En deuda Sinaloa con Héctor Ponce. El hospital virtual del médico bueno

Alejandro Sicairos
22 junio 2020

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alexsicairos@hotmail.com

 

Es común encontrar al doctor Héctor Ponce Ramos en línea desde el amanecer hasta altas horas de la noche en la jornada titánica que libra desde su casa para atender a través de plataformas digitales a enfermos de Covid-19, sin costo alguno. Él es la prueba fehaciente de que el ser humano, el que sea, puede crecer sin límites más allá de su propia circunstancia y miles de pacientes atendidos, un promedio de 150 diarios, dan testimonio de un acto de heroísmo en el que, además, quien lo realiza ni siquiera busca el reconocimiento.

A los comprometidos con el salvamento de la vida ajena, aún a riesgo de exponer la propia, debemos destacarlos como modelos a seguir en la lenta restauración de la civilidad, por encima de los estigmas bárbaros que nos persiguen. Ser indiferentes frente al bien común, y diligentes apólogos del salvajismo que a diario acecha, es lo que nos traído hasta aquí, a la desvalorización.

De entre los ejemplos que deja la pandemia, el del doctor Ponce resalta en la historia que tarde o temprano tendrá que escribirse sobre la etapa terrible que vive Sinaloa, así como la vocación a costa de la vida misma que distinguió a decenas de trabajadores del Sector Salud. No olvidemos, esta vez no, a aquellos que sin los implementos indispensables fueron la última esperanza para personas y familias que de pronto se vieron en medio de la peor crisis sanitaria y lo pusieron todo en manos de los héroes de vestimentas blancas.

Justifiquemos. Neumólogo con más de 30 años de experiencia, ex Secretario de Salud de Sinaloa, consejero de la Organización Mundial de la Salud y fundador de un programa de atención de la medicina especializada a bajo costo, Héctor Ponce Ramos convirtió su domicilio particular en consultorio social y, respaldado por su esposa e hijos, fue para muchos la única luz al final del túnel cuando la propagación del coronavirus se le salió de control al gobierno.

Por si no bastaran tales méritos planteó desde los primeros indicios en Sinaloa del SARS-CoV-2 (severe acute respiratory syndrome coronavirus 2) que la atención temprana es fundamental para salvar las vidas de los infectados. Mientras el sistema hospitalario les daba cabida a los enfermos hasta que estos presentaban avanzados efectos del virus, Ponce Ramos y miembros del equipo del Servicio de Medicina Interna del Hospital General de Culiacán lanzaron el proyecto “Sinaloa, una ventana de oportunidad |Covid-19: aprender las lecciones”.

En síntesis, ahí se planteó con puntual pertinencia que el diagnóstico y tratamiento temprano de todos los pacientes en primer nivel de riesgo evita el agravamiento del padecimiento y disminuye así las hospitalizaciones, el ingreso a Unidad de Cuidados Intensivos, requerimiento de ventilador y finalmente la muerte. ¿Lo aplicaron las autoridades estatales de Salud? ¿Atendieron las indicaciones de este grupo de especialistas?

Las respuestas se desconocen. Lo que sí es tangible y completamente verificable es que Ponce Ramos implementó la atención temprana y abrió su consultorio digital a quien lo necesitara y de ahí derivan otras preguntas que sí tienen respuestas.

¿Cuántos enfermos atendió quitándole presión al sistema federal y estatal de salud pública? ¿Para cuántas familias el médico filantrópico significó la luz de la vida? ¿Al menos están enterados los gobernantes de la inmensa obra oculta tras la humildad propia de los que no pretenden las aureolas?

Hace diez años, Ponce Ramos fue víctima de una venganza política que pretendió acabar con una trayectoria humanitaria y trabajo profesional incuestionables. El destino y los tribunales ya lavaron esa afrenta y paradójicamente aquellos que lo señalaron con índice de fuego habitan en lo más hondo del abismo del descrédito. Pero el Gobierno de Sinaloa, la institución, le debe pedir perdón al ciudadano, al servidor público, al neumólogo y, también, a la familia de éste.

Hoy pareciera ser el momento. Más allá de que la labor humanitaria lo reivindica, sería doble injusticia si el Poder Ejecutivo retrasa el desagravio a quien pasó las pruebas de fuego de la honestidad y el espíritu de servicio. Investiguen, por favor, cuántas vidas salvó Héctor Ponce Ramos en la etapa más dura de la presente emergencia nacional de salud, hazaña que la Organización Mundial de la Salud le reconoce al incluirlo en el grupo internacional de expertos del tema Covid-19.

Va de nuevo, como el mensaje en la botella que es la última oportunidad se supervivencia del náufrago: por los médicos, enfermeras, asistentes y personal en general de los hospitales públicos y privados. Por el doctor Héctor Ponce Ramos. Por todos aquellos que lejos de temerle al Covid-19 antepusieron los derechos de los enfermos como bandera de convicción. Por recuperar la conciencia social como punto de retorno al Sinaloa fraterno y solidario. Por todas las buenas razones que emergen en medio de la actual tragedia colectiva, no a la desmemoria para la abnegación de los ejércitos de blanco.

 

Reverso
Qué mal está la salud,
De aquel pueblo que se olvida,
De quien tiene la virtud,
De tener la mano extendida.

 

Esperanza adulterada
Todos los servidores públicos dicen que tenemos que aprender a vivir con la enfermedad Covid-19. Que ha llegado el momento de reactivarlo todo antes que la crisis en la economía acabe de rematarnos. Que Sinaloa registra más de mil decesos pero que sí podemos seguir adelante. Que el crecimiento de la pandemia perdió aceleración en México aunque las curvas no se aplanen. Que el Presidente deja a cargo de los gobernadores y éstos en manos de los alcaldes decidir cómo transitar por la “nueva normalidad”. Y de todas formas, un escalofrío avisa de que creer en ellos a ciegas es como firmar por adelantado nuestras propias actas de defunción.