Filosofía del camino
24 febrero 2019
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La palabra camino es atractiva y sugerente. Indica una filosofía de vida, una búsqueda, una inquietud existencial.
Los primeros cristianos eran conocidos como creyentes, discípulos o los del Camino. Antes de la conversión de Pablo, se dice: “Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que, si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar presos a Jerusalén” (Hch 9, 1-2). Posteriormente, se les llamó cristianos: “En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de ‘cristianos’” (Hch. 11, 26).
Jesús se había definido como el camino: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). El camino es un concepto evocador porque implica movimiento, creación y originalidad, como apuntó Serrat: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
El caminar facilita el pensar, como enseñó el método de Aristóteles: peripatético (deambular alrededor). Frédéric Gros, filósofo francés, escribió un libro titulado: Andar, una filosofía, en donde rechazó el frenesí de la tecnología actual y recomendó el caminar pausado, que ayuda a contemplar y reflexionar.
“Para ir más despacio no se ha encontrado nada mejor que andar. (...) ¿Quieren ir más rápido? Entonces no caminen, hagan otra cosa: rueden, deslícense, vuelen. No caminen. Caminando solo una hazaña importa: la intensidad del cielo, la belleza de los paisajes. Andar no es un deporte”, enfatizó.
Henry David Thoreau recomendó que cada quien descubra su propio camino: “Deseo que haya tantas personas diferentes en el mundo como sea posible; quisiera que cada uno fuera muy cuidadoso en descubrir y seguir su propio camino, no el de su padre o el de su madre o el de su vecino”.
¿Descubro mi camino?
@rodolfodiazf