Geografías de la barbarie

Rubén Martín
02 octubre 2022

Hace ocho años, cuando comenzó a difundirse que en Iguala, Guerrero, había ocurrido una desaparición masiva de 43 estudiantes normalistas, pocos sabíamos pronunciar correctamente el nombre de Ayotzinapa. Era tanto una palabra como una geografía desconocida para la mayoría de los mexicanos. Hoy en todo el mundo se asocia la geografía y la palabra de Ayotzinapa con el horror de las desapariciones forzadas en México. Ayotzinapa forma parte ya de las geografías de la barbarie que ahora azota a la sociedad mexicana.

Lamentablemente, son muchas geografías las que pueblan la barbarie mexicana. Una de ellas es La Bartolina, un paraje a 25 kilómetros de la ciudad de Matamoros, Tamaulipas y apenas 15 kilómetros de la frontera con Estados Unidos.

En ese paraje, una partida de soldados de la Secretaría de la Defensa Nacional encontró restos humanos en 2016. Posteriormente, colectivos de familiares que buscan a sus desaparecidos comenzaron su propia búsqueda y al encontrar hallazgos de restos humanos se abrió una carpeta de investigación en la Fiscalía de Justicia de Tamaulipas.

En junio de 2021 la titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, Karla Quintana, dijo que en La Bartolina se han recolectado media tonelada de restos humanos (sí, 500 kilos), la mayoría de ellos calcinados, en los trabajos de recolección entre 2017 y hasta junio de 2021. Dada la cantidad de hallazgos en La Bartolina, no se le identifica como una fosa clandestina sino como campo de exterminio.

De acuerdo con lo que han informado las autoridades y a lo que han investigado colegas periodistas, en La Bartolina, un área de unos 3 kilómetros de extensión, “durante años se asesinó y enterró clandestinamente a un número indeterminado de personas”; era un campo de exterminio operado por el Cártel del Golfo, en “un territorio muy controlado por el grupo delincuencial desde hace décadas”, según Carlos Manuel Juárez, director editorial de Elefante Blanco, un portal de periodistas tamaulipecos (https://bit.ly/3UBICSQ).

El campo de exterminio de La Bartolina volvió a ser noticia hace unos días cuando Delia Quiroa, del Colectivo 10 de Marzo, dio a conocer que decidieron suspender sus trabajos de búsqueda e identificación de restos debido a amenazas del crimen organizado. En un video difundo en su cuenta de Twitter, Delia Quiroa denunció que el domingo 18 de septiembre a las 16:00 horas, en Matamoros, sujetos armados llegaron al hotel donde se hospedaba personal de la Fiscalía General de la República, que las habían acompañado a La Bartolina, e intentaron “levantar” a un agente ministerial, a quien golpearon y subieron a una de las camionetas en las que llegaron los sicarios. Al final, otro grupo armado que llegó en otro vehículo dio la orden de dejar en libertad al funcionario de la FGR, y advirtieron que no continuarían con las búsquedas en La Bartolina. “Dejaron en claro algo: ‘Ya no queremos buscadoras ni autoridades en el huizachal, ya les dimos mucho tiempo’ y es por lo anterior que se ha acordado suspender las multicitadas diligencias de procesamiento de restos en el predio de La Bartolina hasta nuevo aviso”, dijo Delia Quiroa.

El año pasado Delia Quiroa y el colectivo de madres buscadoras en el que participa, también fue noticia cuando públicamente solicitó al Cártel del Golfo que les permitieran hacer labores de búsqueda en La Bartolina, sin que atentaran contra su vida.

Con independencia de las búsquedas, es mucho el trabajo pendiente de identificación genética y forense que tiene por delante la FGR: media tonelada de restos humanos. Ante la magnitud de este campo de exterminio, la propia titular de la CNB declaró a los medios que era imposible que un lugar con tal magnitud de procesamiento de muertes, no fuera identificado o conocido por las autoridades locales, por lo que presumió que hubo negligencia o complicidad.

A pesar de la magnitud de crímenes y muertes que se procesaban en La Bartolina, lamentablemente hay otros campos de exterminio que destacan por las muertes producidas en esos lugares. Solo en Tamaulipas, el colectivo de búsqueda Milynali Red ha nombrado 57 sitios de exterminio.

Un integrante de Milynali Red contó a colegas de Elefante Blanco por qué decidieron llamarlos sitios o campos de exterminio: “Los primeros que encontramos fueron en septiembre de 2012, cuando una persona que fue detenida señaló un lugar en el que encontramos fosas clandestinas”. En ese momento se registró que seis personas fueron exhumadas en ese lugar, “pero cuando fui al municipio donde ocurrió esto, el Ministerio Público que estaba de guardia en ese fin de semana me dijo que habían sido como 12 ó 13 cuerpos”... “De ahí fue que empezamos a darnos cuenta que a esos lugares no se le podía llamar solo fosa clandestina... Ahí empezamos a documentar los lugares que nosotros, ahora puedo decírtelo, desde hace algunos años hemos llamado: sitios de exterminio”.

En este mismo reportaje de Elefante Blanco se entrevistó a Jacobo Dayán, especialista en Justicia Transicional y académico de la Universidad Iberoamericana, quien explicó que el concepto de “campos de exterminio” está vinculado a los campos de la Alemania nazi. La ONU afirma que un sitio de exterminio es el lugar donde se aniquila masivamente a personas.

Por su parte, Mayek Querales, integrante del Grupo de Investigación en Antropología Social y Forense (GIASF), señaló que el concepto de sitio de exterminio ha sido planteado por las buscadores de la región noreste del País. “El primer impacto que esto tuvo para las familias buscadoras es pensar que ya ni siquiera era la posibilidad de recuperar un cuerpo, ya ni siquiera se habla de fragmentos, sino kilos de restos” (se puede consultar este reportaje aquí: https://bit.ly/3SudTFd).

Pero los campos de exterminio no se limitan, lamentablemente a Tamaulipas. Karla Quintana dijo que la Comisión Nacional de Búsqueda tiene registro de más centros de exterminio en lugares como Abasolo, El Mante, El Papalote, en Tamaulipas; así como en Moctezuma, San Luis Potosí; en Patrocinio, Coahuila; en Estación Claudio, en la Comarca Lagunera; y en La Mano y Las Abejas, en Nuevo León.

Estos nombres, estas geografías son la confirmación de que vivimos en una barbarie que el Estado no quiere reconocer o combatir porque es parte de las cadenas de macro criminalidad que la producen; lamentablemente desde la sociedad tampoco hemos sido capaces de detenerla.