El valor de estar ahí

Óscar García
04 diciembre 2020

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Mi mente y corazón están en una conversación más constante de lo que acostumbro y de una manera muy consciente. ¿Cómo acompañar de la mejor forma esos momentos que a todos nos llegan?
Hace aproximadamente 10 años fue mi primer contacto con el ciclo del duelo desarrollado por la psiquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross en su libro “On death and dying”, escrito en 1969, el cual interpreto como un grito desesperado por la intensa necesidad de mejorar los tratamientos a los seres humanos que están lidiando con una enfermedad terminal.
Indagando más al respecto, encontré investigaciones que fortalecieron mi interés por los hallazgos en esta área, ya no solo para el enfermo, sino para la familia del enfermo; y muy prometedor al ampliar su alcance de enfermedades terminales a otros procesos donde el sentimiento y las emociones son de pérdida, que también generan un duelo.
A lo largo de nuestra existencia las personas tenemos que enfrentar múltiples pérdidas. No todas son igual de significativas ni impactan de la misma forma en nuestra vida cotidiana, pero lo clave e importante es que de toda pérdida, sea con valor real o simbólico, se deriva un proceso de duelo (consciente o no) para quien lo experimenta.
Es importante dejar claro que, al hablar de pérdidas, no sólo me refiero a la muerte de un ser querido, también podemos sufrir por la de una mascota, o por la de objetos con alto valor estimativo por su vínculo emocional. Mi intención al escribir es generar un contexto real del duelo y mi pregunta rectora es: ¿Cuál es el rol del buen acompañante?
Es un hecho que ante el duelo de un ser querido todos buscamos ayudar de la mejor forma que entendemos y creemos, conocedores de que el gran reto es cuando alguien no lo resuelve y siente que no consigue seguir con su vida sin que la pérdida interfiera de manera significativa, observando cómo estas emociones se van intensificando hasta desbordar a la persona desadaptándola, presentando conductas no deseadas.
¿Cómo dar valor a estar ahí? Estos son mis hallazgos:
1. Cada cabeza es un mundo, es decir, la manera como tú vives tus pérdidas no es la misma que la de la persona que estás acompañando. Dicho por mi madre, cada cabeza es un mundo, debemos evitar tanto ser “sabelotodos” como el estar presentes queriendo decidir sobre la situación, casi intentando ser el protagonista de la historia.
Es muy recomendable preguntar ¿cómo estás?, ¿cómo te sientes?, ¿puedo ayudar en algo? No forzar, no ayudar. Muchas veces me ha tocado solo estar ahí, callado, sin opinar, exclusivamente con la profunda intención de que la persona sepa que estoy ahí.
2. Hacemos 20 llamadas o más en la desesperación de hacernos presentes. Es preferible mandar un correo, un mensaje incluso de voz, para que la persona sepa que estamos ahí, pero no saturar. Es respetar al que sufre el duelo.
3. Es vital no hacer juicios o suposiciones. Muchos de ustedes me han escuchado en el programa, en vivo, o por este medio, cuando afirmo que “un supositorio mal puesto duele mucho”. Así pueden doler en los momentos no deseados mensajes llenos de frases como: “Yo sí te quiero mucho”, ¿qué es lo que parece decir?, que hay personas que no. Recordemos que el lenguaje no es inocente.
En resumen, la más sincera y acertada forma de mostrar respeto por el duelo de una persona es la cercanía. Siempre respetando un espacio personal que permita equilibrar las emociones de forma interna, pero con una proximidad que dé a entender que el acompañamiento no es una mera presencia física, sino una solidaridad emocional verdadera. El contacto físico es importante. La calidez personal puede ayudar mucho en estos momentos, para hacerle saber al doliente “el valor de estar ahí”.
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