¡Hasta pronto!

Juan Alfonso Mejía
27 agosto 2023

Esta no es una reflexión como las otras, es “una pausa”. Después de diecisiete años de escribir en Noroeste, digo GRACIAS. Ironías de la vida, empecé en el 2006 en medio del proceso electoral de aquél entonces; hoy me despido en las vísperas de otra elección presidencial, en un contexto muy diferente - y peligroso para la vida pública de Mazatlán, de Sinaloa y de México-. Inicié como el ojo clínico de quien se entrena para la objetividad, hoy me separo de este espacio como un actor político.

En las distintas responsabilidades públicas asumidas en mi trayectoria profesional, defendí a capa y espada mantenerme en este espacio. Siempre me pareció vital rendir cuentas a la ciudadanía de manera escrita. Salí avante frente a dos secretarios de Estado (Función Pública y Educación Pública), un Gobernador y un Alcalde. Hoy mi postura es insostenible. Esperaré los tiempos constitucionales para presentarme a la candidatura por la Alcaldía de Mazatlán desde el Frente Amplio por México (PRI, PAN, PRD y otros).

Decidí escribir por necesidad. No sólo me ayuda a ordenar mis ideas, me obliga a platicar conmigo mismo. Me fuerza a entender un tema, a profundizar en el mismo, a argumentar y luego, a tomar postura. Pretendo ser imparcial al momento de entender, pero nunca soy “neutral”. Tengo una postura y la asumo. Todos tenemos una opinión, pero no todos tienen argumentos para sostenerla. Si además se hace públicamente, entonces se eleva el nivel de la discusión. Me siento cómodo en la confrontación de posturas, de ideas.

Me apasiona desmenuzar una problemática y compartir una perspectiva, para después generar el diálogo. No busqué tener razón, sino entender las razones de quienes no piensan como yo. El ejercicio me resulta apasionante, me obliga a escuchar. Sin el intercambio, es imposible generar comunidad. Sólo entre distintos se enriquece esta posibilidad. Si todos pensamos igual, alguien sale sobrando.

Empecé escribiendo para mí, y poco a poco perfilé mi audiencia. Multipliqué mis enfoques, lo que habla más de mí, de una madurez y franqueza personal e intelectual, y menos de mis audiencias.

Tres son los enfoques desde donde me entiendo para los demás. Escribo para los tomadores de decisiones, porque las élites tienen una responsabilidad con lo que nos es común a todos. Por eso son élites. Intento dotarles de una visión para sus decisiones, sobre todo aquellos involucrados en la vida pública de nuestra comunidad. Mi pasión es generar oportunidades para otros, para mí la educación es el mejor instrumento para lograrlo; desde estas páginas defendí el derecho a aprender de las niñas, niños y jóvenes desde múltiples perspectivas. Fui un acérrimo crítico del gobierno, nacional y estatal, hasta yo mismo convertirme en secretario de Educación en mi estado y hablarle a la comunidad educativa en primera persona para explicarles mis razones, esperando encontrar las suyas y transformar juntos la realidad del aula. La diferencia entre una sociedad con libertades y una que no las tiene, está en el dinamismo de su sociedad civil, en la fortaleza de su ciudadanía. Aspirar a generar conciencia y acción es mi convicción. Para lograrlo se necesita “causa”, no puesto ni fuero.

La escritura me permitió abrir puertas y estrechar lazos de manera franca y abierta. Supongo que pude haberlo hecho de otra forma, pero si conocen lo que pienso, el vínculo se vuele más genuino, y hasta los desencuentros tienen una raíz de respeto. El Dr. Arturo Santamaría, con quien no siempre concuerdo, me dijo al conocerme: “se nota en tu pluma que no te formaste aquí”. Viniendo de él, para mí sigue siendo un halago.

Gracias a este espacio conocí personajes sobre los que yo leía en los libros o la gente platicaba de ellos en las mesas de café. Enriquecer la conversación de “esos” cafés y las sobremesas se me volvió una obsesión. Leer no es muy popular en nuestra gente, pero no importa. Uno escribe por sentido de responsabilidad, no para ser popular. La autenticidad de una persona sólo tiene eco en las entrañas de uno mismo.

Le debo una “última disculpa” a mis lectores si en ocasiones no encontraron las respuestas buscadas. Un día me llamó Humberto Rice diciéndome, “quiero ver si te entendí”. Si Rice me decía algo así, supongo me faltaba aterrizar. Cuando dejé la secretaría del Ayuntamiento en Mazatlán, Carlos Berdegué mi dijo: “qué bien escribir en libertad, ¿cierto?”.

Si mi pluma no es clara en ocasiones se debe a un exceso de sutileza o bien, a una falta de profundidad. La primera es consecuencia de una creencia arraigada, no a todo mundo le interesa la verdad; la verdad está desprestigiada, pocos la quieren escuchar o leer y, si se las dices, te dejan de leer o te censuran. La segunda es una falta de organización personal. Agradezco a la dirección editorial nunca haber recibido ningún comentario contra mi deseo de generar una conversación, en el sentido que sea, incluso en contra de la línea editorial del periódico.

Yo escogí escribir para Noroeste. La tradición de esta casa editorial fuera del manto del poder político en turno me atrajo desde el primer momento. Diría mi padre: “Pero qué necesidad la tuya, es más fácil acomodarte como lo hacen todos”.

El peso de los fundadores alcanzó a sus lectores, y en sus apellidos está inscrita una historia que trasciende sus biografías y el sentido de su vocación democrática: Clouthier, del Rincón, Murillo, Madero y otros tantos más. Lo expreso sin nostalgia, todo lo contrario, con la convicción de una necesidad de renovar el compromiso. Hoy está en marcha una regresión autoritaria en el país, en el que el poder local juega un rol preponderante para no asfixiar el futuro de nuest@s hij@s en libertad.

Mi abuelo decía que sólo existen dos tipos de personas, los agradecidos y los que no lo son.Mi total agradecimiento a Noroeste y a todas y todos quienes me permitieron vivir este viaje de diecisiete años, llamado “Kratos” en sus inicios. El fin de una vuelta en lo personal. Joel Díaz Fonseca (+) me abrió las puertas editoriales. Lo hizo a través de un intermediario, Guillermo Osuna Hi. Enrique García me tuvo siempre la paciencia suficiente para recibir mi texto “tardío”. Adrián López, uno de los compañeros más brillantes de mi generación. Y Manuel Clouthier Carrillo, a quien me une una estima y admiración personal.

A mis lectores, a las y los leales, a los ocasionales; con quienes coincidí y quienes no; a quienes me inspiraron a seguir adelante. Simplemente, GRACIAS.

Que así sea.