Espionaje e indignidad
Se hizo público lo que se sospechaba e incluso se sabía. Alejandro Encinas también fue (o sigue siendo) espiado por el Ejército. El Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, al igual que parte de su equipo cercano, está en la mira de la Sedena por su trabajo en un par de mecanismos extraordinarios que tienen al centro crímenes perpetrados por las fuerzas armadas: Ayotzinapa y la Guerra Sucia.
A diferencia de otros casos de espionaje por parte de las fuerzas armadas, ahora no fue a periodistas o defensores de derechos humanos, sino a un miembro del mismo gabinete de gobierno. Este “espionaje amigo” además de ilegal, debería de ser políticamente aberrante al interior del gobierno.
En un país democrático este caso tendría respuestas administrativas, políticas y jurídicas. El Presidente como responsable de ambas secretarías (Sedena y Segob) tendría que resolver el asunto al interior de su gabinete. Debería considerar que el espionaje es una traición por parte de la Sedena a su supuesta voluntad por esclarecer los crímenes, salir en defensa de Encinas, su amigo y colaborador, pero sobre todo en defensa de la legalidad y el respeto por su propio gobierno.
En lo político, un Congreso que se asuma como uno de los tres poderes tendría que llamar a cuentas al Secretario de la Defensa y al subsecretario Encinas. A pesar de tener mayorías, Morena considera que es más importe su abyección al Presidente y a las fuerzas armadas que a la integridad de su propio movimiento. La oposición en ambas Cámaras no alcanza la altura ética de una representación democrática ni testimonial.
De lo jurídico hay poco que decir. Es sabido que la FGR no realizará ninguna investigación sobre este caso como tampoco lo ha hecho con los espionajes en sexenios anteriores ni en el actual.
Ante la desactivación de los resortes administrativos, políticos y jurídicos solo queda apelar a la moral, a la dignidad. Encinas tiene la obligación moral y política de dar explicaciones al respecto. Su prioridad debe ser su mandato, las víctimas y la sociedad que esperan verdad y justicia. Mantenerse en silencio deja en claro que antepone su cargo y su lealtad. Él encabeza dos mecanismos extraordinarios de verdad y justicia. Los estándares internacionales establecen que este tipo de mecanismos, propios de la justicia transicional, deben ser independientes del poder. Este caso deja en claro que la falta de autonomía va en detrimento de la verdad y la justicia.
Es inevitable recordar la frase de Winston Churchill después de la Conferencia de Múnich de 1938, en la que Francia y Gran Bretaña consintieron las ansias anexionistas de Alemania al entregarle parte de Checoslovaquia: “Os dieron a elegir entre el deshonor o la guerra, elegisteis el deshonor y tendréis la guerra”. En este caso el Presidente, el subsecretario Encinas, el Congreso y la FGR tuvieron que elegir entre la indignidad y llamar a cuentas a las fuerzas armadas. Eligieron una vez más la indignidad y el país tendrá la supremacía de las fuerzas armadas.