Esperemos...
El actual Presidente de Colombia, Gustavo Francisco Petro Urrego, es un político de convicciones de izquierda, con experiencia en la guerrilla aglutinada en el ejército clandestino conocido como M-19, y en una parte de este transitar existencial, vivió el suplicio de la tortura y la cárcel. Es decir, que el nacido en Ciénega del Oro, Colombia, el martes 19 de abril de 1960, con formación profesional en la escuela de Economía de la Universidad Externado de Colombia, ha mostrado firmeza de carácter y de ideología.
Hace unos días, los medios nos enteraron que Nicolás Petro Burgos, hijo mayor del Presidente colombiano, fue encarcelado por la Fiscalía General de la Nación bajo los cargos de enriquecimiento ilícito y lavado de dinero.
Ante ello, el Presidente Gustavo Petro ha tenido una reacción inmediata ejemplar, encaminada por el sendero de la ley es la ley; hay que respetarla y hacerla valer, trátese de quien se trate.
La fortaleza moral de Petro Urrego, me lleva a recordar que en los primeros días de su gobierno, el Presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador nos dijo que dentro de su familia, cada quién sería responsable de sus actos y que no metería las manos para defenderlos, salvo en el caso de su hijo menor de edad, sin embargo, no pasó mucho tiempo para que se cuestionara el sostén de la fastuosa vida personal de sus hijos mayores, para que reaccionara de manera furiosa en contra de los que ventilaron la fortuna y dispendios de su hijo José Ramón, argumentando que eran infundios de sus adversarios políticos, de los conservadores.
A más de año y medio que el PAN fincó una denuncia formal ante la Fiscalía General de la República, para que se investigara el patrimonio de José Ramón Díaz Beltrán, no ha pasado nada, a diferencia del fiscal general colombiano que no la pensó mucho para darle trámite al proceso en contra de Nicolás Petro Burgos.
Sin duda alguna, es de exaltar el posicionamiento neutral del ex guerrillero, lo cual, sirve de ejemplo del respeto institucional que debe existir entre los poderes y los órganos autónomos, sobre todo, para nuestro Presidente de la República, para el cual, la ley es su palabra.
Esperemos que a Gustavo Petro, al paso del tiempo no lo embriague el poder y se convierta en un dictador, tal y como ha sucedido con el otrora guerrillero y hoy tirano, Daniel Ortega, quien al alimón con su esposa Rosario Murillo, mal gobiernan a Nicaragua.
En fin. Vayamos a otra realidad que nos compete a los porteños que vivimos en este paraíso tropical, convertido por nuestra dejadez, en el lugar donde impera el desorden.
De nueva cuenta, Mazatlán ligará otra buena temporada turística veraniega cubierta, principalmente, por turismo nacional de diferentes segmentos de capacidad de gasto y dada la presencia de las propiedades particulares en renta, los turistas se dispersan por todos los rincones del puerto, de tal suerte, que la considerada como zona turística definida por las autoridades municipales y que giraba en torno al malecón y la zona hotelera, ha quedado completamente rebasada.
Por supuesto, el estado de jauja que se vive en el puerto mazatleco, trae obnubilado a las autoridades estatales y al empresariado turístico, olvidando que la llamada industria sin chimeneas, es sumamente susceptible a las condiciones que presentan los destinos receptores y la situación que se vive en el enrachado no es la más óptima como para pensar que se mantendrá por varios años, y en ello, inciden varios factores.
De entrada, la voracidad mostrada por algunos prestadores de servicios es irracional, fijando precios muy altos, y sobre todo, que no corresponden a la calidad de lo ofertado. Por otro lado, no se ve compromiso de parte del gobierno municipal por mantener limpias las calles y en buen estado, con el agravante de que las aguas negras, brotan por todos lados, sin que se observe una intervención oportuna para remediar los pestilentes escurrimientos.
Esperemos que se reflexione al respecto y podamos mantenernos lo más lejos posible de aquellos tiempos del piojillo interminable. ¡Buenos días!