¿El resultado electoral nos acerca o aleja de instituciones policiales civiles y profesionales?
No tengo dudas, la seguridad puede ser ciudadana donde hay contrapesos formales e informales para someter a revisión y control a las instituciones responsables y, donde no los hay, lo que se impone es la seguridad del propio Estado y de los poderes de facto vinculados.
A mediados de los 90 comencé a visitar instituciones policiales en el mundo (hasta ahora, de cuatro continentes) y la consistencia es abrumadora: donde las políticas de seguridad se someten más a la rendición de cuentas formal (desde múltiples mecanismos a cargo del Estado mismo) e informal (desde la sociedad), es ahí donde es más posible que las personas de a pie sean beneficiarias de la reducción de los riesgos, daños y temores y de la construcción de entornos protectores.
Recurro mucho a este Manual sobre responsabilidad, supervisión e integridad de la Policía precisamente porque propone una plataforma comprehensiva de rendición de cuentas que ancla la función policial a sistemas de autocontrol y a mecanismos diversos de control, vigilancia y acompañamiento de las instituciones policiales.
La crisis crónica de la inmensa mayoría de esas entidades en México es consecuencia directa del debilitamiento sistémico por igual de los sistemas internos y externos de rendición de cuentas. La mecánica de un sistema comprehensivo de rendición de cuentas como el mencionado se soporta en una constelación de contrapesos donde, precisamente gracias al control sobre el desempeño, se activan consecuencias de lo que se hace bien y de lo que se hace mal, asegurando en ambos casos el aprendizaje institucional.
¿Los resultados de la jornada electoral del domingo pasado nos acercan o nos alejan más de la construcción de instituciones policiales civiles y profesionales, como lo ordena la Constitución? La pregunta se actualiza ante el triunfo arrollador de Morena y partidos aliados. Y si la alianza opositora hubiera sido la que arrolla, la pregunta se actualizaría exactamente de la misma manera.
La pertinencia de esta pregunta deriva de que nuestro país no logra aún la reforma democrática del sector de la seguridad, negándose la clase política -salvo excepciones- a hacer lo necesario para construir una identidad especializada y profesional del aparato de seguridad, dotado éste de un margen de autonomía suficiente para protegerlo de la manipulación política y político-electoral.
El premiado libro Votos, drogas y violencia, de Guillermo Trejo y Sandra Ley, puso mucha luz en esa manipulación, imposible de explicarse sin asegurar la debilidad crónica de las instituciones policiales y de procuración de justicia.
Además, mi paso por la función pública me permitió confirmar de manera directa que, cuando hay representantes institucionales de gobiernos de diferentes colores en grupos de trabajo en seguridad, ya sea de gabinete o de terreno, se reducen las oportunidades para las conductas desviadas. Esto lo pude ver por igual en tareas de seguridad ciudadana y de seguridad nacional.
En una reducción esquemática, veo dos caminos: el de la continuidad en la debilidad crónica de los sistemas de rendición de cuentas de las políticas e instituciones de seguridad, en particular de seguridad ciudadana, o el de su fortalecimiento.
Hay quien piensa que concentrar el poder resolvería la crisis de violencias, delincuencia e impunidad. Puede ser exactamente al revés; el triunfo arrollador de Morena y aliados puede debilitar aún más al sector de la seguridad si el alineamiento al poder presidencial supone poner a miles de operadores institucionales bajo una cadena de lealtad y disciplina que dé la espalda a los contrapesos.
Al tiempo.
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@ErnestoLPV
Animal Político @Pajaropolitico