Está en todas partes
“¿Dónde está la oposición? ¿No veo a nadie?”. Quizá ese sea garlito. El 2024 será inédito. Una oportunidad para definirnos como individuos y como nación.
Primero “El tapado” por medio siglo, después, dos décadas de intoxicación con la idea del hombre iluminado, que rescataría al país del oprobio, un inmaculado que por años no necesitó ganar dinero ¿¿?? y, por supuesto, no pagó impuestos. Ofuscados con un superhombre que comparaba perforar un pozo petrolero con hacer un “hoyito”, que afirmaba que no hay “gran ciencia” para gobernar. El de las recetas sencillas: barrer de arriba para abajo. El que despreció a los profesionistas, a la ciencia, frente al Covid mejor los escapularios. Por el que hoy pagamos una (carísima) refinería aunque se inunde -como se le advirtió- y que en poco tiempo será inútil. El mismo que enterró 300 mmdp., y construyó otro aeropuerto sin tomar en cuenta el espacio aéreo. También un tren que -según él- redimirá de golpe al sur del país. El que llevó a las FA a su baile como solución a todo, en función de magos que igual administran aduanas, bancos o distribuyen vacunas o lo que se le ofrezca. El que impuso una noción de ahorro que ha costado muchas vidas. “Tapados”, redentores, “corcholatas”, con eso en la memoria llegaremos al 2024.
Y así nos fue con el redentor. Quinto año, sin crecimiento, porque espantó a la inversión, con máximos de violencia y una corrupción voraz. No pensemos en un nuevo Mesías que se oponga al actual. Mejor alguien con experiencia, varios ya levantaron la mano; que crea en la ciencia, no es mucho pedir; alguien que conozca sus limitaciones y se rodee de personas capaces. Mujer o varón, que dé continuidad a lo que México hizo bien, una recuperación deseable en los muchos aciertos que están en nuestra historia, educación, salud, reducción en carencias básicas como agua, drenaje, vivienda digna, comunicaciones. Alguien que respete la división de poderes, como mínimo, a los jueces, a los críticos, al sistema electoral autónomo, a los acuerdos comerciales, que de verdad defienda los DDHH, que no nos divida. En todo debemos crecer, pero el rumbo era correcto.
Alguien que crea en las energías limpias, en la riqueza de nuestra biodiversidad; que sea un profesional de la política, que se reúna con los opositores, en lugar de insultarlos. Una persona que, de preferencia, conozca algo del mundo o que por lo menos tenga interés en conocerlo. Que respete a las mujeres en lo más profundo de su ser. Alguien a quien el futuro de la niñez le importe, que tenga empatía con los otros, con todos, pobres o no. Alguien que de verdad quiera a nuestro México, que le preocupe nuestra congruencia ante la comunidad internacional. Que estudie los asuntos, gobernar en buena medida es sentarse. Alguien que no quiera vivir -o morir- en un Palacio, que acepte la casona civil que construyó Lázaro Cárdenas. Que comprenda que la seguridad y dignidad de un mandatario, le imponen condiciones en su vivienda, en sus transportes, aunque le disgusten.
¿Demasiados requisitos? No lo creo, porque todos se resumen en una cualidad: sensatez. Es decir “...buen juicio, prudencia y madurez en sus actos”. Esa debe ser la principal exigencia del 2024: la recuperación de la sensatez. Hemos tenido presidentes con esa cualidad, Ruiz Cortines, De la Madrid, Zedillo, el propio Fox o Calderón. Otros tuvieron grandes aciertos y graves errores. Hay personas sensatas entre los que han levantado la mano. Que gane quien logre mayor consenso y lo acepten, primer acto de sensatez. El 2024 no es azul, o tricolor, o anaranjado, etc. Es un reencuentro nacional que quiebre el anunciado continuismo, que procure la dignificación de la política, ya nos la recordó Germán Martínez C., existe. Primer compromiso respetar la ley desde el gobierno. Con eso recuperaríamos el rumbo. No busquemos un nuevo Mesías, así nos fue.
Mejor una terrenal sensatez. Esa es la verdadera oposición y está en todas partes.