¿Fin del pacto federal? ¿Quiénes lo promueven?
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El Virreinato de la Nueva Granada cayó en manos de los libertadores. Simón Bolívar entró en Santa Fe de Bogotá el 10 de agosto de 1819. Del Virreinato de Sámano formaban parte Colombia, Panamá, Ecuador, la Guyana y Venezuela. Pero Bolívar no ganó solo, el General Santander, el otro gran héroe de la independencia colombiana, sumó varios triunfos a la causa independentista. Nadie lo olvida en la batalla de Bocayá.
Dos libertadores tuvieron ideas distintas sobre la forma de organización del nuevo gobierno independiente después de la caída de los representantes de la corona española en Sudamérica. Bolívar y Santander tenían ideas distintas sobre la conformación del gobierno y la administración pública de los territorios liberados.
Bolívar creía en la construcción de la “Patria Grande”, en un poder supranacional llamada la Gran Colombia, centralista y presidencial, una visión de país-continente. Santander creía en una nación federalista, donde cada uno de los Estados tuviera gobiernos locales con límites territoriales y políticos, es decir, que hubiera una administración independiente en Colombia, Ecuador, Venezuela y resto de países liberados.
El federalismo mexicano corre por otros derroteros. La complejidad nacional, el extenso territorio y la propia historia de nuestras entidades estatales pueden orientarnos para entender el “Gran Pacto” que suscriben los estados para unirse en una República Federal. Conservando siempre una autonomía relativa en sus gobiernos interiores que le dan “libertad y soberanía” a cada entidad integrante de la federación. Es en la Constitución de 1824 cuando aparece por primera vez el término. Pero es hasta la Constitución de 1857 cuando se inscribe como uno de los postulados centrales el “Pacto Nacional” en la Ley de Leyes.
En México, el Senado de la República es el garante de este acuerdo, tan traído y llevado en las últimas semanas, en columnas y opiniones de juristas, legisladores, periodistas y opinólogos de toda clase. Algunos hablan de la naturaleza del pacto, otros del nuevo federalismo y algunos más atrevidos, con más vísceras que ideas, han expuesto incluso sobre la extinción o el fin del federalismo mexicano.
Cierto es que en medio de la crisis por la que estamos pasando, hoy como nunca se han exhibido públicas diferencias entre algunos gobernadores y el Gobierno federal. Algunos incluso han llamado al replanteamiento de los modelos de coordinación fiscal o de la tributación de los estados para la Federación. Eso es una cosa, y otra muy distinta es la exageración simplona que sugiere la emancipación de estados o la salida de algunas entidades de la Federación.
Este tipo de voces que se abren camino entre el fuego de la tragedia por la que atravesamos, comienzan peligrosamente a cobrar eco entre los muchos mexicanos que poco conocen de historia y suponen que el camino de la división será siempre mejor que el camino de la unidad nacional.
No son pocos los que inundan de opiniones negativas, discriminantes y excluyentes ideas separatistas y reaccionarias. Comienzan las voces a ganar terreno en la virulenta idea de la independencia de Nuevo León, Jalisco, Querétaro, Tamaulipas o Guanajuato. En figuraciones absurdas como la separación de Catalunya de España. Es mucho el daño que provoca la división política en posturas irreconciliables como para permitir que este tipo de visiones ganen espacio en las amorfas ideas del colectivo. Urge detener a los enemigos de la gran Nación, del México que es, existe y existirá más allá del negro sexenio que estamos viviendo. Luego le seguimos...