Gran precursor
Mucho antes de Polo Polo y aun antes de mi entrañable amigo Armando Jiménez y su ‘Picardía Mexicana (1960), Chava Flores es un precursor del humorismo popular y la sátira profundamente mexicana.
“Fue criado en el seno de una familia humilde. Cuando cuenta trece años de edad muere su padre y comienza su trabajo en una fábrica de corbatas, después fue cobrador y contador. Abrió una salchichonería que fracasó; compró un camión y fue repartidor de carne, pero tampoco tuvo éxito. Después trabajó en una imprenta. En diciembre de 1951 aparece su primer corrido: Dos horas de balazos. Después compone La tertulia que se grabó junto con Dos horas de balazos el 11 de enero de 1952 en RCA Víctor.
A éstas le siguieron: La boda de vecindad, La Bartola, La interesada, Un chorro de voz, El gato viudo, Ingrata pérjida y Llegaron los gorrones.
En el cine realizó seis películas: Mi influyente mujer (1955), La esquina de mi barrio (1957), Rebeldes sin causa, Bajo el cielo de México, El correo del norte y La máscara de la muerte.
Escribió “Relatos de mi barrio”, que apareció a finales de 1988.
Chava Flores enfermó y de Morelia fue trasladado a Ciudad de México, donde falleció de un infarto agudo de miocardio”.
Salvador Flores Rivera (Ciudad de México, 14 de enero de 1920 - Ciudad de México, 5 de agosto de 1987), conocido como Chava Flores, fue un prolífico compositor e intérprete de canciones mexicanas populares.
Nació en el antiguo barrio de La Merced, en el Centro de la Ciudad de México, en la calle de La Soledad. Se presume que creció en Tacuba, en la colonia Roma y en Santa María la Ribera, aunque también se le ubica en Azcapotzalco y en la Unidad Cuitláhuac, lugar en donde vivió hasta 1983, año en que se mudó a Morelia, Michoacán. Su padre murió en 1933, por lo que tuvo que comenzar a trabajar para contribuir con el sostén de su familia.
Chava Flores tuvo infinidad de empleos desde su infancia; fue costurero, encargado de almacén, cobrador, vendedor de puerta en puerta, administrador de una ferretería, propietario de una camisería y de una salchichonería e impresor, entre otras cosas. Ocupaciones, todas ellas, que implican movilización por toda la ciudad, lo que fue de gran utilidad para su etapa como compositor pues, debido a sus empleos, recorrió barrios, calles y colonias, y fue testigo de diversas situaciones que posteriormente plasmaría en su obra, gracias a la cual se le otorgó el título de Cronista Cantor de la Ciudad de México.
Fue esencialmente un trabajador incansable: cuando las cosas no funcionaban bien en su empleo, inmediatamente buscaba una alternativa que le permitiera continuar trabajando; ese fue el caso en 1946, cuando desafortunadamente tuvo que cerrar su camisería. Tuvo, así, una racha de empleos breves y mal remunerados. Fue así como, sin saberlo, se fue enfilando a lo que sería su carrera como compositor. Con sus compañeros de trabajo en la ferretería, inició su labor en una imprenta; en un principio, las cosas funcionaban de manera regular pero, a raíz de una idea suya, la imprenta empezó a mejorar: se trataba, nada menos, que de El Álbum de Oro de la Canción:
“Mi amor por las canciones de México y sus compositores fluyó a mi mente. Me sabía miles de ellas, aunque no conociera personalmente a ningún autor, y de mi mente desesperada por el infortunio surgió el Álbum de Oro de la Canción. Una revista quincenal que desahogara mis ansias guardadas por ese hermoso arte que tanto amé y que nunca fue mío.” (Flores Rivera Salvador, 1994:26).