¿Estamos cuidando a nuestros médicos? Héroes de blanco que la Covid-19 abate
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alexsicairos@hotmail.com
A raíz de que en redes sociales se dio a conocer el 18 de julio el caso de José Ernesto Leyva, un médico del Hospital General de Culiacán que atendió a enfermos de coronavirus y se contagió estando en riesgo su vida, el Secretario de Salud de Sinaloa, Efrén Encinas Torres, les respondió a quienes reclamaban mejor cuidado clínico para el galeno infectado que siempre se atiende de la mejor manera a “nuestros soldados blancos y al público en general”.
Pero al fallecer ayer en Los Mochis el doctor Alfonso Uriarte López recobra fuerza la preocupación ciudadana respecto a las condiciones en que está realizando su trabajo en los hospitales el ejército de batas blancas que sigue firme en la primera línea de ataque al SARS-CoV-2, ese virus que marcará a Sinaloa con las cicatrices imborrables que deja toda tragedia social.
¿En verdad el Gobierno de Sinaloa está haciendo todo lo que debe, lo que puede y lo que quiere para salvaguardar la salud de los médicos, enfermeras y demás personal cuya vocación pasa la más rigurosa prueba en los hospitales Covid? Hay un discurso sostenido que afirma que sí existen voluntad, insumos y protocolos para tal causa y en contraparte permea también la inconformidad de los que se sienten abandonados al tener en sus manos la vida de centenas de sinaloenses infectados.
Debiera haber un esfuerzo gubernamental sobrehumano para proteger a quienes llevan a cabo en los hospitales la lucha también colosal para salvar la vida de los enfermos de Covid-19, en una emergencia dentro de otra crisis que refuerce el eslabón de vida o muerte que son los médicos, enfermeras y otros componentes de la salud pública en Sinaloa. Tendría que ser ya, sin tardanza, además de transitar de las palabras a los hechos.
Urge que los servidores públicos, dirigentes de los sindicatos de trabajadores de la salud, legisladores, organizaciones solidarias y empresarios filántropos aceleren la asistencia a aquellos que llamamos héroes de blanco y que en tal labor titánica siguen cayendo en el campo de la guerra contra el SARS-CoV-2. Cada vez quedan menos combatientes albos contra un enemigo que no da señales de ceder.
La noche del martes se conoció en Los Mochis la noticia del deceso de Uriarte López, profesionista de la medicina de 38 años de edad, a quien la gente le reconoce lo entusiasta y servicial al poner en práctica sus conocimientos. De acuerdo con familiares cercanos, era una persona sana sin antecedentes de padecimientos, hasta que el contagio de la Covid-19 lo fue llevando a la muerte.
Cuatro días antes impresionó a las audiencias de Facebook la información que daba cuenta de que José Ernesto Leyva había sido abandonado a su suerte tras semanas de dedicarse a atender a pacientes con el coronavirus en el Hospital General de Culiacán, y estar él ahora en situación de salud delicada ocupando una de las camas Covid del mismo nosocomio. La queja exponía que le asignaron médicos pasantes para atenderlo y que lo habían dejado en “botón automático”, traducido en “que sea lo que Dios quiera”.
Otro contexto a valorar tiene que ver con la manifestación que realizaron el martes los trabajadores suplentes del Hospital Pediátrico de Sinaloa que se declararon desesperados porque, afirman, muchos de sus compañeros han resultado contagiados al no contar con el adecuado equipo de protección (gorro, cubrebocas y uniformes quirúrgicos) y si quieren tenerlo deberán comprarlo ellos mismos.
Sería un error desestimar estas señales de alerta que han sido sostenidas desde que inició la emergencia sanitaria. Mal síntoma del sistema de respuesta a la pandemia, la afectación a médicos tendría que contenerse de alguna forma porque cada día resulta disminuida la trinchera que es crucial para que Sinaloa gane la batalla contra la endemia, al margen de los colores de semáforos epidemiológicos truqueados.
De acuerdo con reportes de Amnistía Internacional, hasta el 14 de julio habían fallecido en México 248 trabajadores de la salud infectados por coronavirus; en Sinaloa, el dato más reciente, dado a conocer el 8 de julio, registraba 2 mil 157 casos de contagios en médicos, enfermeras y personal del área, de los cuales 29 perdieron la vida. Es un balance estremecedor que al mismo tiempo resalta la dedicación y dimensión de nuestros defensores de blanco.
Queda preguntarnos si como sociedad, ciudadanos o instituciones hemos sabido cuidarlos o las hazañas de ellos se han diluido en la normalización de la pandemia, la que nos dice que tarde o temprano todos vamos a ser alcanzados por la propagación de la Covid-19 y, por lo tanto, debemos habituarnos a convivir con la enfermedad. Y si resolvemos que no los hemos protegido como se merecen, entonces extráigase de tal conclusión la vulnerabilidad en la que estamos, el peligro inminente al que vamos.
Reverso
Ni aun sintiendo la lumbre,
Que incinera nuestra quietud,
Forramos de certidumbre,
A los guerreros de la salud.
Gratitud y reconocimiento
Está pendiente la gran intervención del Congreso del Estado para que todas las bancadas acuerden un plan de alto alcance para estimular a los trabajadores de la salud pública que en Sinaloa se han sostenido firmes en los frentes anti Covid-19, así como medidas que arropen a los deudos de los médicos y enfermeras que han fallecido por mantenerse al lado de los enfermos. También agradecer a quienes desde la invaluable solidaridad personal han sido la mano tendida que les evitó a tantos caer en el abismo epidemiológico.