El honor
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Resulta cuando menos redundante e ingrato enfocar la globalizada desgracia en la que está inmerso nuestro País, pero el tema del Covid-19 corresponde actualmente a esa realidad que irrumpió en forma insospechada y está abatiendo al mundo al tiempo que amenaza con prolongar indefinidamente su permanencia en países como México, donde la curva de la ruta crítica de ese letal padecimiento no refleja tendencias de aplanamiento.
La carga preocupante que el tema proyecta crece a medida que la pandemia prolonga la paralización de la economía nacional y se intensifica la presencia de ominosas complicaciones sociales cuya manifestación advierte graves desatenciones a las medidas sanitarias que dicta el protocolo de la acción antiviral, lo cual contravendrá los encomiables esfuerzos médicos por domar al Covid-19 y restablecer la salud de los mexicanos.
La presión que late en las demandas de los afectados por el obligado cierre de fuentes de trabajo motivó a un golpe de timón por parte de las autoridades de la Cuarta Transformación; un imprevisto cambio mediante el cual, con la intención de abrir acceso a la reactivación económica, se levantaron restricciones de protección sanitaria pese a que hasta el final de la semana anterior el semáforo crítico encuadraba al País en el color rojo de la emergencia.
Esta inesperada medida dispuesta casi por decreto, que no con base en fundamentos científicos, revela el propósito de permitir la reactivación del creciente sector severamente castigado por el desempleo que configura uno de los cuatro apocalípticos jinetes de la actual pandemia, tales son: el contagio, la muerte, el ya mencionado desempleo, y el desastre económico.
No se puede culpar al Gobierno por combatir a alguno de esos desastrosos embates, y sin embargo esa atingencia a favor del aspecto económico podría revertirse en perjuicio del aspecto sanitario a menos que se atiendan rigurosamente los protocolos de protección contra el Covid 19, lo cual entraña un reto para las autoridades de Salud, aunque de ahora en adelante la respuesta definitiva estriba en el comportamiento de la sociedad.
Los sinaloenses, como todos los mexicanos, tendrán que cobrar conciencia sobre su responsabilidad social para enfrentar el arribo evidentemente prematuro y aventurado de la llamada nueva normalidad que ahora abre dos grandes retos para recuperar la salud y la estabilidad. En la medida en que se atiendan las acciones protocolarias contra la pandemia se estará protegiendo la propia vida, la de los seres queridos, y la de la sociedad en su conjunto, para evitar así que la nueva normalidad derive hacia una nueva mortalidad.
A las autoridades sanitarias les corresponde ejercer un cambio de estrategia que acoja las experiencias que en otros países han reportado determinantes logros contra el Covid 19. ¿Cómo fue que después de superar avasallantes embates del mal, ahora lo mantienen domado? Esta pregunta aplicaría, por ejemplo, en relación con España, aunque en un ámbito mucho más próximo se da el caso de Tijuana donde la curva de la pandemia alcanzó niveles críticos y actualmente registra un notable abatimiento.
Y después del errático registro informativo que esas mismas autoridades de Salud han presentado en el transcurso de la creciente embestida viral, tal vez resulta mucho pedir un cambio de sistema que tienda a reducir el caótico grado de incertidumbre en el ánimo de una población que se debate en la más profunda desorientación por cuanto al presente y futuro de la Nación.
Sin embargo, no todo es negativo en este sombrío panorama nacional, y así lo corrobora el hecho de que los mismos avatares de la pandemia han generado estrategias operantes como la que aplica el sector educativo en todos sus niveles. Aunque vale afirmar que la manifestación positiva con rango de paradigma corresponde al personal médico, paramédico y ambulatorio que diariamente expone la vida y está llegando al sacrificio en aras del cumplimiento de una misión que es timbre del más grande honor.