Fiesta criminal mediante videovigilancia. Gala de año nuevo de los narcogatilleros

Alejandro Sicairos
06 enero 2021

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alexsicairos@hotmail.com

 

Debe entenderse como una acción orquestada por la delincuencia organizada el ataque simultáneo a las cámaras de videovigilancia en diferentes ciudades de Sinaloa, principalmente Culiacán y Mazatlán. Pero hay otro mensaje que ha de leerse en función de la advertencia a tiempo de parte de células delictivas que no están abatidas sino agazapadas para actuar con la saña que les caracteriza en el momento que lo decidan.

Los sicarios no aceptan ser menguados en las mediciones de incidencia delictiva a la baja en Sinaloa y de vez en cuando salen a recordarnos que son el gobierno de facto. Tampoco toleran que las estadísticas de nota roja esbocen cualquier posibilidad de construcción de paz porque para ellos constituye la derrota a la ostentosa mentalidad de que a sangre y plomo han de mantener marcados los territorios que consideran suyos y de nadie más.

La seguridad pública presenta dos referentes para evaluarla y anticiparse a sus renuevos cruentos. Uno es la estadística oficial que registra una caída importante en sucesos de alto impacto siendo los homicidios dolosos el sensor más significativo, y otro se localiza en los entresijos de la actividad criminal donde la paz o el acuerdo entre organizaciones delictivas determina qué tanta tranquilidad se nos permite a los sinaloenses.

Esto no debe perderse de vista. Las células del narcotráfico acostumbran a enviar señales intermitentes de su poderío bélico y capacidad de sometimiento de autoridades e instituciones, nomás para que nadie olvide el predominio de las armas del crimen sobre las armas de las fuerzas responsables de cuidar la vida, la dinámica y los bienes de la gente pacífica que con sus miedos se acoge al marco legal.

De acuerdo a informes oficiales que no son del todo contundentes solamente en Culiacán y Mazatlán resultaron averiados alrededor de 200 equipos de videovigilancia, pero en el resto de las ciudades sinaloenses también hubo reportes de afectaciones a las cámaras aunque son imprecisos. En la mayoría de los casos no fueron detenidas las personas que perpetraron tales actos y muy pocos están en calidad de sospechosos.

Si bien es cierto que los ataques a estos sistemas de seguridad pública son frecuentes, lo que configura premeditación y alevosía es el hecho de que tantos gatilleros se sincronicen para disparar a la vez contra esos dispositivos. Y que dieran la nota amarillista precisamente cuando la percepción ciudadana notó que hubo menos detonación de armas que en anteriores recepciones de los años nuevos.

¿Quiénes les disparan a los “ojos” del sistema estatal de seguridad pública de Sinaloa? Son los mismos que en 2020 cometieron 805 asesinatos con armas de fuego y aunque Sinaloa registra récord en descenso de este tipo de ilícitos durante el gobierno de Quirino Ordaz (1,564 en 2017; 1,123 en 2018 y 936 en 2019), los pistoleros siguen aquí con sus códigos entreverados como la toma violenta de Culiacán del 17 de octubre de 2019 y la incursión trágica en Tepuche el 25 de junio de 2020, con la calma tensa después de ambas fechas funestas.

Son los que hacen posible que al tiempo que el número de asesinatos desciende levemente se disparen las desapariciones forzadas de personas, los feminicidios agudicen la sensación de desgobierno, las familias abandonen las comunidades que habitan en la sierra, que la tierra siga expeliendo muertos a lo largo y ancho del estado y que nadie sepa a ciencia cierta, ninguno, si la desgracia derivada de la violencia tocará a sus puertas un día de estos.

Significan también el coletazo de la violencia en México y la fallida estrategia del Gobierno Federal para pacificar al País. Los más de 60 mil homicidios reportados desde el primero de diciembre de 2018 a septiembre de 2020 hablan del insuficiente despliegue de 100 mil elementos de la Guardia Nacional frente a la superioridad numérica, logística y bélica de la delincuencia vertebrada, esa que resalta sin importar las otras crisis que asuelan a los mexicanos.

Entonces, si la ráfaga de los rifles y pistolas fue atemperada en bienvenida a 2021, cuál es la explicación de la acometida a balazos contra el mecanismo de vigilancia urbana que, dicho sea de paso, está ciego y muerto a la hora de captar evidencias de eventos delictivos. ¿Con qué propósito el hampa cambió de modo al hacer alarde de su predominio ante la observación del “big brother” citadino?

Algo le quisieron decir los gatillos calientes al gobierno sin que se trate de un recado de paz ni le ofrezcan abrazos en vez de balazos. Haya sido cual haya sido la motivación al tomar como blanco los módulos de videovigilancia, los sinaloenses desciframos la moraleja de manera correcta: no se han ido los ejércitos del narco; siguen parapetados en todas partes para cuando otras guerras los convoquen.

 

Reverso

Sin ser nueva esta historia,
Volvieron a incendiar el nido,
Con balas que en la memoria,
Son bengalas contra el olvido.

 

Candidatos confesos

Lo primero que tendrán que ofrecerles a los ciudadanos los candidatos a gobernador y alcaldes que postulen los diferentes partidos, tendrá que ser la fórmula que crean más conveniente para garantizar la seguridad pública en Sinaloa. Sin remedios mágicos ni la demagogia de siempre, las estrategias e ideas para abatir la violencia será la prueba de fuego a pretensiones que muy bien saben a qué vienen a un estado ingobernable. Y si no pueden, de una vez que lo confiesen para evitar las mismas decepciones de siempre que emanan del voto irreflexivo y rastrero.