Familia real
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Contra lo que cualquier despistado pudiera pensar, dado que la reaparición mediática genera un espejismo, el futuro de Felipe Calderón es incierto y si lleva una ruta, no parece que sea hacia mejor. Durante seis años guardó silencio para permitir que Enrique Peña Nieto operara; la corrupción desmedida no llamó su atención -quizás es porque varios de los casos más emblemáticos tienen su huella- y ahora ha regresado a la prensa. Pareciera que está más colocado que nunca desde que hizo maletas y dejó Los Pinos. Pero, como digo, esa ilusión es mediática y se apoya en una cantidad importante de medios y periodistas que juegan su juego con él. Les sirve (se sirven) para plantear posiciones personales contra una administración con la que no simpatizan. Y avanzan con él hacia un camino sin salida.
¿Qué vende Felipe Calderón? No es el regreso al panismo, porque ni es panista ni plantea al PAN como opción. No es un nuevo liderazgo en la Presidencia para 2024 porque él no tiene nada de nuevo y tampoco puede aspirar a Palacio Nacional. ¿Acabar con la violencia? Él es el culpable de esta violencia. ¿Un cambio de rumbo para la economía y beneficiar a las mayorías? Él es la versión más depurada del regreso al capitalismo salvaje, conocido como neoliberalismo. ¿Acabar la corrupción? Sólo que él mismo se meta a la cárcel. ¿Libertad de expresión? Pregúntenle a Carmen Aristegui qué significó su sexenio; pregúntenle a varios.
¿Qué vende Calderón, entonces? Vende un solo producto. Vende a su esposa para la Presidencia en 2024. Y cualquiera que se afilie a su causa debe entender que esa candidatura está reservada. Como en una monarquía: la familia es la identidad de la marca y el poder no se discute: se delega, es una herencia. Qué ofrece Calderón, ¿democracia contra lo que llama “dictadura”? La respuesta da risa.
Cualquiera que se afilie a su causa debe entender, de entrada, que es menos que doña Margarita Ester Zavala Gómez del Campo. En ella recaen los planes de futuro. Si ganan en el Tribunal Electoral y queda México Libre como partido, es por ella y para ella. Si alguien reparte volantes o vende galletitas casa por casa y se gana unos pesos; o si el INE entrega al membrete miles de millones en prerrogativas, ese dinero es para trabajar en una sola causa: la causa de doña Margarita Ester Zavala Gómez del Campo. Su consorte, don Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, con apellidos menos rimbombantes pero con los mismos aires de grandeza, trabaja para ello. Y cualquier mexicolibrista o mexicolibrero o mexicolibrante debe aprenderse el código interno y en el código interno -para ir directo a la materia-, el artículo 1.1 dice:
“La candidatura presidencial está reservada para aquel o aquella (de preferencia aquella) cuyos apellidos sean Zavala Gómez del Campo y cuyos nombres sean Margarita Ester, éste último sin hache. Y cualquier diferendo con respecto a este artículo será resuelto por don Felipe de Jesús, de apellidos Calderón Hinojosa”.
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Contra lo que cualquiera piense, dado que la reaparición mediática genera un espejismo, el futuro de Calderón es incierto. La ruta, su ruta, no parece encaminarlo hacia mejor.
Primero está el caso obvio: todo lo que viene desde una corte en Estados Unidos. Allá se juzga a la élite de su equipo de seguridad: a Genaro García Luna y a todos los que lo acompañaron en sus andanzas: Luis Cárdenas Palomino, Ramón Pequeño García, Maribel Cervantes Guerrero, etcétera. Pero el juez Brian Cogan juzga más, sin proponérselo: juzga un sexenio. Su veredicto confirmará -si es condenatorio- lo que muchos supusieron: que la guerra, la guerra de Calderón, no era contra el crimen organizado sino para dar poder hegemónico a un sólo cártel: el de Sinaloa. El Departamento de Justicia y sus fiscales creen tener evidencia que hunde a García Luna; miles y miles de hojas y grabaciones y audios que no conocemos, hasta ahora. Eso que viene, que parece un golpazo, no se lo quita Calderón ni con Pomada de la Campana. Y falta ver si en la evidencia no sale incriminado porque eso lo lleva a otro nivel. Hablo, simplemente, del juicio y el fallo sobre García Luna.
En segundo lugar, a Calderón se le atraviesa la aprobación o no de México Libre. Cada día más enterados me dicen que no lo logrará. El Tribunal Electoral no se atreverá a someterse a la presión pública si se inclina por favorecerlo. Desatará la furia. Habrá una exigencia durísima para que se apresure su renovación inmediata, dado a que existe un vínculo claro de varios de sus integrantes con los Calderón-Zavala. El caso Reyes Rodríguez Mondragón es el más obvio pero no el único. Si aprueban México Libre atraparán los ojos de todos y provocarán una furia que sólo Lorenzo Córdova tenía reservada para sí.
Y queda otra piedra en su camino. Y esa es Margarita. ¿Qué vende Calderón?, preguntaba. Vende a Margarita, que es quien puede garantizarle el regreso (incluso físicamente) a la Presidencia. México Libre es para ella, por ella, pero Margarita ya estuvo en el estante; ya la ofertó. Y no tuvo aceptación. No tiene aceptación popular. Y como México Libre será un partido (cuando sea, si es que lo es) sin más opción que Margarita, entonces es una apuesta dificilísima: irá con ella salga como salga en las encuestas.
Además, lo que está viviendo toda la oposición, que no es fácil. Con todo el desastre que trae Morena, Andrés Manuel López Obrador es un motor brutal. Sigue siendo un tsunami. Según El Financiero, ni todos los partidos juntos le ganan a Morena. Subió 20 puntos en medio de la pandemia y de la crisis económica. Qué cosa.
La ilusión, como digo, es mediática. Y se apoya en una cantidad importante de medios y periodistas que juegan el juego con él. Pero veo más piedras que adoquines en el camino real del consorte. Quizás nunca pueda acariciar esa corona que tanto anhela. Quizás deba conformarse con verla en fotos. Fotos del recuerdo. Aquellas de 2006 a 2012, cuando tuvieron la Presidencia. Qué pachangas, aquellas, para él. Y qué desastre para el resto de los mexicanos.