Encontremos entre todos a Maximiliano
Vivir seguros de que los hijos regresarán

Alejandro Sicairos
06 junio 2024

Necesitamos saber dónde está Javier Maximiliano, el estudiante de preparatoria del cual se desconoce su paradero desde el 21 de mayo, pues de la eficiencia que muestre en encontrarlo la Fiscalía Especializada en Desapariciones Forzadas depende que los sinaloenses sepamos que las instituciones operan para que estemos seguros, no para vivir en la zozobra. Cada vez que nos falta uno, por cada silla vacía en los hogares, la preocupación deja de ser particular o familiar y transmuta al ámbito de la intranquilidad colectiva.

Se trata de una carpeta de investigación más, agregada a la crisis de desapariciones forzadas que echan a perder en Sinaloa los avances que se tienen con la reducción de otros delitos, principalmente en homicidios dolosos. Más que eso, es el miedo a que el expediente se sume a casos irresolutos y la frustrada acción ministerial y judicial expanda la sensación de impunidad como propulsora de sufrimientos inenarrables.

Mientras Maximiliano nos falte qué hogar o qué familia puede ver salir a los hijos sin experimentar el temor de que no regresen. Tampoco habrá alguien que crea que este tipo de desgracias sólo tocan a las puertas de otros, y constituirá blasfemia la interrogación de quién sigue. En la tierra de los once ríos y más de 12 mil desaparecidos corren más lágrimas de las familias de víctimas que agua de los afluentes en situación de sequía.

No debiéramos tener necesidad de buscarlos sino la urgencia de establecer los protocolos de pronta localización con la reacción rápida que haga saber a la delincuencia que todo el aparato gubernamental, la fuerza pública y la población entera se han sumado a la labor de rastrear a los desaparecidos y rescatarlos. La alerta y movilización policiaca y social inmediatas suele inhibir la consumación de la privación de la libertad o bien lograr que el crimen cometa errores que permitan poner a salvo a las víctimas.

En hallar y poner a salvo a este joven está depositada la expectativa de unirnos como sociedad civil en la exigencia de que cesen las desapariciones forzadas que marcan a Sinaloa como ribete bárbaro de México y del mundo por los que desvanecen en manos criminales y nunca se sabe de las víctimas ni de los victimarios. La esperanza de esta vez sí cruzar la garita de la normalización de este tipo de violencia y pisar el territorio de la solidaridad.

A ningún funcionario de gobierno ni fiscalía o corporación policiaca se le puede permitir que deje de preguntarse dónde está el muchacho de 18 años que salió a ensayar con sus compañeros músicos y de pronto parece que se lo tragó la tierra. Igualmente que no haya ciudadano insensibilizado frente a la búsqueda que realiza María Josefina Carrillo Grajeda, la madre de Maximiliano, indagación exhaustiva que haríamos cualquiera en tales circunstancias.

Desde el Gobernador Rubén Rocha Moya, la Fiscal Sara Bruna Quiñónez y el Secretario de Seguridad Pública, Gerardo Mérida Sánchez, como cualquier sinaloense, necesitamos imaginarnos en el calvario de los padres y hermanos y desde ese sentimiento de impotencia transitar a la satisfacción de encontrar a Maximiliano y demás desaparecidos. Hasta que sepamos dónde están y ello le quite el peso que agobia a la conciencia colectiva.

La responsabilidad del Estado es ineludible y la participación social resulta necesaria en la búsqueda de los desaparecidos y esencialmente en el trabajo participativo que escudriñe en la localización de las soluciones. Los desamparos de las autoridades y los abandonos de la ciudadanía aportan a construir la falsa esperanza de que estamos a salvo de ser víctimas de actos de desaparición forzada. Entonces como sociedad seríamos el náufrago que desde la isla desierta conserva la esperanza de que un día el mar se escurra y le permita caminar hacia su casa.

Importa descifrar qué pasó con Javier Maximiliano haciendo uso de las máximas posibilidades disponibles para encontrarlo. Una vez que retorne como fruto de la acción generalizada habría condiciones de revisar y optimizar los esquemas y herramientas de búsqueda sin dar por cierto que los gobiernos federal y estatal, o los mexicanos y sinaloenses, hemos implementado todo lo que debemos hacer para atender a víctimas y familias en el fenómeno de las desapariciones forzadas.

Con uno solo que falte estarán encendidas las alarmas en familias con la fe a medias en cuanto a autoridades y leyes de protección ciudadana. Mientras exista un ser humano sometido al cautiverio criminal, con el sueño de regresar con los suyos, o padres, hijos y hermanos que buscan los rastros que les permitan reencontrarse con los desaparecidos, nadie por ningún motivo debe perder también la esperanza de verlos volver ilesos y seguros.

Guitarras con sus requintos,

Avisen a Maximiliano,

De esfuerzos indistintos,

Por traerlo salvo y sano.

Dados a la estridencia mediática y adictos a que los alumbren los reflectores, Luis Guillermo Benítez Torres y Jesús Estrada Ferreiro, que desertaron del Movimiento Regeneración Nacional y buscaron la cobija del Partido del Trabajo para que los postulara a Diputado local y Senador, en ese orden, desaparecieron de la escena pública sin salir a explicar por qué obtuvieron tan pocos sufragios el 2 de junio que hasta los votos nulos los derrotan. Y que contribuyeron a que el PT esté a punto hasta de perder el registro. ¿Acusarán también a Andrés Manuel López Obrador de haberles asestado el fraude electoral?

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