Gratitud a Meché Murillo y Óscar Loza. Son sus luchas un salvoconducto cívico

Alejandro Sicairos
21 diciembre 2022

alexsicairos@hotmail.com

Sin duda, la admiración de los sinaloenses sigue intacta hacia los luchadores sociales Mercedes Murillo de Esquer y Óscar Loza Ochoa, quienes ayer recibieron el Premio Municipal de Derechos Humanos Culiacán 2022, que no es otra cosa más que el reconocimiento de una sociedad que los ha visto enfrentar todo tipo de peligros con tal de defender las garantías constitucionales y la vida y los anhelos de los ciudadanos. Ellos que nunca buscaron homenajes, reciben el agradecimiento del pueblo por méritos que nadie les puede quitar.

Nunca los arredró el miedo a sufrir consecuencias en la integridad personal o familiar ni transitar en el filo de la navaja de las intolerancias. Murillo de Esquer fundó el Frente Cívico Sinaloense en el año 1993 y desde entonces hizo un apostolado escuchando las quejas de los segmentos débiles y canalizándolas hacia posibles respuestas de las autoridades. Loza Ochoa y sus 50 años con la vocación del ombudsman tatuada en el alma mantiene en alto la estafeta que en 1990 le costó la vida a Norma Corona Sapiens.

Quien les escatime el arrojo a estos dos activistas se está restringiendo a sí mismo el acceso a un marco de justicia y libertades que durante décadas han sido defendidas por liderazgos que las masas siguen, por confiables. En Murillo y Loza el verbo silenciar no existe; en sentido opuesto, gritar, exigir, luchar y denunciar resaltan en sus diccionarios de la tenacidad. Lo esencial es el otro, no el yo; el que llora a las víctimas, sufre los abusos del poder, el que paga sentencias en las cárceles sin deberla ni temerla. El vulnerable, pues, a cuya condición le endilgan todos los males.

El Premio Municipal de Derechos Humanos Culiacán 2022 es otra buena iniciativa del Cabildo arropada por el Alcalde Juan de Dios Gámez Mendívil, en la prisa por recuperarle al Municipio central el tiempo derrochado en berrinches y sandeces que llenaban la agenda pública y desplazaban lo sustancial. Darle a la Perla del Humaya ese semblante humanitario que tanta falta le hace, vino después de imbuirle la devoción por la lectura.

La Meché que se plantó en la sesión solemne del Cabildo, la misma que tomó el Palacio Municipal cuantas veces fue indispensable para proteger a los más frágiles, solo pidió que más mujeres y hombres se dediquen a ayudar al pueblo que los necesita, aún en la soledad que caracteriza la lucha social. La señora de estatura cívica incalculable por los días y las noches que dedicó a tenderles la mano a aquellos que no podían enfrentar solos al monstruo de las injusticias; la que vimos en todos lados donde hubo agraviados sin ceder un ápice en la demanda de respeto a los derechos de éstos.

Por su parte, el Óscar Loza que ha desafiado las consecuencias de persecución, exilio, encarcelamiento y desaparición forzada propia de regímenes autoritarios, evocó su llegada el 1 de septiembre de 1963 a un Culiacán que “sus problemas e inquietudes no durmieron en las cuatro paredes de su Palacio Municipal o de la sede del Gobierno del Estado. Aunque no se vivían las libertades de ahora, las aspiraciones democráticas de Enrique Peña Bátiz y de Marco César García Salcido abrieron grandes posibilidades para una vida pública moderna en 1965. La autonomía a nuestra Universidad tampoco fue un bonito y despreocupado regalo, y qué decir de aquel enorme movimiento que en 1969 reclamaba un impuesto predial que pudieran pagar los pobres”.

Son baluartes vivientes de notables batallas a favor de la legalidad y civilidad como cimientos de la todavía inexistente paz verdadera y duradera. La secuencia histórica de atrevimientos en los momentos cuando los soldados encañonaban a los pacíficos, la seguridad pública postulaba la tortura como el mejor método de investigación policiaca, la oposición al régimen en turno significaba la desaparición forzada, los políticos se creían dueños de la vida y patrimonio de sus representados y el crimen organizado se alzó como gobierno de facto muy por encima de las autoridades e instituciones legítimamente instaladas.

Al reconocerlos a ellos, el Ayuntamiento de Culiacán rediseña la memoria colectiva con el propósito de recuperar las enterezas y lecciones que deben continuar porque los motivos para ondear las banderas de los derechos humanos no acaban, son tan vigentes ahora como lo fueron ayer y lo serán mañana. Las hazañas de estos y tantos activistas que a diario se levantan pensando cómo levantar a los derrumbados deben permanecer en el aire para al respirarlas otear también las ofensivas por venir.

Sinaloa necesita de muchas Mercedes Murillo e incontables Óscar Loza para atemperar el abandono de los ofendidos. Ir al lado de las madres que buscan a sus desaparecidos, los deudos de los muertos por la violencia que el Estado convierte en estadística, mujeres a las cuales la barbarie les mutila sus anhelos, las familias que a punta de cañón dejan sus viviendas en la sierra, las personas con capacidades diferentes ávidas de reinsertarse en la sociedad que pertenecen, y la niñez aprisionada en los laberintos de la violencia intrafamiliar.

Cuando Sinaloa solloza,

Por la saña de la violencia,

Allí están Meché y Loza,

Como rocas en la conciencia.

Con ese PRI de madruguetes, traiciones y desprestigios asestados por su dirigente nacional, Alejandro Moreno Cárdenas, le será como día de campo a Andrés Manuel López Obrador y su partido Movimiento Regeneración Nacional el plan para mantener las posiciones políticas que se disputarán el 2 de junio de 2024. Apropiarse del Consejo Político Nacional para darse el capricho de continuar en el liderazgo priista es uno más de los agandalles descarados de “Alito”, perpetrados en las narices de la militancia que le exige que ya deje de deshonrar a un partido de por sí denigrado.