El neoliberalismo en la cultura en México
El sino del escorpión lo impulsó hacia el ensayo Breve historia de nuestro neoliberalismo. Poder y cultura en México (Debate, 2020), donde el crítico y escritor Rafael Lemus recuenta las posiciones adoptadas por los grupos culturales dominantes de las revistas Vuelta-Letras Libres y Nexos, en el desarrollo de las ideas culturales del neoliberalismo. La historia de estos grupos, su cercanía con el poder, sus ideas y propuestas, contratos, desplegados y abajofirmantes, son hoy comidilla en los mentideros culturales.
El inicio del neoliberalismo mexicano en los primeros años ochenta trajo al poder a los egresados del ITAM y posgraduados en Harvard -el adiós a los licenciados y la bienvenida a los doctores, recuerda el alacrán-, años de tecnocracia en los cuales resultaba herético no alinearse con el discurso hegemónico de la globalización, el libre comercio, las privatizaciones, la rectoría de los mercados financieros, la flexibilización laboral y las restricciones al Estado del bienestar.
Fue mal visto entonces no respaldar el correlato cultural de estas políticas, es decir las nuevas narrativas académicas, artísticas y culturales para justificar la razón neoliberal, la alteración de los signos, relatos, imágenes y mitos compartidos, el empeño por construir una nueva idea de México, emblematizada por la exposición internacional más grande y costosa de la historia: “México, esplendor de treinta siglos” (1990), una millonaria operación de rebranding nacional, escribe Lemus.
En la cultura, además de la posmodernidad y el fin de la historia, claves para el neoliberalismo, en México surgió la curiosa categoría de “la transición a la democracia”, definida críticamente por Lemus como un nuevo pacto cupular para preservar a los partidos, la oligarquía, la élite cultural y los poderes fácticos, pero además un redituable negocio, generador de financiamientos para institutos, asociaciones de expertos, conferencias y publicaciones -observa el arácnido-.
El sueño neoliberal de convertirnos en una nación de “primer mundo” se desmoronó pronto, así como la ideología sustentadora de tales concepciones, ante los asesinatos políticos de 1994 (Colosio y Ruiz Massieu) y, sobre todo, ante el emergente movimiento indígena zapatista, encarnación del discurso subalterno (¿decolonial?) enfrentado a la narrativa neoliberal dominante. Después, de 1995 a 2018, los sucesivos gobiernos ya sólo administraron el desastre.
Rafael Lemus (1977), fue el crítico y ensayista literario más brillante de la revista Letras Libres durante la primera década del siglo, pero al terminar 2013 renunció porque, según precisó en carta pública a Enrique Krauze: “...la revista desatiende sistemáticamente (...) la desigualdad, la exclusión, la precariedad económica (...), apenas si hace la crítica de nuestro presente, de las sociedades capitalistas y democracias liberales en que vivimos”. El análisis de la deriva neoliberal de Vuelta, predecesora de Letras Libres, guía la primera parte de su libro, donde aborda las posturas de los integrantes y colaboradores de la revista dirigida por Octavio Paz, de quien revisa también sus pronunciamientos y posiciones, acaso reticentes en principio, pero al final siempre de apoyo a la neoliberalización.
Lemus analiza también las disputas entre Paz y Monsiváis de fines de los años setenta, y entre Vuelta y Nexos a principios de los noventa. La disputa de Monsiváis y el Nobel fue ideológica, destaca Lemus, una confrontación de sus visiones del liberalismo, la izquierda y el socialismo. El encontronazo entre Vuelta (autodefinida liberal) y Nexos (autodefinida socialdemócrata) fue una pugna por el poder cultural, pues tras el encuentro “La experiencia de la libertad”, organizado privadamente por Vuelta, Paz reclamó a las autoridades universitarias y al recién creado Conaculta haber apoyado el “Coloquio de Invierno”, de la revista Nexos. El desacuerdo llevó a la destitución del presidente de Conaculta, Víctor Flores Olea.
Lemus revisita luego el Zapatismo como oposición al neoliberalismo globalizador y más adelante puntualiza “Las herencias políticas de Carlos Monsiváis”. Así llega al presente, cuando tras la prolongada noche del neoliberalismo se vislumbran sus escombros: millones de pobres, demolición de instituciones y comunidades, territorios, formas organizativas y productivas; miles de muertos y desaparecidos por la necropolítica y la guerra de legitimación de Calderón. En suma, una salvaje transformación del Estado, el pacto social y la economía.
El libro finaliza en la encrucijada de hoy: ¿Es el Gobierno actual el anuncio de un alba posneoliberal a pesar de operar dentro del propio neoliberalismo? ¿O acaso es sólo una anomalía pasajera en el inalterable orden neoliberal? ¿Podrá construirse una nueva narrativa cultural hegemónica, un nuevo relato simbólico, o cuando despertemos el neoliberalismo todavía estará allí?