El tiempo es la vida
En unos días más se termina el mes de junio, estaremos a la mitad del año 2022. El tiempo vuela, decimos la mayoría de las personas alguna vez en la vida, y es cierto, sobre todo cuando no tenemos conciencia de que el tiempo sucede a cada instante. El novelista francés, Albert Camus decía que era muy probable que existieran dos tiempos, el que observamos y el que nos transforma. Yo creo que tiene mucho de razón. Todos observamos el tiempo, no de la misma manera ni con la acuciosidad que tal vez se requiera, pero sí todos en determinado momento lo notamos y en esa notoriedad la impresión del tiempo adquiere, en su diversidad, el valor que le otorgamos. Para la escritora mexicana, Guadalupe Nettel, el tiempo, junto con el espacio, es uno de los ejes que permiten orientarse a los seres humanos, pero también una gran interrogante. Vivimos en la era de la inmediatez, donde la adicción a la velocidad es la causa de un nuevo oscurantismo.
Todavía recuerdo en mi infancia que en clases de primaria se nos advertía, entre el asombro y la promesa, que para el año 2000, viviríamos un mundo distinto, con grandes transformaciones tecnológicas y científicas, en una sociedad que alcanzaría el progreso y la innovación en sus más amplias expectativas. También por aquellos años veíamos la caricatura norteamericana “Los supersónicos”, una idea positiva del progreso que planteaba un futuro desde una visión optimista de la tecnología y el modo de vida capitalista. Y vaya que se cumplieron muchas de las ideas y aspiraciones planteadas esta caricatura que en septiembre cumplirá 60 años, principalmente en aquello que tenía que ver con los avances tecnológicos, como la telefonía celular, las videollamadas, la comida rápida, los suplementos alimenticios, los robots caseros, el 3D, etc. Una utopía alcanzada, sin embargo, han transcurrido 22 años de promesas cumplidas en este nuevo siglo, pero desafortunadamente al mismo tiempo ha surgido la contraparte distópica.
La vida humana ha cambiado y no todo ha sido con saldo a favor, tanto, que bien podemos preguntarnos si realmente estamos mejor que hace 60 años. Y aquí es donde la afirmación de Camus adquiere valor, porque para resolver esta pregunta, tendríamos que observar el pasado para revisar el presente y responder en qué nos hemos transformado y qué hemos hecho los seres humanos en el tiempo.
Alcanzar sueños y sumar logros en ciencia y tecnología no ha mejorado del todo la convivencia entre nosotros y la naturaleza. Hemos avanzado de manera impresionante en la resolución de una infinidad de problemas y alternativas en nuestra economía y las relaciones de producción, saltos increíbles en materia de comunicación y acceso a la información, se han resuelto antiguos y angustiosos dilemas de salud y misterios de la biogenética, la movilidad en el mundo se ha vuelto más un asunto de acceso y no de posibilidad, entre otros logros de nuestro tiempo.
Pero también han surgido grandes y graves problemas que, en las últimas décadas, nacen y se repiten como si no tuviéramos la capacidad de aprendizaje ante la experiencia y advertencia de los errores y aciertos.
Viejos y nuevos dilemas se suman y aumentan en la actualidad, sin que todos tengamos conciencia de ello, ni la capacidad para dimensionarlos en su justa medida. La humanidad, en su capacidad transformadora, ha generado secuelas y daños colaterales que propiciaron nuevos problemas sociales, permitiendo a su vez que muchos otros permanezcan sin resolverse.
Los temas, por ejemplo, sobre democracia y la eterna disputa entre partidos políticos por alcanzarla, mientras la sabotean contantemente en su cada vez más absurda y simulada forma de intentar democratizar la democracia. Otros antiguos conflictos, como la desigualdad y falta de oportunidades, no logran ir más allá del discurso y los laberintos de las políticas gubernamentales que terminan siempre donde empezaron, como si la planeación de sus objetivos tuviera como meta final no alcanzarlos.
Otros temas surgidos con énfasis en las últimas décadas son los de imaginar un mundo más allá del capitalismo, en el que no se tenga que destruir el planeta; o los relacionados con las ideologías de género y dejar de asumir una conflagración entre nosotros; no excluir en la práctica social a los pueblos indígenas y respetar sus culturas; reflexionar sobre los fenómenos de migración y desplazamiento de pueblos víctimas de la pobreza y violencia; del interminable y gigantesco problema multifactorial del tráfico de drogas y su aletargada legalización universal.
Muchos sueños se han alcanzado a lo largo de la historia, sobre en todo en los últimos 50 años, pero también mucho se pierde por la indolencia social, mientras el tiempo avanza y con él la vida humana.
Para el físico alemán, Albert Einstein, el tiempo no pasa, sólo “es”. Pues para nuestra percepción, el tiempo existe en tres dimensiones que representan el espacio donde sucede: pasado, presente y futuro. Si estamos de acuerdo con estas aseveraciones, bien valdría la pena preguntarnos quiénes somos, hemos sido y seremos como sociedad y qué significado tiene en nuestras vidas y la vida de nuestros seres queridos.
Hasta aquí mis reflexiones, los espero en este espacio hasta el próximo martes 2 de agosto. Que disfruten sus vacaciones.