En los principios está Dios, en los detalles está el Diablo

18 julio 2020

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Rafael Morgan Ríos

cp_rafaelmorgan@hotmail.com

 

En alguna ocasión, comentando con la C.P. Guadalupe Yan Rubio, Subsecretaria de Control y Auditoría de la Secretaría de la Función Pública, ella insistía en que mucha gente habla sobre “qué hacer”, pero que el problema se manifestaba en “los cómos”, es decir, en los detalles; en la solución de los problemas se puede tener claro qué hacer, pero ya no es tan claro el cómo hacer las cosas para que se alcancen los objetivos buscados; así, la idea de reforestar al país y detener la desertización, se oye muy lógica y muy simple, pero un programa del actual régimen denominado Sembrando Vida, que se había fijado la meta de sembrar 575 millones de árboles y plantas, sólo se alcanzaron a sembrar 80 millones, de los cuales sólo sobrevivieron la mitad, según nota de Reforma del martes 14, ni el Ejército ni Conafor pudieron surtir lo necesario; según Jorge Antonio Torres, de la Universidad de Chapingo, el País nunca ha tenido la capacidad de producir la cantidad de árboles que promete el programa. Además, la siembra se pagó por adelantado a beneficiarios que recibieron 60 mil pesos en el año, consumiéndose un presupuesto de 15 mil millones de pesos en 2019; para 2020 se ejercerán 28 mil 500 millones de pesos en un programa que de acuerdo con la Coneval, no cuenta con mecanismos para determinar el método para la plantación, ni un calendario para la entrega de las plantas según el clima y la región.

En la Secretaría de la Función Pública, durante el régimen del Presidente Calderón, se elaboraron una serie de mecanismos prácticos para el cumplimiento de las funciones y objetivos de la Secretaría, es decir, se atendieron “los cómos” y causó extrañeza que al equipo de transición del régimen de Peña Nieto encabezado por Virgilio Andrade, no les interesara conocer y menos dar seguimiento a algunas de las actividades que se veían exitosas. Ahora se entiende por qué, pues de lo que se trataba era de eliminar una estructura que con todo y sus defectos sí controlaba la corrupción, la ineficiencia y la lenidad en la administración pública federal. Las consecuencias fueron un debilitamiento de una Secretaría que les estorbaba para sus planes de corrupción.

Muchos de los programas y procesos de control y vigilancia se perdieron en el camino o cuando menos se ignoraron, se minimizaron o nunca se aplicaron. Veamos algunos:

La Contabilidad Gubernamental para controlar todos los activos comprados, incluyendo los equipos de oficina y de trabajo que se consideraban un “gasto” y por no inventariarse se perdían. Igualmente para controlar las deudas de corto y largo plazo.

La Simplificación Administrativa que eliminó trámites y normas obsoletas, repetidas y contradictorias.

El Control Interno para simplificar las auditorías y verificar el cumplimiento normativo.

El Presupuesto Basado en Resultados para asignar recursos a los programas eficientes.

La Evaluación del Desempeño para saber qué políticas, programas, instituciones y ejecutivos eran más productivos.

La determinación correcta de los impactos sociales de los programas y obras.

El Servicio Civil de Carrera para conservar al mejor personal administrativo y no eliminar funcionarios indiscriminadamente cada seis años.

La Participación Ciudadana, asegurando se recibieran y atendieran las quejas y las opiniones de los ciudadanos en portales de fácil acceso.

La digitalización de las funciones y archivos de la Administración Pública.

Las auditorías de seguimiento de obras, en lugar de las auditorías “post mortem” o de fin de ejercicio de las obras públicas.

Las compras consolidadas para obtener los mejores precios y condiciones.

El sistema Compranet para registrar todas las obras contratadas y sus avances.

El sistema Declaranet para registrar todas las declaraciones patrimoniales y verificar históricamente el enriquecimiento inexplicable de funcionarios.

Los Testigos Sociales para vigilar las licitaciones y contrataciones de compras y obras.

Los Usuarios Simulados para descubrir corrupción en ventanillas y escritorios públicos.

El programa de búsqueda de personas con ideas innovadoras y de alto desempeño.

La coordinación del sector público con el sector privado, el sector académico y el sector social.

El intercambio de estos programas con los estados y municipios.

Las asociaciones público-privadas y su vigilancia y control.

La transparencia y la rendición de cuentas.

En fin, en este sexenio a nadie interesa aplicar.