Gracias…
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osunahi@hotmail.com
Abro líneas expresando a todos ustedes, mis deseos por que tengamos un nuevo año cargado de salud y de sólidas esperanzas, de que pronto saldremos de la incertidumbre que nos causa la pandemia, que de noche y de día ronda sobre nosotros, cual malévola entidad etérea, esperando cualquier descuido nuestro para inocularnos. Pero bueno, dice el refrán que no hay mal que por bien no venga y esperemos que, en el 2021, también se imponga otra antigua afirmación respecto al porvenir.
Según la creencia popular los años nones son de bendiciones y años pares son de pesares. Por lo pronto, en cuanto a los pares, tal afirmación cobró vigencia en el año que corre; esperemos que lo referido a los nones se haga realidad en 2021.
Pese a lo anterior, en vísperas de la llegada del presente año, tan doloroso, y a la vez, tan aleccionador, expresaba mi optimismo en el futuro inmediato y hasta veía como buen augurio, la combinación de los dígitos del 2020, olvidando la conseja popular referida.
Luego apareció una noticia, no precisamente en las primeras planas, que nos hablaba de una serie de contagios, con apariencia de neumonía, que se estaba presentando en la comunidad china de nombre Wuhan.
Nunca nos imaginamos que aquella epidemia saldría de los límites de la ciudad capital de la provincia de Hubei, para extenderse por todo el mundo para provocar millones de contagios y un número no menos importante de fallecidos; una desgracia, que por lo menos en nuestro país, está siendo utilizada como lucro político para denostar al actual gobierno, que si bien es cierto ha cometido errores en el manejo de la pandemia, tampoco se ha quedado cruzado de brazos.
Agregado a lo anterior, la pandemia montada en el lomo del coronavirus vendría a cambiar radicalmente nuestras relaciones sociales, haciendo más pesada la carga emocional que nos ha provocado, de tal suerte, que ni tan siquiera podemos recargar nuestro sufrimiento en el hombro de algún ser querido, pues se estaría faltando el respeto a las medidas preventivas del contagio, y lo peor, es que no hay certeza acerca de la duración del mal que nos asola, sobre todo, cuando las noticias nos hablan de mutaciones del virus, las cuales, pueden obligar al cambio de medicaciones hasta ahora usadas para salvar al mayor número de afectados por el temido C19 y anular la potencialidad de las vacunas hasta ahora creadas.
Por otro lado, el estrés de la pandemia se ve incrementado por los claroscuros que ha tenido la gestión del Presidente Andrés Manuel López Obrador, cuyas acciones, en muchos de los casos se han pintado de gris y que dan al traste con lo que se supone, son las guías bases de su administración, como es el combate a la corrupción.
Dicen, que de las obras, siempre hay sobras para beneficio de los que administran los recursos públicos y una manera de hacerlo, es a través de las asignaciones directas de contratos de compra de bienes o de servicios. Es decir, trabando relaciones con proveedores sin generar competencia, con todas las posibilidades de corrupción que esto significa.
Las adjudicaciones directas, es una práctica que no ha perdido vigencia en la actual administración, ya que según las observaciones de la agrupación civil “Mexicanos contra la Corrupción”, el promedio de asignaciones de contratos realizadas por el gobierno federal, durante los años 2019 y 2020, anda por el 78 por ciento, y en ello, no hay diferencia significativa de lo hecho por la administración de Enrique Peña Nieto o de Felipe Calderón. “No somos iguales”, a cada rato repite el Presidente, en relación con sus antecesores más cercanos, a lo cual, puede agregársele “...pero seguimos haciendo lo mismo”.
Las adjudicaciones directas, como todo acto discrecional dentro del ejercicio gubernamental, representan toda una invitación para caer en la corrupción y si el niño es risueño para qué hacerle cosquillas.
Gracias por la atención y de nueva cuenta, vayan mis ruegos de que vengan tiempos mejores en los que la convivencia cercana con el prójimo, deje de ser peligrosa. ¡Buenos días!