El Óscar
de José

Rodolfo Díaz Fonseca
20 marzo 2021

Por motivo de la pandemia, la entrega de los premios Óscar se retrasó del 28 de febrero al 25 de abril de este año. Esta reprogramación permitirá que se amplíe el elenco de películas a participar, pues entrarán en la contienda los filmes que se hayan estrenado hasta el 28 de febrero, en vez de tener como fecha límite el último día de 2020.

En esta glamorosa ceremonia, como sabemos, se reconoce a las mejores películas, directores, actor y actriz, actores de reparto, banda sonora, canción, producción, argumento, coreografía, cortometraje, guión, vestuario, producción, efectos visuales, documentales, dibujos animados, etc.

Sin embargo, el objetivo de esta columna no pretende centrarse en esta temática, sino que la aborda solamente para introducirse en el núcleo o meollo del asunto a tratar, que es la figura de San José, a quien se festejó el día de ayer.

El padre adoptivo de Jesús no buscó nunca el papel protagónico. No abrigó una secreta ambición de brillar o aparentar. Con genuina humildad aceptó desarrollar una labor callada, como un simple actor de reparto.

Sin afán de exhibición, jamás persiguió la vanagloria o aplausos. No se lanzó tras la caza de promociones, privilegios ni homenajes. Colaboró de forma eficaz, responsable y eficiente, pero sin destacar ni buscar el papel central.

Si algo lo caracterizó fue ser el número dos, al contrario de los hijos de Zebedeo, quienes buscaban con envidia y afán de notoriedad sentarse uno a cada lado de Jesús, cual si fueran sus primeros ministros.

Como Jesús, también José amó hasta el extremo y sin exigir ningún tipo de reconocimiento. Por eso, le debemos conceder el mayor premio Óscar que se puede otorgar: el de permanecer en la penumbra y oscuridad, siendo el hombre del silencio.

¿Imito a José?