Es Claudia

Roberto Heycher Cardiel
29 junio 2024

En el Democracy Report 2020, titulado Autocratization Surges – Resistance Grows, el V-Dem Institute afirmó que desde 2001, el número de países no democráticos (92) supera al de los democráticos (87). En la edición de 2022, identificó que el promedio mundial del nivel de democracia que disfrutaron los ciudadanos en 2021 ha caído a niveles similares a los de 1989, al tiempo que se ha profundizado el surgimiento de gobiernos autocráticos.

Esta regresión ha sido atribuida al aumento de la polarización, que favorece la victoria de agendas no democráticas auspiciadas por liderazgos antipluralistas, especialmente en las regiones de Asia-Pacífico, Europa del Este, Asia Central y zonas de América Latina y el Caribe.

La tolerancia, valor esencial en toda sociedad democrática, ha sufrido el revés más considerable ante el incremento de la polarización dentro de los países. En efecto, el discurso de “nosotros contra ellos” ha permeado en 40 países durante la última década, disminuyendo sólo en seis. Las diferencias políticas, propias de toda democracia, se han distorsionado para representar divergencias sociales, confrontaciones religiosas, diferencias raciales y violencia.

Por otro lado, la política permite conciliar posiciones diversas en beneficio del pluralismo y la tolerancia. Como afirmó Sir Bernard Crick, la ideología es contraria a la política. El ejercicio de la política presupone entonces la capacidad de reconocer validez a todas las voces, tanto las más radicales como las moderadas.

Las elecciones naturalmente generan polarización, pero una vez concluidas, el camino hacia la reconciliación transita por los cauces de la política. En las pasadas elecciones de México, los partidos de oposición sufrieron grandes derrotas, pero la ciudadanía les otorgó triunfos para gobernar y representarlos en los órganos legislativos. En pocas palabras, existe oposición al gobierno, a pesar de los resultados electorales. Incluso dentro de Morena y sus aliados hay oposición; si no, pregúntenle a Gerardo Fernández Noroña, quien exige respeto a sus derechos frente a lo que considera una medida excluyente.

La verdadera “Cuarta Transformación” de México es el arribo de las mujeres a los espacios de mando y toma de decisiones en la esfera pública. Claudia Sheinbaum fue electa con 36 millones de votos. Ella, y solo ella, ostentará la titularidad del Poder Ejecutivo, la cual, por mandato constitucional, es unipersonal.

Por su parte, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho que se irá a su finca, que vivirá con el monto de su pensión y que se dedicará a escribir. A menos que escriba novelas o poesía, la influencia de sus textos será uno de los principales riesgos para la autonomía del Poder Ejecutivo.

Hasta que los resultados electorales sean definitivos y exista la declaratoria de presidenta electa, por convicción democrática y por deferencia, AMLO debe abstenerse de tomar decisiones trascendentes, como lo es la manzana envenenada de la reforma judicial que impulsa en fast track desde Palacio Nacional. El presidente debe ser fiel a sus convicciones y ceder el mando a quien la ciudadanía eligió para gobernar. Quien debe asumir las decisiones de largo aliento que le corresponden al Poder Ejecutivo es Claudia.

En el antiguo régimen y la revolución, Tocqueville escribía que los vencedores de la Revolución Francesa se dedicaron a destruir las instituciones de la monarquía solo para reconstruirlas aún más fuertes y con mayor concentración del poder que antes. Muy pronto, esa concentración se volvió contra el interés público.

En nuestra Constitución, el artículo 80 aún conserva el texto original de 1917 para referirse al mandato de que el ejercicio del supremo Poder Ejecutivo se deposite en un solo individuo. A lo largo de los años, particularmente en la primera etapa de la transición democrática de México, el poder político fue colonizado por los partidos políticos en plural. Por ello, las conformaciones plurales de las cámaras del Congreso de la Unión eran parte del paisaje normal de la vida pública. Sin embargo, los gobiernos del PRI y del PAN, y recientemente de Morena, han sido refractarios a la distribución de ese poder y han impulsado la maquinaria legislativa para otorgar cada vez más poder a la Presidencia de la República. En ocasiones, las mayorías pierden de vista que los triunfos y el ejercicio del poder son temporales e impulsan cambios normativos que luego se vuelven en su contra cuando son minorías.

Hoy por hoy, los resultados de las elecciones no le otorgan a Morena y sus aliados los escaños suficientes para obtener la mayoría calificada en el Senado. Pero sí logran obtener los votos para aprobar las reformas del llamado Plan C, cabe preguntarle a quienes hoy son mayoría:

¿Qué pasará cuando Morena y sus aliados pierdan las elecciones y el poder pase a otras manos? ¿Seguirán impulsando la sobrerrepresentación del partido gobernante en los órganos legislativos? ¿Podrán acudir a un Poder Judicial autónomo e imparcial para hacer valer sus derechos?

Si alguien piensa que eso no puede ocurrir, solo hay que recordar que hace apenas unos pocos años existía una frase popular que hoy resulta del todo anacrónica: “Gánale al PRI”.

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@RobertHeycherMx
Animal Politico / @Pajaropolitico