Entre definiciones te veas

Vladimir Ramírez
22 enero 2021

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vraldapa@gmail.com

@vraladapa

 

Finalizando la tercera semana del mes de enero, el PRI y sus aliados aún no han postulado candidato o candidata a la gubernatura, mientras los aspirantes de Morena, el Partido Sinaloense y Movimiento Ciudadano recorren la entidad adelantando proselitismo en sus precampañas.

Hoy como sucedió hace cinco años, no se daba a conocer el candidato del PRI para contender en la elección de 2016, sino hasta el día 24 de enero que se difundió en medios de comunicación la candidatura del actual Gobernador Quirino Ordaz Coppel, una verdadera sorpresa para muchos, pues su nombre no figuraba en la lista más conocida de los aspirantes de aquella ocasión. Hoy la historia es distinta sin duda, sin embargo, no tiene necesariamente que ser diferente, pues igual como sucedió entonces, puede surgir una candidatura que de nuevo resulte sorprendente, al ser la menos esperada.

Pero lo que sí marca la diferencia, es el contexto político de la competencia y la distribución de liderazgos y fuerzas políticas que ahora se configura con mayor diversidad en diferentes partidos. Esta notable diferencia con respecto a las dos últimas elecciones obliga a situar el análisis en un nuevo escenario, en el que hay que contemplar estas dos experiencias electorales.

Por una parte en 2016 el acuerdo de la candidatura del PRI al Gobierno del Estado incorporó el respaldo de todos los entonces aspirantes y sus estructuras de partido, lo cual dio garantías de unidad, además del importante apoyo del grupo político en aquel momento del gobierno de Malova, circunstancia que fue determinante para el triunfo del PRI a la gubernatura y la mayoría de sus candidatos.

Por otra parte, en 2018 por sus características derivadas del fenómeno político de Morena y de Andrés Manuel López Obrador como candidato presidencial, la participación electoral volcó los resultados como nunca antes se habría visto, volteando cualquier diagnóstico y superando todo pronóstico previsto de votación.

Otra de las elecciones más o menos recientes que sin duda dejaron una experiencia también aleccionadora fue la del 2010, en la que por vez primera pierde el PRI la gubernatura, con un candidato que sale de sus filas encabezando una alianza opositora. Una elección en la que se pudo percibir una verdadera competencia electoral en la lucha por el control del poder político en Sinaloa.

Se afirma que ningún proceso electoral es igual y que cada uno tiene sus particularidades, sin embargo, también se afirma que en política nada es fortuito y que para prever escenarios electorales hay que abrevar de la experiencia y aprender a observar las variables. Por ejemplo:
Se da por hecho que la elección del 2010 fue una en la que se enfrentaron verdaderamente dos importantes fuerzas políticas y económicas en una lucha considerada incluso como la "madre de todas las batallas", que dio como resultado el surgimiento de nuevos actores y reacomodo de la clase política sinaloense.

Que la elección de 2016 fue resultado del acuerdo de las fuerzas políticas más representativas de la entidad y el consenso de élites económicas tanto locales como nacionales que permitieron el asentamiento de importantes proyecto de crecimiento económico en la entidad.

Y en 2018 como una elección atípica, inesperada y contundente, resultado de un hartazgo generalizado por los últimos gobiernos nacionales, y a la vez la intervención de nuevos actores políticos en instituciones del gobierno de la República, alcaldías municipales, diputaciones locales y federales, que permitieron a la ciudadanía contrastar y evaluar en dos años y medio la experiencia de representantes y gobiernos distintos a los conformados por los partidos tradicionales.

Ahora, una de las interrogantes obligadas es saber en qué medida habrán de influir los elementos que definieron el resultado de las elecciones pasadas en el actual proceso electoral y cuál es el nivel de acuerdo que han llegado a establecer las élites políticas y económicas con respecto a los aspirantes.

Lo cierto es que conforme se acerca el tiempo de las definiciones tanto de candidaturas como de alianzas, el escenario político de los partidos se torna complejo, pues nunca habrían estado tan dispersos los acostumbrados "mensajes" en una elección local. Una situación que complica la lectura del actual escenario político.

Se espera que esta tendencia de colocación de fuerzas y de confusas señales se acomode una vez nombrado el candidato a gobernador por la alianza PRI-PAN-PRD. Considerando que una señal pudiera ser dependiendo de las posibilidades reales del candidato a gobernador que se elija para encabezar la alianza. Es de suponerse que una vez resuelta esta negociación en busca de la gubernatura, se decante el resto de las candidaturas.

Sin duda que en el escenario se mantienen más expectativas que certezas en cuanto a las definiciones, pues todavía queda pendiente llenar la primera línea del tablero del ajedrez y a partir de ahí definir muchas piezas, sobre todo aquellas a las que se habrá de sacrificar.
Este proceso electoral será sin ninguna duda una elección de jugadas inesperadas, improvisación y estrategia. No pierdan de vista al ajedrecista.

Hasta aquí mi comentario, los espero en este espacio el próximo martes.