¡Hasta el reencuentro!
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En la pila bautismal te pusieron Sergio Antonio, nombres que quisieron constituirse en proféticos, pues significan el que sirve, cuida y protege, así como el que va delante y precede; ministerios que cumpliste cabalmente al formar y encauzar a tu hermosa familia.
Luchaste de manera positiva, optimista y confiada contra la enfermedad que te acosó con un pronóstico fatalmente adverso. Jamás te rendiste ni bajaste la guardia, como quien se abate, prosterna y claudica.
Tu inspirador legado fue de carácter, valor y entereza. En todo momento demostraste vigor, fortaleza, entusiasmo y simpatía. No buscaste esconder u ocultar el tema de tu padecimiento, aunque tampoco lo utilizaste como estandarte para procurar empatía o conmiseración.
Con estoicismo asumiste la enfermedad que no estaba a tu alcance erradicar. No tenía sentido preocuparse inútilmente por lo que no se puede cambiar. Sin embargo, fortaleciste tu corazón para soportar la dura prueba y no tornarte una carga para los demás.
El amor por tu familia fue la pócima reconfortante que alentó tus días de dolor y desdicha. Ana María, Sergio Antonio, Ana Deshire, Denise, Daniela y tus nietos se convirtieron en poderosos imanes que te comunicaron aliento, energía y vitalidad, al igual que lo hicieron también tus 10 hermanas y 4 hermanos.
Te agradecemos la lección de pundonor, valentía y coraje con que afrontaste el destino adverso que quiso difuminar los últimos años de tu vida. Siempre buscaste una nueva alternativa, aun cuando no fuera enteramente probada y certificada, porque nunca se debe arriar la bandera de la esperanza.
Permanecerás en nuestro recuerdo cual enorme girasol que brilla en la profunda noche estrellada, como aquel encendido pintor que tanto admiraste en el Van Gogh Village Nuenen. ¡Hasta el reencuentro, querido tío Keko!
¿Me doblo ante la adversidad? ¿Lucho con valor?