El mundanal ruido

Rodolfo Díaz Fonseca
06 diciembre 2020

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Es conocida la oda de Fray Luis de León, que dice: “¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!”

Jorge Guillermo Cano Tisnado tituló a su cuarta obra literaria “El mundanal ruido”, pero no tiene nada en común con la espiritualidad del monje agustino, ya que la narración no pretende alejarse de lo terrenal y adentrarse en la mística, sino que se refiere al ruido generado en el alma cuando no logra descifrar los caprichosos bandazos del destino.

La trama hunde sus raíces en el profundo barro del existencialismo, pues afirma que “no hay historia más atractiva que la de la miseria humana... y en este enredo basta con creer, suponer, imaginar y hacer de la ocurrencia la dinámica existencial... rebotando en lo insondable... porque la vida es una repetición, lo que llaman “neurosis del destino”, al que se puede culpar de todo y así resultamos inocentes de cuantas barbaridades hagamos”.

El escenario en el que se desarrolla la historia es básicamente Roma, con algunas escaladas en Venecia y otras ciudades de Italia. Los protagonistas: Lucio, Octavia, Aníbal, Aurelio y Marco se convierten en interlocutores que comparten locaciones, vivencias y reflexiones huecas, porque enhebran soliloquios que reverberan en el eco de sí mismos, pues en la soledad creían encontrar, por instantes siquiera, una sensación de equilibrio.

Es un mundo en el que se vive de hipocresía, apariencias y simulación, y en el que se busca asentimiento y comprensión. Es normal arribar “al punto de la cordura en el umbral de la desesperación... Pero es peor aceptar la sabiduría fingida, falsa, lo que es más común de lo que se cree”.

¿Me atrapa el mundanal ruido?