El Réquiem de Mozart
Desde antiguo, se empleó la frase latina “Requiescat in pace” (abreviado RIP), para desear que la persona fallecida descansara en paz.
En los ritos litúrgicos, la misa de despedida del fiel difunto recibió el nombre de Requiem (para resumir el introito: “Requiem aeternam dona eis, Domine et lux perpetua luceat eis”, (Dales el descanso eterno, Señor, y que la luz perpetua los ilumine).
Estas celebraciones comenzaron a realizarse en la Edad Media, a través del canto gregoriano. Posteriormente, se estableció la liturgia de las misas y, finalmente, el réquiem se consideró también en los conciertos.
Hay gran variedad de composiciones de réquiem: Berlioz, Verdi, Lizt, Schumann, Fauré, por citar algunos. Mención especial merece el de Mozart, Réquiem en Re menor K. 626, para orquesta, coro mixto y cuatro solistas.
La historia de la composición del Réquiem de Mozart está envuelta en la leyenda, pues un misterioso mensajero se la ordenó. Se trataba del camarero del conde Franz von Walsegg, quien encargaba obras para hacerlas pasar por suyas.
Mozart, gravemente enfermo, creyó que componía su propio Réquiem y despedida. De hecho, falleció el 5 de diciembre de 1791 y tocó a su discípulo, Franz Xaver Süssmayer, completar la obra utilizando sus anotaciones.
La obra es extraordinaria y recuerda el estremecimiento ante la muerte y el día del juicio, como el “dies irae” (día de la ira) y “el rex tremendae maiestatis” (rey de tremenda majestad), aunado a la dulce melodía del “Lacrimosa”.
La OSSLA presentará gratuitamente este concierto el 2 de diciembre en el auditorio Lince de la UAdeO, y el 3 de diciembre en La Torre Académica de la UAS, ambas funciones a las 8 de la noche. Además, se transmitirán en vivo por Facebook del ISIC y Radio UAdeO.
¿Preparo anticipadamente mi despedida?