El gran negocio de la desinformación

Jesús Rojas Rivera
30 agosto 2024

La publicación de notas sin confirmar es una conducta recurrente en la nueva cultura editorial de los medios de comunicación. Ayer por la tarde, Culiacán vivió momentos de tensión y caos por los hechos violentos suscitados en el norte del municipio. El Secretario de Seguridad Pública, General Gerardo Mérida, dijo puntual que no se trataba de un nuevo culiacanazo, que los hechos violentos que derivaron en la quema de algunos vehículos fueron por un enfrentamiento entre civiles armados y elementos castrenses en las inmediaciones de poblados fuera de la zona urbana de la capital sinaloense.

Mientras tanto el caos se apoderaba de la ciudad, poco después de las 4:00 de la tarde el transporte público en Culiacán dejó de brindar servicio provocando que miles de usuarios quedaran sin movilidad. La Universidad Autónoma de Sinaloa y otros centros educativos privados, sin consultar a las fuentes oficiales, decidieron suspender las clases ante el rumor de un “nuevo culiacanazo”.

De 4 a 5 de la tarde los restaurantes fueron quedando vacíos, tiendas de conveniencia recibieron clientes que apresurados hacían compras de pánico y el caos vial provocó la saturación de las arterias principales, así como varios percances viales producto de la histeria que se apoderó de la ciudad.

Medios nacionales comenzaron a compartir de manera “extraoficial”, el rumor de la detención de uno de los capos más buscados en Sinaloa. MVS, la revista Proceso, Infobae, Quadratín, Tribuna, el Siglo de Torreón, TV Azteca México, SDP noticias, Revista MX, Zócalo, El Diario de México daban cuenta de lo que, según ellos, había desatado una nueva ola violenta en Culiacán, incluso algunos llegaron a decir que era el “tercer culiacanazo” o “el nuevo jueves negro”.

No es simple especulación, cada nota cierta o falaz, genera decenas de miles y en algunas ocasiones millones de vistas a los portales y canales de distribución, todas estas vistas se monetizan, así que: mentir, exagerar, suponer y desinformar, es un lucrativo negocio que genera millones de dólares en ganancias.

Desde hace más de un mes, diversos medios han estado muy atentos respecto a la vida pública del estado de Sinaloa, algunos, han dado puntual seguimiento a los temas de seguridad que son de un amplio interés en México y el mundo. Distinguidos periodistas de nuestro estado han compartido con profesionalismo, veracidad y ética lo que sucede, así sin más, como los manuales del periodismo dictan.

Otros, por el contrario, han encontrado un nicho de mercado en el sensacionalismo, el escándalo y la especulación. Sin fuentes claras, con declaraciones tergiversadas y sin el mínimo de ética periodística que requieren temas tan importantes como los que nos ocupan, se aventuran a dar opiniones exageradas, verosimilitudes grotescas y en algunos casos acusaciones que, en otros tiempos, ni el más pícaro de los jefes editoriales soportaría en la revista más amarillista.

Pero en la era de la desinformación de eso se trata, para generar audiencias y provocar tendencias se deben buscar declaraciones escandalosas, encabezados de notas que provoquen alarma y la sensación de crisis. Entre más se escandalice, entre más provoque sensaciones de incertidumbre y desconfianza, más viral se volverá y por ende, más dinero se cobrará en regalías.

Desde hace semanas, los sensacionalistas han querido poner a Culiacán y a Sinaloa como un polvorín a punto de estallar, se frotan las manos y adelantan conjeturas para ver a nuestra ciudad arder, anhelan el olor a pólvora y piden entre dientes que la violencia se desate. A ellos no les importa nuestra estabilidad social, nuestros deseos de paz, las dinámicas económicas que se mantienen cuando el entorno de seguridad es positivo. Ellos quieren hacer dinero con nuestra desgracia, quieren ver los rostros de sufrimiento de nuestra gente, quieren que nuestros hijos no salgan a jugar a las calles y que Sinaloa sea la materialización de todas nuestras pesadillas. Ojalá que estos buitres y mercaderes de la desinformación se queden con las ganas. Luego le seguimos...

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