El nominado al Nobel que se enamoró de Mazatlán

Omar Lizárraga Morales
23 agosto 2020

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Aunque nació en Jalcocotán, Nayarit, en 1905, el personaje al que me refiero vivió parte de su infancia en la ciudad de Mazatlán, Sinaloa; y nunca se olvidó de la “Perla del Pacífico”. Llegó aquí viajando en tren, en un “vagón de tercera”, llegó primero a la Colonia Urías, luego se mudó a la Casa Redonda para habitar, finalmente, una casa por la calle Leandro Valle, en el Centro de la Ciudad. Así describe él mismo su arribo y parte de su vida en el puerto, en las páginas de su libro autobiográfico: “Barrio Boy”.

Cuando él tenía apenas ocho años de edad, su familia emigró a los Estados Unidos a causa de la Revolución Mexicana. Su familia vivió primero en Sacramento, California; y él trabajaba como jornalero en un campo agrícola. Siendo un humilde inmigrante en Estados Unidos se destacó por su desempeño académico, primero en el Occidental College para sus estudios básicos, después en la Universidad de Stanford, donde recibió su Maestría y posteriormente en la Universidad de Columbia donde recibió su nivel de Doctorado en 1944. Su nombre: Ernesto Galarza.
Galarza ganó reconocimiento por su escritura, escribió más de una docena de libros. Su escritura fina y crítica le hizo recibir la nominación al Premio Nobel de Literatura en 1976, siendo el primer latino con tan distinguido mérito.
En Estados Unidos fue también un activista para los trabajadores agrícolas por gran parte de su vida. Estaba preocupado por las malas condiciones en las cuales tenían que vivir los inmigrantes mexicanos, y trabajó arduamente para organizar sindicatos en California. De 1936 a 1947 trabajó para la Pan-American Union en asuntos de educación y trabajo. Su inteligencia y templanza le hizo ganarse el apodo de Man of Fire (hombre de fuego).
Trabajó como profesor en algunas universidades durante su carrera profesional, la educación fue algo muy importante para él. Había tenido éxito con su propia educación, pero se dio cuenta que muchos mexicano-americanos no tenían las mismas oportunidades, así que dedicó también parte de su vida a mejorar las condiciones educativas de los inmigrantes. Ganó también prestigio en la comunidad chicana y la comunidad internacional, y es una figura que ha inspirado a muchos líderes y movimientos sociales.
Ernesto Galarza, hombre de gran estatura moral, no solo caminó los caminos que millones de personas han recorrido después de él en busca de un sueño, sino que también ejemplificó con su vida, cómo un migrante progresa sin olvidar su origen y de qué madera están hechos los buenos mexicanos.
En el frontispicio de su último libro escribió la oración: “Vale más la Revolución que viene”. Aquí, se resume la esencia de su filosofía, esta idea le daba la energía y el coraje para continuar aprendiendo y actuando por medio de la investigación y el activismo social.
Galarza no se refería aquí a una revolución armada, no pensaba en bombas o tanques militares, para él era el conocimiento y la educación lo que traería un cambio en la cultura, un cambio hacia la sensibilidad humana. Así que en esta oración “Revolución” significa un cambio, un avance, un paso más hacia el progreso.
Ernesto Galarza, se volvió un asociado de los trabajadores migrantes en los campos agrícolas, los conocía personalmente, escuchaba sus problemas, y los motivaba como lo hace un amigo. Ese esfuerzo fue la Revolución de Ernesto Galarza.
El “Hombre de fuego” murió un 22 de junio de 1984 en San José California, pero todavía se siente mucho la influencia de su trabajo en las comunidades latinas y obreras en los Estados Unidos.
Tanto que en la ciudad de San José, California; una escuela primaria lleva su nombre, un paseo de arte entre las calles Market y Cuarta en el Centro de la Ciudad conmemora su legado académico y social. También un centro de investigación de la Universidad de Riverside, así como salas de estudio y bibliotecas de diferentes Universidades en California también llevan su nombre.
En Mazatlán, Sinaloa; tierra que lo acobijó durante parte de su infancia, no se le ha reconocido como el personaje ilustre que fue. Un humilde esfuerzo es el que hemos hecho en la Asociación Civil Mazatlán Fraterno A.C. conmemorando su legado con la entrega anual del Premio “Ernesto Galarza” por tres años consecutivos a personas de la región que se distinguen por ayudar y servir a las personas migrantes. Pero qué honor sería para sus familiares que aún viven en Mazatlán, que una calle de la ciudad llevara su nombre.
Es cuanto…..
* *Consejero Consultivo de la CEDH de Sinaloa
*Doctor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Sinaloa