¿El triunfo del pragmatismo?
Daniel Bell, relevante sociólogo estadounidense, en 1960 escribió la que, quizá, fue su obra más importante: “El fin de la las ideologías”. En ella hablaba del triunfo de la democracia y del Estado de Bienestar sobre los totalitarismos. Implícitamente, Bell establecía que la democracia no era una ideología, a diferencia del comunismo, el fascismo y el nazismo, formaciones ideológicas que él declaraba muertas. Lo más sorprendente, a la luz de la historia más reciente, es que él también veía al Estado de Bienestar, vigente a mediados del Siglo 20 en Estados Unidos y varias sociedades de Europa occidental, como una forma definitiva de Estado y sociedad (de alguna manera Fukuyama retoma esta idea cuando años después escribe su obra “El fin de la historia”). Digo sorprendente, porque a partir de mediados de los 70, primero en Chile, y después en Inglaterra y Estados Unidos, el resto de Europa Occidental, América Latina y gran parte de Asia y África, el Estado de Bienestar y lo que se le pareciera a éste, van a desaparecer a costa del neoliberalismo, aunque no la democracia representativa. La cual, por cierto, los ideólogos del neoliberalismo van a igualar economía de mercado con democracia representativa. Bell nunca se imaginó eso.
Lo cierto es que, de cierta manera, las ideologías políticas, sobre todo en su antagonismo izquierda-derecha, después de la caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento de la Unión Soviética, si bien no se desaparecen sí se debilitan o se reconfiguran y se hacen más relativas. Es cierto que no extinguen las corrientes políticas que siguen defendiendo los conceptos de izquierda y derecha más duros y tradicionales tal y como se conocían antes del Muro de Berlín, pero habrá que decir que, en muchos lugares del mundo, por lo menos en el presente, gran parte de las izquierdas y las derechas se han hecho, como en México, predominantemente pragmáticas. Es decir, relativizan sus preceptos ideológicos ante la imposibilidad de hacerlos triunfar bajo los viejos esquemas o, simplemente, buscan el acomodo, con tal de llegar al poder, impulsando políticas mucho más acotadas y a veces contradictorias en relación a sus doctrinas.
Este nuevo contexto ha permitido, desde luego, innumerables oportunismos y arribismos, pero también ha limado dogmatismos. En este balance se mueven muchos partidos contemporáneos y cada vez más políticos profesionales, tal y como sucede en México.
En el flanco de izquierda, primero el PRD y después Morena, empezaron a albergar un abanico de diferentes expresiones ideológicas y prácticas políticas, aunque necesariamente con la hegemonía de una de ellas, como ahora es el caso de los morenos, donde manda el obradorismo, inspirado en el nacionalismo revolucionario priista, sepultado por los neoliberales en el tricolor. El PAN, por su parte, se deshizo de los creyentes en el bien común y entronizó, a partir de los 80, a los neoliberales, los cuales coincidieron con los salinistas en 1989, que a su vez habían eliminado entre 1987 y 1988 a Cuauhtémoc Cárdenas y Muñoz Ledo, los últimos líderes del nacionalismo revolucionario priista. Estos cambios ideológicos en el PAN y el PRI a partir de entonces les permitieron acercamientos y acuerdos en el plano político, hasta llegar al Frente Amplio. El PRD, ya vacío de ideología y poder, va hacia donde sopla el viento.
Así, pues, lo que vemos en la actualidad, donde los políticos van y vienen de un partido a otro, es un reflejo de crisis ideológicas donde la mayoría de ellos lo único que buscan son cuotas de poder. No obstante, como sucede en Morena, la conducción ideológica y política la tiene el obradorismo, y los militantes que llegan de otros partidos han tenido que someterse camaleónicamente a sus directrices. Algunos de ellos son operadores muy eficaces y con muchos votos y otros no, pero todos buscan acomodo porque sus anteriores naves se están hundiendo. Pocos, muy pocos políticos son consecuentes con los programas de sus partidos de adopción.
Esta postura de Morena ha sido muy criticada en Sinaloa y otras partes por numerosos comentaristas, pero no deja de sorprender que cuando Xóchitl Gálvez dice que está en pláticas con Ebrard y otros morenos para sumarlos a las filas del Frente Amplio, lo ven como algo positivo o, simplemente, se abstienen de criticarlo. Y lo mismo sucede en Sinaloa, cuando Paola Gárate anuncia pláticas de acercamiento con el PAS, abandonado por Morena, y el PAN prácticamente postula a Guillermo Romero como su candidato a Alcalde de Mazatlán, siendo que hasta hace poco era un ferviente ebrardista y buscaba ser candidato de Morena.
A final de cuentas, lo que vemos en el México contemporáneo son crisis ideológicas, crisis identitarias y, por lo tanto, una enorme volatilidad política. Es decir, triunfa el pragmatismo y como parte de él, la eficacia electoral. Sin ésta nadie llega al poder.
Uno: para protestar al interior de la UAS contra el control dictatorial que ahí se ejerce por parte del PAS hay que ser muy valiente. Lo han hecho en Mazatlán varias y varios universitarios, entre ellos César Álvarez y María Guadalupe Núñez Villarreal, y como respuesta los reprimen reteniendo sus salarios. No podemos dejarlos solos ante las arbitrariedades que cometen contra ellos.
Dos. El jueves 12 en Culiacán y el viernes 13 en Mazatlán el periodista Arturo Cano presentará su libro “La Presidenta”, donde, a través de entrevistas y fuentes documentales, da un esbozo biográfico de Claudia Sheinbaum. Están cordialmente invitados para asistir a las 18:00 horas al edificio “Centenario”, en Culiacán, y al Museo de Arte, a la misma hora, en Mazatlán.