El quédate...
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Y mientras que en la Universidad de la Singularidad (Singularity University) asentada en Santa Clara, California, se desarrolla el proyecto Gilgamesh que pretende revertir el envejecimiento del hombre, y por lo tanto, extenderle la vida en buenas condiciones y muy por arriba del centenario, a más tardar el año 2045, un bichito de nombre SARS-CoV-2, vulgo coronavirus, de escasos 140 nanómetros que equivalen a .00014 milímetros, nos mantiene arrinconados contra la pared y en aislamiento, en algunos casos total, para evitar al máximo que se inocule en nuestro organismo.
A la fecha, brillantes virólogos del mundo no encuentran la vacuna o el medicamento adecuado para combatir la enfermedad que produce, es decir, el Covid-19. Este terminajo es el acrónimo de Coronavirus Disease 2019, lo que en español se traduce como enfermedad del coronavirus, y obvio, el 2019 es la referencia del año de explosión.
En todos los países han recomendado el aislamiento de todos nosotros, con la finalidad de atenuar la multiplicación de individuos afectados por el bichito de moda, y por ello, las autoridades nos están machacando el consejo, casi orden, de “quédate en tu casa”.
El quédate en tu casa suena bastante razonable y es la medida ideal para frenar la ola de contagios que se vienen dando en nuestro País, pero como todas las acciones que emprenden nuestros gobiernos, a esta le falta una pata, y por lo tanto no puede ser operada con la eficiencia que la situación emergente requiere.
El quédate en tu casa debió ser acompañado por apoyos económicos reales a la ciudadanía para que cuente con los recursos necesarios que le permitan cubrir sus necesidades básicas, apuntalándolos, por ejemplo, con pagos reducidos del servicio de energía eléctrica, dentro de un rango máximo de consumo.
Y conste que no hablo de las discursivas promesas presidenciales de apoyo, sino de hechos reales, sin la menor pizca de lucro político. El Presidente López Obrador habló de apoyos, pero no dijo cuánto ni cuándo, a pesar de que el programa Quédate en tu casa lleva ya varios días, a lo largo de los cuales, a una gran mayoría de paisanos cuando les dicen que se acabó el gas o los pañales de la criatura, o que lo procuró el arrendador de la casa, sienten que se les va la sangre, y otras partes corporales, a las plantas de los pies.
A pesar de sus años, al igual que sus pares, el Presidente López Obrador se exhibe como un ignorante de la realidad nacional.
El quédate en tu casa también ha implicado el cierre de una gran cantidad de negocios, de tal suerte que la economía se encuentra prácticamente paralizada y los gastos de operación corriendo a la par del cumplimiento de obligaciones laborales, fiscales, de pago de servicios, de cumplimiento a proveedores y de otros tantos egresos que son necesarios para mantener en buen estado las instalaciones de las empresas.
Y al igual que a la clase trabajadora, la orden de cierre llegó sin ninguna promesa real de apoyo y sin fecha cierta para reiniciar actividades, agregado a ello, la petición de que continúen sosteniendo los salarios de la plantilla laboral. ¿Por cuánto tiempo? No se sabe, de lo que sí hay certeza es la negativa de la apertura de apoyos que sirvan de respiradores a la vida del sector productivo.
Como que en el interior del Presidente, y en parte de su equipo de trabajo, continúa vigente la aversión hacia el empresariado; hacia lo que consideran como la rancia burguesía y han visto el momento, como el tiempo exacto para pasarles la factura, aunque en ello se ponga en juego la suerte de todo el País.
Con todos sus asegunes, el sector empresarial es parte importante en la generación de riqueza y fuentes de trabajo; toca al gobierno regular su operación, pero de ninguna, manera conducirlos al fracaso, como ahora sucede.
El quédate en tu casa, sin visión y acciones incluyentes, oportunas, constantes y sonantes, no podrá conseguir su noble fin; el servir de muralla al avance de una enfermedad que llegó para quedarse y que en vía de mientras, cargará con muchas vidas humanas y de paso, el cierre de miles de empresas de todos los tamaños. ¡Buenos días!