El Presidente predicador

29 octubre 2019

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Roberto Blancarte

roberto.blancarte@milenio.com

 

Al Presidente de la República, evidentemente, le tienen sin cuidado las minorías religiosas. No se da cuenta de lo que significa, para los que no comparten su religión, que un funcionario público se ponga a predicar una determinada fe. Ignora el impacto negativo que puede tener, en términos de acrecentar las desigualdades, el que la gente vea y oiga al Presidente de la República promoviendo una religión.

Habla así del cristianismo, en un mitin con los pueblos indígenas de Sonora, que fueron cristianizados como justificación central del proceso de conquista que él tanto critica y para el que ha pedido que la Iglesia se disculpe. Pueblos indígenas que adoptaron el cristianismo y que practican a su manera, muchas veces sincrética y por lo tanto no necesariamente apegada a la ortodoxia romana o a las diversas corrientes evangélicas.

Sin embargo, él ha decidido convertirse en un nuevo predicador que les anuncia la buena nueva: el cristianismo es humanismo y el humanismo es el amor al prójimo y la justicia social.

Me pregunto, seriamente, ¿qué creerá López Obrador que gana con esta prédica? ¿Que se reconstruya el tejido social y la paz mediante una conversión a una especie de humanismo cristiano?

Es ciertamente un propósito loable, pero completamente desatinado, por varias razones: 1) No es función del Presidente, ni de algún otro funcionario público, predicar a favor de una concepción religiosa. Ni siquiera mostrar, en un ámbito laboral público, cuáles son sus preferencias religiosas. El ultraderechista Secretario de Gobernación de Fox, Carlos Abascal, fue, en su momento, duramente criticado por tener en su oficina imágenes religiosas. Esto es lo mismo; 2) Hay mexicanos judíos, musulmanes, budistas, sijs, hindús, agnósticos, etc. que obviamente ven con desconfianza a un Presidente que predica públicamente a favor de una religión, convirtiéndola de esa manera en una religión oficial o semi-oficial de la república. Naturalmente se sienten discriminados. De la misma manera que se sentirían discriminados los cristianos si tuviéramos un Presidente musulmán que, no contento con serlo, estuviera predicando el Corán en actos públicos y oficiales; 3) La mayor religiosidad de la gente no la hace menos proclive a la violencia o a cometer delitos. Como es del conocimiento general, prácticamente todos los miembros del crimen organizado y de los cárteles son gente muy devota y con profundas convicciones religiosas, como también lo han sido muchos funcionarios corruptos; 4) El Presidente está violando, conscientemente, varios artículos de la Constitución y leyes de la república. Pone así el mal ejemplo. No puede pedir entonces a la población que respete las leyes si él no lo hace; 5) A López Obrador le dura muy poco su humanismo, cuando se pone a atacar a todos los que no están de acuerdo con él. Su lista de insultos, es muy poco cristiana.

Así que en lugar de andar predicando las bondades del humanismo cristiano, debería realmente ponerlo en práctica personalmente y dejar de agredir, dividir y polarizar a la población. Y ponerse a trabajar para lo que fue electo. O renunciar y fundar una Iglesia.