In-sensibilidad moral

Pablo Ayala Enríquez
04 julio 2020

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Este viernes fueron sepultados algunos de los jóvenes que fueron baleados en el anexo “Recuperando la vida”, ubicado en la comunidad de Arandas, Irapuato. El grupo armado que a mitad de la tarde irrumpió en el lugar, ahí mismo liquidó a 24 y dejó malheridos a otros siete internos, de los cuales cuatro murieron horas después.

Según denunció la Red de Anexos de Guanajuato, no es la primera vez que grupos armados toman instalaciones para matar a quienes ahí se rehabilitan. La estrategia es similar a la utilizada por los leones que quieren ponerse al frente de una nueva manada; sin pudor ni remordimiento alguno eliminan a los vulnerables.
Estas escenas dantescas no se limitan a este tipo de centros. Grupos de migrantes, campesinos, niños y jóvenes que viven y trabajan de manera independiente en las calles y un largo etcétera, frecuentemente se convierten en el blanco de células delincuenciales que trabajan para cárteles del narco. Son carne de cañón. Vidas desechables. Pañuelitos para usar y tirar. Infelices que en ocasiones representan algo para sus familias, pero muy poco, o nada, para la comunidad, porque sus vidas se consideran estériles, situación que, más allá del desprecio, representa el fracaso de la sensibilidad moral de nuestra sociedad. Me explico.
Como dice su esposo, las últimas tres semanas Beatriz Gutiérrez Müeller ha macaneado como ligamayorista. Su porcentaje de bateo ha sido tan bueno que, como reza el clásico, estos días “anda arriba de los trescientos”. El rifirrafe con el tema de la Conapred y el trending topic que detonó su desafortunadísimo twitazo (“No soy médico, a lo mejor usted sí. Ande ayúdelos”), deja en claro el nivel de la sensibilidad moral de nuestra sociedad. Qué dudar de un grupo de sicarios que tienen por misión liquidar a los rivales recluidos en un centro de rehabilitación; imposible esperar de éstos otra cosa que no sea un desatino, pero no deberíamos esperarlo de quien, además de ostentar el rol de esposa del Presidente, se presenta ante nosotros como una escritora humanísima con el corazón y la cabeza muy bien amueblados.
Tal como si estuviera empeñada en echarle más leña al fuego, nuestra intelectual de las humanidades cerró la semana con un tweet de disculpa planteado en los siguientes términos: “Si mi expresión <<No soy médico>> ofendió a alguien, ofrezco disculpas. En cuanto a mí, sólo expresarles que soy profundamente humana y deseo el bien a todos, ahora y siempre”.
Si su rabieta con el tema del Conapred desilusionó a más de dos, su incapacidad para leer los rumbos de la brújula moral de cualquier sociedad, desencantó a muchos más. ¿A quién pensó que había ofendido con su primer mensaje? ¿Al gremio de los médicos? ¿A los laboratoristas clínicos? ¿Al personal de los centros oncológicos? ¿Es posible creer que una escritora que se describe a sí misma como “profundamente humana que desea el bien a todos, ahora y siempre”, no sea capaz de entender el tamaño y profundidad de su grosera insensibilidad hacia niñas y niños revictimizados por la estúpida y perversa politiquería en la que los han traído envueltos? ¿Es creíble que alguien con tanta sensibilidad humana no tenga la voluntad para asumir el rol que le corresponde, tomando cartas en el asunto para hacer que de una buena vez estos niños reciban los tratamientos que requieren para lidiar con el cáncer que les roba la vida?
Sus respuestas absurdas y desplantes de diva de la literatura rosa no hacen sino retratar buena parte de la mentalidad de nuestra sociedad. Los tantos y tantos casos que a diario escuchamos donde la vida y dignidad de las personas se van por el caño con la misma facilidad que los desechos en los sanitarios de un estadio repleto de gente dispuesta a divertirse y evadirse de la pesadez de la realidad social, han deslizado hasta el piso nuestra sensibilidad moral.
Esa pendiente resbaladiza, de la que ya he hablado en este espacio en otras ocasiones, nos ha conducido a tolerar cosas que antes parecían inaceptables. Nos hemos inmunizado contra el dolor ajeno. Hemos desarrollado una capacidad de abstraernos a la dimensión humana contenida en las notas que describen el modus operandi de los cárteles, la cuenta que registra los muertos por Covid, los efectos sociales de la pérdida de empleos, las vejaciones a los derechos humanos. Nos hemos vuelto expertos en pasar la mirada por encima de los datos leyéndolos como hechos donde las personas se volvieron números, sin nombre ni apellido. Recuperamos nuestra humanidad, intensidad, alegría, pasión y entusiasmo cuando la cosa se trata de deportes, espectáculos o memes que nos hacen partirnos de risa.
Por eso, la escritora humanista, le da vuelta a la página candadeando su cuenta de Twitter para que las preguntas indeseables no llamen a su puerta. La salida, al igual que sus respuestas, es muy desafortunada, porque desplaza hacia otros la responsabilidad que tuvo en sus manos en el momento. Se deshizo de ella como papa caliente. Desdeñó, como afirma la filósofa española Adela Cortina, “que todos los seres humanos necesitamos ser cuidados para sobrevivir, que estamos hechos para cuidar de los cercanos, pero también para llegar hasta los lejanos. [Pero] Para eso hace falta no solo poder, sino también querer hacerlo”.
Habrá quien diga que una golondrina no hace primavera, y que el desliz de la escritora humanista fue solo eso, un humanísimo despiste que nos puede suceder a cualquiera. Sin embargo, ella no es cualquiera. Es la esposa del Presidente y, como tal, no puede hacerse de la vista gorda cuando alguien pide su ayuda, más aún si se trata de niños revictimizados.
Cuando se trató de poner en orden a quien se mofó de su hijo, ni tarda ni perezosa, ejerció su poder e influencia para empujar decisiones exclusivas del Estado, pero en el caso de los niños con cáncer prefirió cruzar los brazos.
De “la Gaviota” me hubiera esperado un desdén de este tamaño, pero no de alguien que además de un doctorado, varios libros, muchos artículos académicos publicados y amante de la trova cubana, se presenta ante nosotros, el pueblo bueno, como una mujer “profundamente humana” que nos desea “el bien a todos, ahora y siempre”.
pabloayala2070@gmail.com