El PRI en Sinaloa: revivir o sepultar el ayer. Entre ‘chavorrucos’ y ‘democratizadores’
Esta semana el Partido Revolucionario Institucional habrá de decidir en manos de quién se pone en Sinaloa, en la encrucijada de remarcarse el pasado rancio, impositivo y codicioso o bien acudir a la oportunidad de liderazgos jóvenes, socialmente reconocidos y legitimados por los militantes y simpatizantes. Una vez que falló la operación relámpago para designar a Aarón Irízar López como dirigente estatal, el Comité Ejecutivo Nacional que preside Alejandro Moreno Cárdenas tiene sólo dos caminos: el manotazo autoritario o el abrazo reunificador.
La primera alternativa, consistente en la acción autoritaria que desdeñe el adecuado perfil de quien resulte líder, equivaldría a vaciar la poca agua de la reconciliación que hay disponible en medio del desierto político y frente a los esqueletos de la inanición doctrinaria; la segunda poco garantiza la recuperación de lo mucho perdido, aunque sí les extendería a los sinaloenses la mano que pide perdón y ofrece rectificación como guiño para el reencuentro.
Mienten quienes digan que rescatar al PRI significa acudir a la experiencia de los viejos, e igualmente engañan los que postulan la resurrección en automático por el hecho de inyectarle sangre nueva. Esta cuestión de vida y muerte de un partido que muchas veces se ha levantado desde el ataúd en que lo velan, se resuelve únicamente con el reconocimiento de los grandes y graves agravios cometidos y la rehabilitación moral y ética que con exagerada aptitud de enmienda desvanezca las ignominias.
Por lo pronto, tal reivindicación de la decencia y la presencia políticas no parece estar en los planes de Moreno Cárdenas por dos indicios que derrumban tal eventualidad. Uno, la designación de Luis Enrique Benítez Ojeda, con la imagen de presunto acosador de mujeres, como delegado del CEN en Sinaloa y, dos, la maniobra fast track para entronizar a Irízar López a espaldas de la militancia y con el único propósito de que sea el operador local de la intención de “Alito” por presentarse en 2024 como candidato priista a la Presidencia de México.
Benítez Ojeda le ha llevado a la cúpula nacional priista la radiografía de sus ralas bases sinaloenses que quieren que se abra la participación a perfiles nuevos que se la han jugado al lado del partido en esta época mala y denigrante y se resisten a que un tótem reciba todo el incienso cuando el milagro tricolor podría ser posible nada más con alguien que tenga la voz completa, el historial limpio y la voluntad de lucha a prueba de todo. Los cabecillas del PRI en los municipios le acaban de decir no a la imposición y sí a un proceso interno democrático, abierto y legítimo.
Por si fuera necesaria la acotación, el rechazo a Aarón Irízar tiene nada y todo que ver a la vez con la trayectoria que ha corrido en el Revolucionario Institucional a lo largo de su vida. Eso cala bastante en las generaciones emergentes que insisten en reanimar socialmente al PRI, inclusive si en 2018 y 2021 quedaron de estas siglas nomás las cenizas. Son los años del ex Alcalde de Culiacán, Diputado y Senador lo que hacen imposible la misión de presentarlo como reformador y rostro nuevo. Ni transformándolo en la versión estatal del extraño caso de Benjamin Button atraería a los priistas en labor de desbandada.
El fondo de todo esto es que en caso de que Irízar sea metido con calzador al PRI de Sinaloa, en contra de la voluntad de la dispersa militancia, llegaría con desventaja cronológica y estratégica para recuperar lo poco rescatable. Tendría que irse en diciembre próximo al concluir el período que Jesús Valdés Palazuelos dejó acéfalo al renunciar a la presidencia del CDE una semana después de la debacle comicial del 6 de junio de 2021. Pero en ese tiempo estaría obligado a armar el partido que necesita Moreno Cárdenas y desquirinizarlo para atender la obsesión futurista del mismo “Alito”.
En fin, faltan pocas horas para que se resuelve el futuro a muy corto plazo del PRI en Sinaloa. Podría aparecer de un momento a otro la convocatoria para el proceso doméstico incluyente y restaurador de grietas o en el peor de los casos al no haber acuerdo en lo local, el CEN atraería el tema a sus órganos de deliberación y consumaría el “dedazo” a favor de Irízar López. Tampoco se puede descartar la anormal simbiosis de prehistoria y posverdad como el último adefesio creado por los incorregibles.
En otras palabras, el dilema oscila entre dos corrientes: el “dinosaurismo” con disfraz de “chavorrucos” pero de intenciones inevitablemente oxidadas, o los “democratizadores” de la incipiente Quinta Transformación aferrados a la entelequia de lograr lo que la ciencia y la charlatanería jamás han podido: regresarle la vida a un muerto. Resucitar al PRI difunto.
Una de las dos cosas va a ocurrir. El que piense mal podría acertar en el desenlace, no obstante que resucitadores y sepultureros alistan por igual el sudario para presumirlo sea cual sea el resultado.
Algunos lo quieren así,
Como ‘petate’ del muerto;
Y otros al anciano PRI,
Lo disfrazan de puberto.
Mientras el Partido Sinaloense atrapa con atarraya grande las desbandadas que se dan en otras organizaciones políticas, y las alcaldesas de Cosalá, Carla Corrales, y de Rosario, Claudia Valdez, apuntan su cambio de color hacia el guinda del Movimiento Regeneración Nacional, el PRI está concentrado en las reyertas intramuros sin tener siquiera un anzuelo mojarrero para pescar a los que empiezan a voltear hacia aquellas opciones políticas que se perfilan alto en las elecciones de 2024. ¿De plano así de holgazán el PRI que quiere que al brincar los peces caigan por azar en su canasto?