sino de su habilidad para enfrentar lo imprevisto. Porque en la democracia, como en la vida, el futuro nunca está garantizado, pero la preparación y la previsión pueden marcar la diferencia entre el caos y el orden.
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El autor es especialista en materia político-electoral, comunicación política e innovación
@RobertHeycherMx
Animal Político / @Pajaropolitico