Gerardo Vargas, ‘Chuytoño’, la reunión. La circunstancia de ambos es lo que vale

Alejandro Sicairos
18 diciembre 2019

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alexsicairos@hotmail.com

 

El lunes 9 de diciembre se reunieron en un restaurante de Culiacán el dirigente estatal de Redes Sociales Progresistas, Gerardo Vargas Landeros, posible candidato a Gobernador de Sinaloa impulsado por la siniestra maestra Elba Esther Gordillo, y Jesús Antonio Aguilar Íñiguez, ex director de la Policía Ministerial del Estado durante los sexenios de Juan Millán Lizárraga y Mario López Valdez. Aquí podría concluir la reseña del encuentro porque el resto se cuenta por sí misma debido a la naturaleza de ambos personajes.

El contexto, sin embargo, es lo que vale. Más allá de la vieja relación entre Vargas Landeros y “Chuytoño”, pues el ex policía y el ex Secretario de Gobierno atesoran los grandes secretos del malovismo, a los asistentes al restaurante de un hotel ubicado en el Desarrollo Urbano Tres Ríos les intrigó que la conversación fuera en público, larga y en camaradería, y la conectaron con el proyecto político de uno y la probable reinserción del otro en cuestiones de seguridad pública.

Un día antes de la reunión entre Vargas y “Chuytoño” la organización Redes Sociales Progresistas había completado en Aguascalientes las veinte asambleas estatales que son el principal requisito para registrar a RSP como partido político, según lo establece la ley general en la materia. Más claro: el abanderado del trébol de cuatro hojas se acercó a la concreción de la oferta que la Gordillo le hizo con tal de que se pusiera al frente del movimiento preelectoral.

Y el mismo día fue detenido Gerardo García Luna en Texas, Estados Unidos, descubriéndose una de las grandes hebras de la madeja de la narcopolítica que se operó en el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa. Al también ex director del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional se le involucró con el crimen organizado durante el juicio contra Joaquín Guzmán Loera, ligándolo a sobornos del Cártel de Sinaloa y que vincula a Aguilar Íñiguez en igual circunstancia.

A no ser que Vargas Landeros haya querido enviar señales de miedo a sus adversarios, con la intimidante leyenda de “Chuytoño”, la plática a la vista de todos no encuentra mayor justificación. El abrazo de amigos, a propósito de esta época en la que todos se desean buenaventura, es insuficiente pretexto por la aspiración del mochiteco a vengarse de la mala jugada que le hizo su destino político en 2016, aunado a la nostalgia del escuinapense por el poder que adquirió al tener el control del mando único policiaco en dos sexenios.

De ser cierta la primera conjetura, la del amedrentamiento, Vargas Landeros debió calcular también el efecto negativo de la visible reunión con “Chuytoño”. La hizo en el momento más inoportuno pues a las horas de esa convivencia el caso García Luna había reposicionado en la opinión pública la información que Vicente Zambada Niebla, “El Vicentillo” aportó en el juicio contra “El Chapo”, en la cual señaló que Aguilar Íñiguez era parte de la nómina del Cártel de Sinaloa y que recibía órdenes directas de Guzmán Loera para realizarle “mandados”.

De “Chuytoño” y su supuesto vínculo con la delincuencia se han escrito centenas de versiones, pero ninguna medida legal en su contra ha sido jurídicamente sostenida. La más fuerte acción contra él la emprendió en 2005 la entonces llamada Procuraduría General de la República al considerarlo entre los fugitivos de la justicia más buscados, aunque en 2009 la misma Fiscalía nacional retiró los cargos en su contra.

En el gobierno de Malova fue rescatado de esa lista negra y con la explicación de que no se puede combatir a la delincuencia con “blancas palomas” recobró el poderío que perdió al final del sexenio de Juan Millán al ser relacionado con la presunta protección a capos de la organización criminal de los Carrillo Fuentes. Acabó el mandato de López Valdez y “Chuytoño”se alejó de la función pública con una pensión de 60 mil pesos mensuales.

Al verlo la semana pasada junto a Gerardo Vargas, los clientes del restaurante tomaron decisiones en dos sentidos: unos huyeron al sentir el sobrecalentamiento del lugar por la convivencia entre los dos personajes; otros se quedaron en un intento por leer en los gestos y labios de los comensales alguna indicación de lo que ahí se confabuló. Ni necesario resultó escucharlos o semblantearlos porque la imaginación hizo el resto.

Cabe señalar que “Chyutoño” arribó al lugar sin seguridad personal, como cualquier hijo de vecino, y que igual se retiró sin notarse en torno a él algún aparato de protección. A lo mejor con solo decir que se reunieron la película ya se adivinaba por los personajes del elenco. Lo que sí es inevitable es que, como se estila en las interminables series de acción de Netflix, los capítulos que vienen serán más intensos.

 

Reverso
Esa mañana de otoño,
Hojas secas reverdecieron,
Cuando Gerardo y Chuytoño,
El viejo árbol sacudieron.

 

La impunidad asesina
A Mariana, la joven estudiante de la preparatoria Emiliano Zapata de la Universidad Autónoma de Sinaloa, la mató la impunidad. Esa homicida serial que actúa sin límites, que pone el gatillo y el dedo que lo jala. Que una vez que asesina planea con qué envoltura presentar los crímenes y el ardid perfecto para que la ley nunca funcione. La impunidad es la culpable; Mariana solo es una víctima más. Y el gobierno con sus estructuras de procuración e impartición de justicia, enmudece como se quedan sin voz los deudos. Pierde el habla la autoridad y se le percibe tan frágil como a los caídos en la jungla del desgobierno. No volvamos a preguntar quién privó de la vida a Mariana. Fue la impunidad.