El jardín de las delicias
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@rodolfodiazf
Desde el inicio de los tiempos, según el relato bíblico de la creación del ser humano, el hombre vive en la añoranza de aquel jardín ideal del que fue expulsado. Por consiguiente, busca a toda costa construir otro jardín muy material y terrenal fundamentado en el consumismo y la diversión, como señaló Pascal Bruckner en su libro La tentación de la inocencia.
El consumismo, indicó Bruckner, podría identificarse como la meta que vislumbra el ser humano en el horizonte; es decir, se convierte en su tierra prometida. ¡Qué importa que el trabajo y esfuerzo que realiza sea duro, lo importante es que obtendrá la capacidad de poseer y consumir una vez atravesado el sofocante desierto competitivo!
“Entre usted en un supermercado, en un híper, recorra las calles comerciales de una ciudad: de inmediato se da usted cuenta de que ha penetrado en el Jardín de las Delicias, en el paraíso terrenal. Todos los sueños acariciados antaño por los hombres están reunidos aquí... Lo que sorprende, lo que subyuga, es esa intimidad inmediata con el lujo desde los primeros pasos. Se huele aquí un aroma a tierra prometida donde la miel y la leche fluyen en abundancia, donde la humanidad por fin se redime de sus necesidades”.
La diversión es el otro elemento fundamental que subyuga en este jardín de las delicias. A través de la diversión (que desvía la atención, pues no consigue la auténtica alegría, como afirmó el otro Pascal) el ser humano se aturde y embriaga sus sentidos.
“En esas catedrales de la vida alegre el ser humano se libra de la pesadilla de la historia (y de su propia historia), olvida las tempestades del exterior y recupera una simplicidad imprescindible”, indicó Bruckner.
¿Me atrapan ciegamente la diversión y el consumismo?