El poder político del narco
Es entendible por qué aproximadamente un tercio de los votantes, quizá un poco más si tomamos en cuenta la media que nos entregan cada mes 20 encuestadoras nacionales, votará en contra de Morena. Entre ellos están varios millones de mexicanos que jamás votarían por una opción que mínimamente huela a izquierda, pero hay otros millones que se han decepcionado profundamente de Morena por la manera en que López Obrador ha conducido al País y ya no le creen nada. El voto de los primeros es fundamentalmente ideológico y el de los segundos es básicamente político.
Para los primeros, la visión ideológica les impide reconocer que un gobierno de izquierda haga algo bueno. Para los segundos, no es el fundamentalismo ideológico el prisma con el que se mide a un gobierno sino los hechos.
El voto ideológico es tan cerrado- por cierto, tanto en las derechas como en las izquierdas- que es casi imposible que mude de criterio. Vean lo que vean, escuchen lo que escuchen, sus creencias no se moverán.
El voto político es más bien pragmático, califica u evalúa según observe los hechos, logros, errores o insuficiencias de los gobiernos y de los candidatos. Pero también sucede muchas veces, sobre todo entre las capas sociales plebeyas, que deciden su voto dependiendo de lo que reciban en términos de beneficios materiales directos y/o inmediatos. En México, y en países similares, millones de votos se entregan a cambio, no de promesas que también es común, o de programas sociales como ahora con Morena, sino de regalitos o dádivas durante las campañas o el mismo día de la elección.
El voto ideológico tiene una esencia tan dura que, con tal de ganarle al contrincante, visto casi siempre como enemigo irreconciliable, no le importa si los suyos cometen pecados, veniales o mortales, y se alían con poderes fácticos. Cuando los rechazos partidarios llegan a los odios es más tolerable la delincuencia organizada, o quien antes fue un rival político, que la ideología y la política de los considerados enemigos.
Esto lo han hecho las derechas y las izquierdas de todo el mundo a lo largo de la historia. En la historia reciente, Morena en 2018 se alió con el PES y con iglesias, como la Luz del Mundo, fieles representantes de valores comúnmente identificados con la derecha; mientras que el PAN lo he hecho con sectores de izquierda en 2000, cuando Fox ganó con el voto útil de votantes de izquierda y ahora cuando PRI, PAN se alían con lo que queda del PRD. Pero estas son paradojas comunes en la política mundial. Lo que sí ya raya en lo incomprensible es cuando partidos y candidatos, del signo que sean, se abrazan con violadores permanentes de la ley e incluso con criminales.
En México se han acusado reiterada y mutuamente todos los partidos políticos de aliarse de diferentes maneras y a diferentes niveles con el crimen organizado desde hace décadas. La acusación más reciente y reiterativa es que López Obrador siendo del PRD recibió financiamiento de grupos de narcos en 2006, y ya como Morena en las elecciones intermedias de 2021 se alió con grupos de narcotraficantes que afectaron al PRI y al PAN.
Esto le ha servido a los tricolores y a los albiazules, que nunca han tenido nexos con la delincuencia organizada (¡gulp!), para hoy señalar con su índice flamígero a los morenos.
Pero lo más interesante es que la lucha electoral de 2024, el PRIANPRDPAS, después de bañarse en la pureza de sus propias declaraciones, gritan en todos los foros, locales, estatales y nacionales, que Morena está pecando nuevamente. Pero, al mismo tiempo en Sinaloa y en otras partes de México, atentos y conocedores de la vida política nacional, nos dicen que, quienes ahora se dan golpes de pecho, hacen exactamente lo mismo.
En 2021, por ejemplo, el PRI acusó al PAS, aliado de Morena en Sinaloa en 2021, de ser artífice en establecer acuerdos con los capos y de operar contra ellos en las campañas y el día de lo jornada electoral, y ahora los morados van de la mano con los tricolores, albiazules y amarillos. ¿Sucede que los morados se purificaron al pasarse con la divina trinidad partidaria al igual que azules y tricolores se purifican cuando se suman a Morena? Ahora, el líder del PAS, vestido de verde, blanco y rojo, está pasando por un intenso y acelerado periodo de expiación porque todas las bendiciones que encontraba en Morena y AMLO hace unas cuantas semanas se convirtieron en cuestión de días en horrendas miasmas. Y lo mismo sucede con Guillermo Romero, candidato tricolor a Alcalde en Mazatlán, antes porrista de Ebrard y AMLO: se está purificando en las aguas benditas del PRI.
Algo más: los más puros, auténticos y férreos defensores de la democracia y la legalidad en México, y Sinaloa en particular, heroicos luchadores contra el odiado tabasqueño, incluyendo algunos de los que marcharon el domingo, callan vergonzosamente ante los abusos y pillerías sin nombre de los militantes del PAS, sus aliados, que mancillan todos los días a la UAS. Claro, es que ellos son los que luchan contra la dictadura, y todo lo que se pueda hacer contra la dictadura está justificado. Faltaba más.
En Guerrero hay 19 grupos delictivos que se disputan palmo a palmo cada municipio del estado. A veces atacan a un partido, a veces a otro. Otras veces ponen a los candidatos. Otras negocian con ellos o los eliminan. No le tienen fidelidad a ninguno, aunque suelen inclinarse por el que está en el poder. Guerrero es el estado, como varios más, donde se comprueba que el narco no le es fiel a ningún color. Lo único que les interesa es tener más poder para que sus negocios prosperen. Y en Guerrero sus negocios son todo. Todo. Incluyendo el Gobierno.
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