¿Festival Cultural de a deveras?
09 septiembre 2018
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Contra las balas, salvas de arte
De cumplirse el propósito de abrirlo a los diferentes segmentos sociales, el Festival Cultural de Sinaloa volverá a su época de oro. Algo así como la flor que en 1987 María Teresa Uriarte de Labastida hizo votos para que no fuera de un día sino brote eterno del enorme vergel de las artes, por cierto descuidado durante décadas.
Pocos gobernantes han entendido el enorme aporte desviolentador de la cultura. Desde Alfonso G. Calderón y la creación de la Dirección de Investigación y Fomento de la Cultura Regional hubo una larga pausa en el ímpetu de este sector, hasta que con Francisco Labastida Ochoa la tierra de los once ríos brilló por sus artes a nivel internacional.
Algunos mandatarios estatales han considerado la inversión en cultura como dinero echado a la basura, en algunos casos tasándola de frivolidad con el consecuente castigo monetario a estas tareas. En la mentalidad cerril del poder han llegado a calificarla de “joterías” porque la “hombría” fue que el dinero estuviera en las cuentas de funcionarios corruptos antes que en actividades que a través de las bellas artes forjen espíritus de paz.
En 2017, el nombramiento de Papik Ramírez Bernal al frente del Instituto Sinaloense de la Cultura levantó interesantes expectativas del gobierno de Quirino Ordaz Coppel en este ámbito. Algunas de esas esperanzas cayeron ese mismo año debido a que el drástico recorte presupuestal, derivado del saqueo que las finanzas públicas sufrieron en el sexenio de Mario López Valdez, implicó sacrificar mucho la culturización.
Sin embargo, el Festival Cultural de Sinaloa presentará del 2 de octubre al 18 de noviembre una cartelera que le hace honor a la esencia del viejo Difocur y el nuevo ISIC. Homenaje al aporte de dos mujeres, Sandra Calderón Barraza y María Teresa Uriarte, quienes en tiempos de barbarie sembraron semillas de civilidad. La primera mientras se realizaba aquí la Operación Cóndor, y Uriarte cuando la Federación intervenía para desarmar el aparato de corrupción policiaca.
Esto podría significar que la actividad cultural sea redireccionada, sacándola de la senda populoide en que iba con conciertos de farándula taquillera, pero no necesariamente formativos de la mentalidad por un Sinaloa pacífico fundado en la educación, las artes y la trasposición de líneas divisorias en cuanto a lo que el mundo tiene que mostrarnos y nosotros a él.
Con manifestaciones artísticas que cautivan a los públicos internacionales, el Festival Cultural nos acerca posibilidades que para la mayoría de los sinaloenses son la única manera de acceder a ellas. No es cuestión de élites en un mundo globalizado cuya policromía artística dejó de ser patrimonio de unos y pasó a universalizarse.
Sinaloa, por su parte, tiene en sí bastante talento para cubrir los programas que durante los 47 días se efectuarán en los 18 municipios. Una inmensa y competitiva corriente artística local avanza a contracorriente de la subcultura de la violencia y cada narcocorrido bien podría verse avasallado por manifestaciones sublimes que con su magia harían probar otras formas de domar el salvajismo tanto en las zonas más desarrolladas como en las altamente marginadas, ambas receptivas a la cruel apología del crimen.
De eso se trata la mezcla. Presumir lo nuestro y al mismo tiempo dejar atrás el aislacionismo cultural para empezar a observar y conversar más sobre lo general. Nada nos pasa por oír a Los Plebes del Rancho, a Los Tigres del Norte y la Banda MS y enseguida volar a otras latitudes del arte con Tito Lozada, el Ballet de Moscú o Ximena Sariñana.
Aunque sí sucede algo: la onomatopeya del plomo nos deja de seducir e intimidar.
Re-verso
Por tardarse, doña cultura,
Ya hasta pensábamos mal,
Y cavábamos la sepultura,
Para el Festival Cultural.
Ataque de utopía
De los 54 millones de pesos que costará el Festival Cultural de Sinaloa únicamente 7 millones son aportados por el Gobierno federal, mientras gasta 3 mil millones en acciones de seguridad pública en el estado. ¿Qué tal si se pensara en menos soldados y policías y más promoción de las artes, cediendo a la cultura el 30 por ciento del dinero que se destina a equipo humano y táctico contra la delincuencia? De seguro otro gallo nos cantara... y con arias de ópera.