El laberinto del destape priista en Sinaloa

Daniel Ramírez León
24 enero 2021

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ramirezleond@hotmail.com

Con la designación de Mario Zamora como precandidato del PRI al gobierno de Sinaloa, se cierra un ciclo de largos meses de especulación, en torno a quién habría de ser el abanderado de la alianza “Va por Sinaloa”, integrada por un reducido PAN y lo que queda del PRD.
La actividad política es un vibrante oficio. Arte, si se consideran las formas que habrán de emplearse para conseguir fines determinados. Una candidatura presidencial o a la gubernatura, por ejemplo. Y es que fueron por lo menos dieciséis los aspirantes. Amplia baraja de nombres, hombres y mujeres de larga trayectoria pública a los que el tiempo y el poder político y económico, fueron descartando uno a uno, una a una.
Bajo esa lógica, conforme la fecha decisiva se acercaba, la lista se hacía más pequeña y los integrantes del círculo íntimo del Gobernador Quirino Ordaz, se decían contrariados. Sólo por ese hecho, hasta los más agudos e informados analistas, elogiaban la secrecía del Mandatario. “No da pistas del tapado”, “esconde muy bien la bola”, “aprendió de su propia elección”, escribían.
Ignoro si el Gobernador alguna vez revisó por mera curiosidad “La sucesión presidencial (1975) de don Daniel Cossío Villegas, o “La herencia. Arqueología de la sucesión presidencial en México” (1999), de Jorge G. Castañeda, lo cierto es que, a juzgar por los hechos, Quirino fue un jugador más. De peso, sí, pero uno más. Ni tapó, ni escondió la bola. No pudo, porque de su elección seguramente aprendió que son múltiples y circunstanciales los jugadores en el coyuntural terreno de juego.
Más aún cuando se concretó la alianza PRI-PAN-PRD, y le añadió elementos que modificaron las reglas del juego, con la consecuente definición que terminó favoreciendo a Mario Zamora, el Senador del PRI, derrotado abrumadoramente en la elección de 2018, por Rubén Rocha Moya, candidato de Morena, y hoy precandidato al gobierno estatal, con quien se medirá nuevamente en las urnas el 6 de junio de este año.
La designación del Senador Zamora como candidato a la gubernatura por la alianza “Va por Sinaloa” (PRI-PAN-PRD), no es la opción deseada del Gobernador Quirino, quien albergó interés, en un primer momento por su esposa, Rosy Fuentes, y más tarde por Juan Alfonso Mejía y Javier Lizárraga; ni tampoco de las bases priistas y la dirigencia estatal del PAN, quienes veían en Jesús Valdés, aun con sus numerosos negativos, una opción competitiva electoralmente; el ungimiento de Mario Zamora obedece a la articulación de un proyecto político centralista, ajeno a Sinaloa, comandado por los hombres del dinero, que buscan recuperar, a como dé lugar, el poder político que en 2018 les fue arrebatado por treinta millones de electores.
Quizá por ello, durante su registro como precandidato a la gubernatura de Sinaloa, a Mario Zamora lo acompañaron las ausencias políticas y un desordenado evento, donde lo más notorio fueron los halagos hacia su rival.
Ningún exgobernador estuvo presente. Ningún cuadro político de peso. Ninguno de los aspirantes más visibles a cargos de elección popular, quienes aún amagan con decantarse por otras opciones políticas. Tal vez por ello, contrariado, Mario Zamora prefirió hablar de sus sueños infantiles: convertirse alguna vez, en candidato a la gubernatura.