Élites de poder y futuro en Sinaloa

Vladimir Ramírez
21 enero 2020

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@vraldapa

 

Este año 2020 será un año político electoral, como lo fue también el 2017 en su condición de antesala de la elección de 2018. Para el caso de Sinaloa durante el presente año la actividad política entre aspirantes y partidos tiene ya, con reglas escritas y no escritas, una presencia que va en aumento delineando los acontecimientos de una elección en la que se elegirá, a excepción de senadores, todos los cargos de representación popular para 2021. Nuevamente los sinaloenses tendrán la oportunidad de elegir a quienes darán rumbo y futuro al desarrollo social y crecimiento económico de la entidad, en un ejercicio democrático electoral que otorga a una población la ocasión de reflexionar y el poder de decidir.

Así transcurrirá este año que inicia entre las elucubraciones de la “comentocracia provincial”, que como pequeños seres dogmáticos que somos, damos rienda suelta a nuestro imaginario racional para formar y explicar escenarios y contrastes de lo que pudiera suceder en la elección por venir. De esta manera hemos actuado por muchos años, hasta que, a veces, la realidad nos sorprende con acontecimientos como la pasada elección presidencial y su consabida historia de resultados inesperados.

Se ha dicho que Sinaloa es distinto y tal vez estén en lo cierto, a pesar de los resultados de la última elección, el comportamiento de los hechos históricos en la entidad, muestra que no se han modificado las relaciones de poder económico y político, por el contrario, en la última parte del llamado periodo neoliberal, esta relación entre poder y economía se ha concentrado aún más en una robustecida élite representada por importantes empresarios y miembros de la clase política sinaloense.

El suceso histórico más relevante del siglo pasado fue sin duda la Revolución Mexicana, que en una ordinaria y empírica revisión de la historia, podemos afirmar que en Sinaloa, la Revolución no modificó las relaciones de poder, que continuaron en manos de una élite muy fecunda y hábil que ha sabido sortear toda clase de sucesos posteriores como las revueltas estudiantiles, intentonas de guerrilla urbana, movimientos campesinos, desobediencias civiles por la democratización de los procesos electorales, incluyendo transiciones y alternancias en los gobiernos nacionales y locales.

Para el proceso electoral que se avecina y ante una nueva realidad política, la astucia y experiencia de las élites del poder en el estado se acomodan, como es de esperarse, para ajustar sus capacidades de decisión y acuerdos que les permita salvaguardar sus visibles intereses y privilegios que brindan el poder económico y político.

La pregunta ante este escenario sería: ¿Es moralmente correcto que las élites económicas y políticas en Sinaloa actúen en función de sus intereses? Para respondernos habría que definir a qué tipo de “intereses” nos referimos. En una definición optimista, en estas élites concebidas como dos reducidos e importantes sectores de nuestra realidad social, recae el rumbo de la economía y la actuación de las instituciones públicas. En este sentido podemos afirmar que son sectores ineludibles y prácticamente indispensables en la actualidad, porque forman parte de las fuerzas que permite o detiene la dinámica el cambio social en todos sus ámbitos.
Otra manera de responder a la pregunta planteada puede ser a través de las reflexiones de los politólogos y economistas Darón Acemoglu y James Robinson, quienes en su investigación titulada “Why Nations Fail”, sostienen que el fracaso de las naciones depende de la actuación extractiva o inclusiva de las élites de poder. En esta tesis se plantea que las instituciones políticas y económicas se clasifican en inclusivas, entendidas como aquellas diseñadas para permitir e incentivar un desarrollo social y económico inclusivo en beneficio de la ciudadanía, y las extractivas como aquellas creadas con el objetivo de extraer rentas y perpetuar el poder de las élites sin considerar el crecimiento y desarrollo de las naciones.
Por tanto, el resultado de una relación ya sea extractiva o inclusiva, dependerá de las relaciones de interés entre las élites de poder y la ciudadanía. ¿Quiénes en Sinaloa representan a las élites extractivas y quiénes pueden considerarse como parte de las élites inclusivas? Una respuesta sobre esta interrogante nos permitiría resolver con elementos de juicio la decisión a tomar en la próxima elección y a la vez dilucidar con mayor claridad el futuro inmediato del estado de Sinaloa. Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.