Fiesta
En este país sus ciudadanos tienen muchas razones para sentirse optimistas y de buen ánimo. Lo más actual es la carrera de los aspirantes a la Presidencia de la República, que culminará el 2 de junio próximo, en tiempos políticos se encuentra a la vuelta de la esquina. Se espera y lo hemos señalado: los ciudadanos van a convertir esta trascendente jornada electoral en una fiesta por la democracia.
Hay un ambiente de mucho optimismo entre los ciudadanos, seguros de que el proceso de transformación seguirá su curso, el desarrollo impreso a México por el actual gobierno continuará sin ningún tropiezo. Los indicadores macroeconómicos, que tienen que ver con infraestructura, inversión y capacidad productiva, muestran datos sólidos. El hecho de que el País esté, después de décadas de estancamiento, construyendo infraestructura, permitirá en corto tiempo un salto de calidad, insertándose entre las economías más sólidas y desarrolladas de América Latina.
No es en vano la alegría que se observa en el ambiente social en todo el territorio nacional, vemos buenos augurios, que se expresan de distintas maneras. Por fortuna, hemos dejado atrás el recetario privatizador del modelo neoliberal y adoptado un modelo democrático, que busca el desarrollo del País con justicia y bienestar. Hay más dinero en el bolsillo del trabajador y de las familias mexicanas que en el pasado. Esta nueva realidad impacta de muchos modos, principalmente en el ánimo social, cuyo optimismo es un factor que muestra lo acertado del actual rumbo económico y social.
Diametralmente distinto a la actitud de los ciudadanos en el pasado, que permanecían constantemente ofuscados por lo raquítico de su situación, veían su futuro incierto, los índices de pobreza crecían incontenibles, frente a la insultante opulencia de la oligarquía, originando una desigualdad impactante, abismal, entre ricos y pobres. Hoy esa situación empieza a cambiar, los que menos tienen reciben apoyos del gobierno para paliar sus necesidades más apremiantes. La atención a la agenda social ha sido de lo más notorio en el País, no puede negarse esa realidad, solo el fanatismo de la derecha y los partidos politiqueros no lo apoyan ni lo reconocen.
Los ciudadanos ven con optimismo las magnas obras que el Presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha empezado a inaugurar en el territorio, obras que nunca se hubieran podido realizar durante el prianato. Además, realizadas con mucha solvencia por parte del País, sin endeudarse, como era costumbre de los gobiernos del pasado, que incrementaron la deuda externa a niveles catastróficos, con el consecuente efecto inflacionario y el estancamiento del crecimiento interno.
Hoy los ciudadanos perciben una realidad totalmente distinta: se bajan los índices de pobreza y, en consecuencia, los indicadores de desigualdad. Ahí está el meollo del optimismo y el altísimo e inédito nivel de aceptación que conserva, al final del sexenio, el Presidente Andrés Manuel López Obrador. La economía de bienestar social y atención a los que menos tienen han dado sus frutos, y explican su impacto en la psicología social.
El rumbo que ha emprendido el País no se detendrá y tendrá continuidad, porque cuenta con el apoyo popular, demostrado con amplitud en múltiples momentos que se ha requerido. La ciudadanía, que está muy consciente del valor y la importancia de su voto, de la libertad política que ejerce expresando su voluntad cívica, no está dispuesta a regresar al oprobioso pasado, donde se vivieron las peores penurias de pobreza y otras calamidades difíciles de soportar. El bienestar, propiciado por la transformación en marcha, es inmarcesible, porque cuenta con el respaldo popular mayoritario.
Los ciudadanos labran paso a paso su propio destino. El gobierno de la cuarta transformación se ha hecho eco de esta ciudadanía, cada vez más politizada e insurgente, que seguirá votando por el mejoramiento de su propio bienestar y el de la patria.
-
lqteran@yahoo