En malos pasos la Policía de Mazatlán
Abusos policiacos y hechos criminales

Alejandro Sicairos
16 julio 2024

Hay bastantes evidencias, quejas, víctimas y testimonios de la descomposición en que está cayendo un segmento de la Policía de Mazatlán como para implementar sin demoras la operación contundente que redireccione la seguridad a favor de los ciudadanos y que la corporación deje de ser factor de criminalidad y abusos, de lo cual ya tiene bastante la ciudad y puerto por la acción de la delincuencia organizada. Ninguna sociedad cuenta con la energía ni entereza para resistir al mismo tiempo la embestida delincuencial del hampa y de la fuerza pública.

Cómo imaginar a Mazatlán, a lugareños y visitantes, en medio de dos potenciales amenazas y sin que haya quien los proteja. La del delincuente que husmea sin que nadie lo vigile a él, buscando presas de asaltos, extorsiones, secuestros exprés o cobros de piso; la Policía, que una parte de ella realiza operativos iracundos arremetiendo contra inocentes y la otra decide imitar a los malhechores que está obligada a combatir.

La conversación pública que percibe el trabajo de la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal de Mazatlán como un combo policial-delincuencial deriva de hechos y vivencias que vienen en secuencia como notificación de un mal cuya contención a tiempo es, así literalmente, asunto de vida o muerte. Aparte del azoro que produce la realidad mostrada en las redes sociales, están los sucesos no denunciados pero sí dispersados de boca en boca.

En el más reciente suceso de brutalidad policiaca sucedido el domingo en el sector Ramón F. Iturbe, agentes preventivos acuden a los golpes para someter a un joven frente a la mirada atónita de los vecinos, repitiendo igual táctica de primero agredir y luego investigar que utilizaron para detener a dos personas luego de invadir y saquear la Policía un negocio de venta de pollos en Lomas del Ébano, el 9 de julio.

La acumulación de actuaciones simiescas por parte de la Policía Municipal rehabilita viejos tiempos cuando la población pacífica estaba imposibilitada a decidir si debía cuidarse más de los agentes del orden o de los facinerosos. Un agente de vialidad agrediendo a un adulto mayor en el Libramiento Colosio, o la detención violenta de una persona en el Parque Bonfil, avisan de métodos rescatados de un pasado en que los derechos humanos fueron sistemáticamente borrados de la Constitución.

Pero más allá del abuso de la fuerza pública hay situaciones de mayor gravedad. Existen denuncias en el sentido de que al interior de la SSPyTM funciona un segmento delincuencial que clona el modus operandi del crimen. Por ejemplo, en hechos sucedidos a finales de junio, un grupo de mujeres mayores de edad que acudió a visitar a sus familiares de Mazatlán asistió a uno de los restaurantes más concurridos de la Zona Dorada y al salir del establecimiento fueron perseguidas y detenidas por dos camionetas supuestamente de la Policía Municipal.

Las interrogaron y tras revisar la unidad les dijeron que la camioneta en que se transportaban tenía reporte de robo. Se subió un presunto policía armado con ellas a la camioneta y les dice que avancen un poco más adelante “para platicar”. Con estas indicaciones las llevaron aproximadamente unas 6 cuadras de distancia y las hicieron pasar a unas “oficinas”, donde las separan. La conductora se queda afuera con los “policías” y las acompañantes dentro de dicha oficina, retenidas contra su voluntad.

Enseguida procedieron a cobrarle a la dueña del vehículo la cantidad de 80 mil pesos a cambio de “arreglar la situación y dejarlas ir sin problemas”. Como ellas no cedían a la extorsión, los “policías” comenzaron a amenazar y a ser hostiles, por lo que a las víctimas no les quedó otra opción más que cumplir con lo que les pedían. Se pusieron en comunicación con familiares y como pudieron consiguieron el dinero. Los delincuentes las acompañaron a los cajeros de varios bancos hasta que juntaron la cantidad que pedían. Al conseguirlo y tenerlo en sus manos las dejaron libres, mencionándoles que si las volvían a detener podían mencionar que ya estaban protegidas, que ya pagaron. Al dar a conocer la situación a familiares y amigos se enteraron que lo mismo les había ocurrido a más personas conocidas, pero ninguna denunció por miedo.

Frente a estos casos, el Alcalde Édgar González Zataráin ha tomado cartas en el asunto poniendo a disposición del Órgano Interno de Control a los probables responsables, ordenando que la Policía de Mazatlán desactive el equipo de reacción táctica y elimine el uso de indumentaria que les cubre el rostro a los agentes. La apuesta del Presidente Municipal consiste en enviar a elementos a la Universidad de la Policía para formar a los nuevos guardianes del orden que cuiden a los ciudadanos en vez de andar extorsionando, quitándole dinero a la gente, haciendo retenes y persiguiendo a los jóvenes para quitarles las motocicletas.

Sin embargo, las decisiones de fondo no deben esperar. Para lograr que Mazatlán cuente con una nueva Policía se necesita de la depuración profunda; la limpia que extirpe abusos, corrupción y extorsión, y la profesionalización que inculque el compromiso social y el respeto a los derechos humanos.

Ni en el venado monumental,

Encontrarían tanta potencia,

Para sacar la gran purulencia,

De la Policía Municipal.

Es el momento de que Gobierno del Estado, Consejo Estatal de Seguridad Pública, Secretaría de Seguridad Pública y Guardia Nacional unan esfuerzos en torno a Édgar González para que éste efectúe la difícil y peligrosa encomienda del saneamiento de la Policía de Mazatlán sin detrimento de la seguridad personal del Alcalde y la integridad general de los mazatlecos. Los intereses en juego exigen de la acción coordinada, quirúrgica y definitiva que extirpe el tumor maligno y ponga a salvo al resto del tejido social marismeño.

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