El priista feliz
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@DeniseDresserG
Durante muchos años compartí el diagnóstico de López Obrador. México, el país de intereses enquistados, de privilegios atrincherados, de cotos reservados. México, el país profunda y dolorosamente desigual. México, el país con miedo a mirar a sus pobres, a sus indígenas, a quienes viven parados en los camellones vendiendo chicles o mueren de hambre en el campo, sembrando maíz. México, el país de élites extractivas y monopolistas encumbrados. Por ello pensé que empujaría una agenda capaz de combinar el crecimiento con la redistribución, el capitalismo competitivo con el capitalismo democrático, una profunda reforma fiscal con el ingreso básico universal. Voté por él creyendo que se abocaría a establecer condiciones para crear riqueza y repartirla mejor.
Pero veo con tristeza cómo se parece cada vez menos a Franklin Delano Roosevelt y cada vez más a Plutarco Elías Calles. No ha aspirado a ser un izquierdista; ha confirmado que es un priista. Con lo que hace o deja de hacer está reconstruyendo el sistema de presidencialismo metaconstitucional que el PRI inauguró: ese modelo de Ogro Filantrópico en el cual el gobierno controlaba y repartía, dominaba y regalaba. Ese modelo añorado, ahora desempolvado, que sirvió para crecer y redistribuir en el pasado, pero que de poco servirá para desarrollar y reconstruir en el presente.
Porque inhibirá la recuperación y reinserción de México en un mundo competitivo y globalizado. Operará a base de favores, concesiones y colusiones que el gobierno otorga y sus cuates selectos en la clase empresarial exigen para invertir. Concentrará el poder económico y político en una red compacta y personalizada, congregada alrededor de AMLO. Desmantelará las pocas instituciones democráticas que logramos erigir y colonizará a las demás. Promoverá una retórica oficial en favor de los pobres, pero la política pública engrosará sus filas. Vamos de vuelta a un arreglo feudal que hará cada vez más difícil la recuperación nacional.
El Presidente y sus seguidores insisten en ser distintos, cuando se comportan igual. Todo eso que elogian es lo que habría que desmontar. El --modus operandi-- heredado del PRI. El Censo del Bienestar, cuya ausencia de profesionalismo y metodología confirma su carácter clientelar. Instituciones como la Secretaría de la Función Pública cuyos objetivos y acciones han sido pervertidos por razones políticas. La Cámara de Diputados y el Senado llenos de políticos morenistas inescrupulosos, fríos, camaleónicos, al servicio del Presidente y no de la ciudadanía. La República mafiosa todavía construyendo complicidades con licencias y contratos y concesiones y subsidios. En vez de enderezar aquello que el PRI y luego el PAN enchuecaron, Morena lo revive.
Habrá quienes aplaudirán lo logrado en los últimos tiempos, pero lo harán con los ojos cerrados, ignorando la evidencia, y sin mirar al país con la honestidad que la crisis exige. Sin las anteojeras que los mitos mañaneros y los placebos presidenciales han logrado colocar. Estos son tiempos nublados de muertos y contagiados. De recesión e implosión. De pobres crecientes y clases medias encogidas. De un líder aplaudido produciendo resultados que no son aplaudibles.
Sigo creyendo en las causas de la 4T, pero hoy la defensa de sus métodos equivale a una defensa de la mediocridad. Equivale a una apología de la regresión que beneficiará al Presidente y a la élite que lo acompaña, pero perjudicará a muchos más.
Y yo me niego a rendirle pleitesía a un Presidente con ideas muertas que han sido la razón fundacional de nuestro rezago. Me niego a vivir en la dictadura de paradigmas pasados. Me rehúso a romantizar la pobreza que sobrevendrá. Me rehúso a creer que México será mejor si millones aspiran a menos en vez de que millones aspiren a más. Me rehúso a renunciar a una modernización compartida --basada en la ciencia, la tecnología, la cultura, la innovación, las energías renovables, el crecimiento del PIB, los impuestos a la riqueza-- capaz de parir ciudadanos orgullosos de la prosperidad ampliada que lucharemos para hacer realidad. Un México posible al cual tenemos derecho a anhelar. Un México abierto al mundo y a la reinvención que la era post-coronavirus entrañará. Un país de ciudadanos dispuestos a increpar y frenar al priista feliz cuyo objetivo es convencer a los pobres de que acepten, felizmente, seguir sobreviviendo en esa condición.