El valor de la gratitud

Óscar García
28 agosto 2020

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Ayer conversé con un padre angustiado, se quejó amargamente de los “malagradecidos de sus hijos”. Ante el dolor que él experimentaba, un reto: “no engancharte con el sentimiento de la lástima o víctima”.
A la par, una conversación muy fuerte acerca de las creencias de los jóvenes y su supuesta “falta de fe, inmersos en un mundo hedonista donde el placer es el placer, aún en los momentos de mayor sufrimiento.
Hoy es viernes, un viernes lluvioso, la lluvia (que me encanta aún más cuando viene acompañada de viento) me despierta dos horas antes de lo acostumbrado y decido disfrutar. Saco mi dosis de té y mi computadora para escribir mi columna. Después de mi ejercicio de meditación no hay caminata para evitar mojarme - ¡cómo lo disfrutaba en otros tiempos! - pero sí música, cuencos, velas y bendiciones que buscan dar la calma para el cuerpo, el autoconocimiento y aceptación para la mente y producir muchas emociones sanas para el corazón.
Estoy anclado en las dos experiencias del día anterior, quiero salir de mis pensamientos polarizados así que decido leer las tareas que me enviaron los participantes de un maravilloso proyecto del Instituto de Ciencias de la Felicidad en el que tengo la oportunidad de participar ¿y qué creen?, versa sobre una carta de gratitud.
Así es, el ejercicio deriva de un módulo que denominamos “Enfoque en lo Positivo”, donde el participante navega en un viaje interior para reconocer el valor de las emociones positivas en su actividad diaria en todos los dominios. Al terminar la jornada se le invita a escribir una carta dirigida a una persona que ha impactado de forma positiva en su vida. Ese reto no termina ahí, no sólo debe escribirla, debe entregarla –actualmente usamos videollamada– y leerla viendo a su receptor a los ojos, hablando desde el corazón, tal como salieron esas palabras que se transformaron en letras que se plasmaron en un papel. Es ideal escribirla de puño y letra, como se hacían las cartas antes.
Bastó la lectura de tres de estas cartas para que mi mente y corazón encuadraran mis pensamientos de polaridad ante los hechos narrados al principio de la columna. ¡¡Wow y re wow!!, cómo 10 minutos –y se me hacen muchos- son capaces de generar tantas emociones que construyen bienestar y no tenemos que hacer ningún cargo a ninguna tarjeta de crédito. Es aquí donde surge la pregunta poderosa: ¿Hemos generado hábitos sanos, como la gratitud, en nuestros hijos desde pequeños?
Los investigadores del comportamiento humano se decantan por un NO en más de un 78% de las situaciones. Me explico:
1. ¿Cómo va a dar gracias a Dios y a la vida un niño si en casa sólo escucha quejas? Si desde pequeño no existe el hábito en familia de agradecer lo mucho o poco que tenemos, de bendecir alimentos, de valorar lo que hay en la alacena y el refrigerador, de dar las gracias a las manos que prepararon el alimento; sino al contrario, solo hay reclamos tipo estamos comiendo frijoles y queremos langosta. Diría mi madre: Ni disfruté los frijoles -muy sabrosos, por cierto, más con quesito fresco- y no tengo la langosta.
Si el niño desde que nace vive en la cultura de la carencia, enfocado en lo que no tiene más que en lo que sí tiene. Su vida se llena de un resentimiento social que va acumulando hasta que surge el reclamo airado hasta con los padres, que no compraban ni calzones para cumplir los caprichos del pequeño.
2. Además, al hacerlo sentir que es el “único y merecedor de todo” lo formamos en la arrogancia, elevamos su ego de modo superlativo y el egoísmo se convierte en parte de su vida. Y entonces sí, estamos ante un reto de tamaño mundial para cómo hacerlo entender que las fortalezas de la humildad y compasión son el camino en esta vida impermanente, efímera y llena de adversidad en algunos momentos. Y es ahí, en el obstáculo, que los que salen mejor librados son los que tienen virtudes como la fe, la esperanza y la caridad, aplicándola primero en ellos mismos y su capacidad de perdonar.
3. Respondamos: ¿Cómo hemos contribuido a esos comportamientos? Porque si no me siento parte del problema, no seré parte de la solución. Desde esa profunda reflexión, buscar respuestas nos invita a colocarnos desde otra mirada, en la que nos hacemos cargo de cómo hemos contribuido a esos comportamientos. Esa mirada diferente nos permitirá diseñar un plan de acción con mayores probabilidades de éxito.
Hoy más que nunca, la comunicación efectiva en todos los dominios de nuestra vida será una herramienta que nos puede regalar una mayor sensación de bienestar. Te invito a mi programa este domingo 30 de agosto a las 11:30, tiempo de Mazatlán.
Gracias por conectar desde mi página @LicOscarGarciaCoach.