Estilo equivocado

09 mayo 2020

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Cuauhtémoc Celaya Corella

celayacorella@hotmail.com

Olvidé comentarte en forma de pregunta algo que siempre ha llamado mi atención, Inge. Como sabes, soy un fan de los conciertos sinfónicos, a los cuales vengo asistiendo, cuando puedo, desde mi época de estudiante universitario en Hermosillo.

El gobierno de aquel estado y la Universidad cubrían una cuota a la OSNO (Orquesta Sinfónica del Noroeste) que era un colectivo de maestros manejados por una fundación, y ofrecía un concierto mensual empezando en Guadalajara, su sede, y visitando las capitales donde había universidades. Incluye Culiacán desde luego. Su director era el Maestro Luis Ximénez Caballero. Así fue como accedí a este gusto por el género musical.

Pero hay algo que no sé por qué se da al final de los conciertos, si lo sabes, te autorizo a que reduzcas mi ignorancia. Lo acabo de ver en un concierto con la Orquesta Sinfónica de la UNAM, aprovechando la cuarentena. El director italiano Massimo Quarta dirigió el concierto, y al terminar, ante el aplauso, agradeció e hizo a los músicos la señal de ponerse de pie y dar gracias. El aplauso continuaba y él bajó del estrado, le dio la mano como saludo al primer violinista y siguió su camino al fondo del escenario. Un minuto y medio, vuelve a aparecer y el aplauso se vuelve más atronador, agradece y se va por segunda vez. Un minuto más y ahí viene de nuevo. Se podría pensar que se le olvidó algo. Lo ve venir la gente, y de nuevo el aplauso y tres gritos de ¡bravo¡ de algún asistente que pareciera palero. En eso está, cuando sube al escenario una chica con un ramo de flores que entrega y el director lo deja por ahí y lo recoge quien cierra el teatro.

¿Qué simboliza, primero, el saludo al violinista, segundo, el irse y regresar tres veces? ¿Por qué no se queda hasta que el aplauso termine? Lo del ramo entiendo es un detalle de cortesía.

Te agradeceré Inge, o a cualquier lector, que explique ese ritual en los conciertos sinfónicos. Seguro que lo ignoramos cientos o miles, pero para no exhibirnos, no preguntamos.

En otra cosa, leyendo editoriales y se aprecia que sigue la confrontación entre el Presidente y quien sea. Un estilo equivocado. Lo que se mueve, es conservador, por tanto es corrupto, y la elevada obcecación por destruir lo construido, continuará, termine o no la emergencia. A propósito, sigue diciendo el epidemiólogo en jefe que en las próximas dos semanas se aplanará el pico de la curva y al disminuir se podrá, sin cantar victoria, comenzar a abrir la economía.

El que sí está peor que yo en ignorancia, es el Presidente, pues leí que dijo una mañana que la curva en México ya está horizontal. Creo que los científicos del renacimiento, si vivieran no soportarían tal aseveración, a menos que fueran amlovers.

Ah, y la palabra modito que endilgó a la relación entre BID y el Consejo Mexicano de Negocios, en la gestión de una suma de créditos para aplicarlos a la restauración de la economía real, una vez que pase la contingencia, es decir, cuando comience la maquinaria a funcionar y la sociedad a perder ese miedo gratuito que supieron venderle.

Y es que al Presidente no le gusta que quien sea se tome la libertad de hacer por sí mismo. Ese convenio ya mencionado irá a beneficiar a un gran número de empresarios que soportan en buena medida los empleos que generan riqueza y mueven la economía regional. Son esas empresas que AMLO no quiso apoyar, porque para él sería un nuevo Fobaproa.

Pareciera que el régimen busca convertir a la economía mexicana en ruinas. ¿No se dará cuenta el ingrato, dijera mi mamá, de que cientos o miles de empresarios de actividades no esenciales (así se dice, me comenta uno del manotazo) no podrán resurgir del entubamiento a que fueron sometidos con esta emergencia sanitaria, que derivó en una elevadísima emergencia económica que registrará el fin de muchos, sino hay un salvavidas al alcance.

Pues no se da cuenta y si llegara a darse, finge muy bien sus datos. Por cierto, Inge, ¿has escuchado a Eduardo Galeano? Al navegar en internet, te encuentras cosas interesantes. Por ahí me encontré este intelectual uruguayo que vive más en Argentina, y viaja por el mundo hispano. Lo ubiqué en una lectura de un texto de otro uruguayo distinguido que tú conoces, Mario Benedetti, autor de La tregua, y al término del texto, siguió con la presentación de su libro titulado Los hijos de los días.

Dice en su libro que los políticos todos, al llegar al poder, deja de funcionarles una membrana, la conciencia, por eso hacen mucho daño. ¿Será cierto Inge? ¿Cómo han actuado algunos de los nuestros ante los distintos problemas de su sexenio? En el terremoto del 85, de la Madrid se escondió. En el problema de dos televisoras, ¿Yo por qué? dijo Fox. En la casa blanca, Peña Nieto puso a su esposa a hacerle frente. Y hoy todos los problemas, dicen tienen un culpable, Calderón. Y así se van yendo hasta que se vence el plazo, y se van.