Entre conservadores y neoliberales
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Rafael Morgan Ríos
cp_rafaelmorgan@hotmail.com
Las constantes referencias del Presidente López Obrador a los actos de los gobiernos anteriores tildándolos de “neoliberales” en ciertas ocasiones o de “conservadores“ en otras, según convenga, obliga a analizar la procedencia de unos y otros.
Antes del “neoliberalismo” nació el “liberalismo” que promovió la no injerencia del Estado en la vida social y económica y estableció las bases del sistema parlamentario y de la democracia. Fueron logros de la Revolución Francesa, que se concretaron en la Declaración de los Derechos Humanos, como réplica al estatismo monárquico de la época. Se planteó la libertad de pensamiento y de expresión, libertad de conciencia y de asociación, aunque el resultado final fue la emergencia del imperio napoleónico.
Los abusos en el ejercicio de los derechos humanos y el retroceso del Estado en lo económico, lo social y lo político, provocó a su vez la emergencia del comunismo y del socialismo, con la intención de que el Estado recuperara un principal lugar en la conducción de la economía y de la política, lo que a su vez hizo crisis con el colapso del bloque comunista totalitario de Rusia y sus satélites.
Sin embargo, la experiencia de ambos sistemas llevó a reconocer que el Estado no puede hacerlo todo; que la economía no puede dejarse totalmente en manos de los particulares sin una regulación que los controle, pero que sí es necesario desarrollar una economía con participación social. Un Estado promotor de la economía, con capacidad distributiva del ingreso nacional a través de impuestos y programas sociales y educativos, y una sociedad encargada de la producción y de la creación de empleos, fue la respuesta que se llamó “neoliberalismo”, complicado o tal vez facilitado todo ello con el fenómeno de la globalización.
De nueva cuenta no se han alcanzado los objetivos por lo menos no en México, pues no se ha logrado disminuir la pobreza y la corrupción, tanto pública como privada, indica una falta de aplicación del Estado de Derecho; los derechos humanos se debilitan ante la violencia y el fracaso de los sistemas educativo, de salud y de desarrollo sustentable.
Sin embargo, para probar que no es de tesis y doctrinas complicadas para evaluar cuando alguien es conservador, liberal, socialista o neoliberal, conviene ver dos casos, uno de un conservador neoliberal y otro de un neoliberal conservador.
Maximiliano y Carlota, los llamados “Emperadores de México”, a quienes desde luego se les puede identificar no solo como “conservadores”, sino como “ultraconservadores” pues ambos defendían las monarquías e imperios, una vez en México, para sorpresa de los conservadores mexicanos, tomaron decisiones totalmente liberales: Maximiliano ratificó las Leyes de Reforma; prohibió el trabajo infantil y decretó la educación básica en todo el Imperio; luego estableció por ley la primera oficina para atender los asuntos indígenas y promulgó la Ley de los Trabajadores del campo para proteger la defensa de las tierras de los indígenas.
Aunque decretó al catolicismo como la religión del Imperio, aceptó la tolerancia religiosa con la existencia libre de otras religiones. Fundó el Primer Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia y realizó grandes proyectos arquitectónicos.
Por su parte la Emperatriz Carlota, que también fungía como regente, decretó la jornada laboral con un máximo de horas y abolió los castigos corporales y la desaparición de deudas por herencia; fundó escuelas y academias y decretó la Ley de Instrucción Pública, garantizando la educación primaria, obligatoria y gratuita…
Claro, ambos organizaron cientos de fiestas, reuniones y festejos con la aristocracia mexicana gastando miles de pesos, dejando exhausta la Tesorería Nacional.
Otro personaje, Eugenio Garza Sada, gran empresario de Nuevo León fundador del Tec de Monterrey, que pudiera identificarse como neoliberal, implantó en sus empresas un ideario con puntos “conservadores” para el personal de sus empresas:
- Reconocer el mérito en los demás.
- No alterar la verdad.
- Reconocer el enorme valor del trabajo manual.
- La dedicación al trabajo.
- Analizar, por encima de la inspiración y la intuición.
- Nunca hacer burla de los demás.
- Depurar el vocabulario.
- Pensar en el interés general más que en el propio.
Lo que cuenta es lo que se dice y lo que se hace; si se ve hacia el pasado y se busca el bien propio o de tu grupo, eres conservador. Si buscas el futuro, el bien común, la productividad y la innovación eres más bien liberal o neoliberal.