El fascinante Nuevo Acuario de Mazatlán. Antes hubo allí ‘tiburones’ de corrupción

Alejandro Sicairos
13 marzo 2023

Podrían los mazatlecos y los turistas verlo como memorial dedicado al colapso del tiburonario que ocurrió el 1 de febrero de 2017, evaporándose como el agua 80 millones de pesos, pero no, porque el nuevo Acuario de Mazatlán debe ser admirado en todo su esplendor al concretar la más grande apuesta a la diversificación de atractivos para visitantes nacionales e internacionales. Dejémoslo mejor como ejemplo de la magnificencia que puede emerger en el mismo sitio donde se consumó un gran fraude, además impune.

Aunque aquello que resplandece ha de ser contrastado con las penumbras en las que surge, para fines de justipreciación. Imaginemos la valoración amnésica que desconoce las ruinas desde las cuales el Acuario de Mazatlán escribe la nueva historia. O, mejor dicho, las aguas cristalinas y sanas en las cuales los peces nadarán a placer, distintas a las turbias y malsanas que los tiburones padecieron en su corta estadía a la vista del público.

Dedicado al Mar de Cortés y con peceras que requerirán de 5 millones de litros de agua, quizás lo más relevante es que este esfuerzo que encabeza el empresario hotelero Ernesto Coppel Kelly le da forma al Centro de Investigación de Vida Marina y la Fundación correspondiente para fortalecer la indagación, educación y divulgación de conocimientos en temas como resiliencia y cambio climático, salud de los océanos, economía azul y bienestar animal.

Se trata de un edificio de tres niveles incrustado en el Mazatlán Central Park, que albergará 19 salas de exhibición y cuatro patios interiores, así como un lago con 200 millones de litros de agua; la pecera oceánica dispondrá de 2.5 millones de agua y la vitrina de acrílico será de 6 metros de alto por 12 de frente, a la vez que el escaparate de corales será de 7 metros de diámetro y 5 de altura.

Algo portentoso que, sin embargo, será también un monumento a lo que se puede hacer bien a diferencia de lo que hacen mal los políticos. Lo que acaba, pues cerrará este mes sus operaciones, es el obelisco a la tontería que le ordenó a buzos cincelar la gran pecera del tiburonario y ellos causó el derrumbe a 37 días de ser inaugurado; lo que nace y será abierto a finales de abril es el Acuario de clase mundial, el más grande de Latinoamérica, sobre 50 mil metros cuadrados y la inversión de 70 millones de dólares.

De cualquier manera, un hecho de enorme pertinencia para la industria sin chimeneas hará que los mazatlecos rememoren con cierto dejo de coraje el otro suceso de evidente corrupción. Nótese que de las empresas “patito” contratadas en los tres gobiernos municipales que tuvieron que ver con el tiburonario, el priista Jorge Abel López Sánchez y los panistas Alejandro Higuera y Carlos Felton, lo nodal de la obra del nuevo Acuario está a cargo de expertos de otros países: MAT, de Turquía, para los sistemas de soporte de vida; Nippura, de Japón, en fabricación e instalación de los acrílicos; Plabesa, de Portugal, en lo que corresponde a cristales templados y aluminio; y CITELUM, de Francia, para los sistemas de aire acondicionado e iluminación.

Otra arista a analizar es que el boom que registra la industria del hospedaje en Mazatlán necesita del soporte de la diversión y entretenimiento al nivel que lo ofertan los grandes centros turísticos del mundo. La construcción de hoteles por parte de emporios de la hospitalidad y vivienda departamental con enfoque al mismo negocio tienen horizontes inestimables solo si el destino sinaloense de playa es capaz de crear e innovar en pasatiempos.

Todo esto ocurrirá en sentido contrario a la permisibilidad de la ley que deja hacer, deja pasar, grandes fraudes que vendieron el espejito de la modernización mazatleca y acabaron siendo vidrios empañados que cortaron grandes oportunidades a la rama económica que mejor se le da a la Perla del Pacífico. ¿Dónde quedó la justicia que era fundamental para que políticos, contratistas, funcionarios de obras públicas, directivos del Acuario y proveedores de los acrílicos al menos resarcieran los daños?

Coppel Kelly ha marcado una tendencia que en los próximos años hablará por sus resultados. Bitácora que, sin proponérselo, también cambiará la narrativa de tiburonarios derrumbados, luminarias del alumbrado público opacas y adquiridas mediante transas, deficiente sistema de agua potable que más allá de la zona turística exhibe el rostro demacrado de Mazatlán, Alcalde depuesto por conducir el puerto con decisiones autoritarias, y rehabilitaciones del malecón planeadas en las rodillas que requieren adecuaciones constantes y demuelen lo ya construido.

Ojalá que a los visitantes del nuevo Acuario de Mazatlán los fascine la maravillosa vida marina sintetizada en un espacio cuya pretensión no es solo la contemplación sino esencialmente la comprensión de la naturaleza exuberante de los mares. Y que los lugareños y turistas no se dejen distraer por los fantasmas de aquellos tiburones a los cuales se le prometió la vida digna fuera de su hábitat, entelequia que se derrumbó con los marrazos de la corrupción.

Discúlpenme las emociones,

Si al gozar el nuevo Acuario,

Me asaltan las corrupciones,

De antes, con el tiburonario.

Al margen de manejos políticos o tirrias que se fraguan en las instituciones de cultura, sería acertado implementar como tractor de la atención turística el proyecto que impulsa el etnólogo Joel Isaías Barraza Verduzco para que se practique en Mazatlán el juego ancestral de ulama, planteamiento al que le dio cabida el Cabildo municipal en su reciente sesión número 32. El rescate de este deporte practicado desde antes de la conquista española atrae la atención de empresarios hoteleros europeos para llevarlo a aquellos países, pero teniéndolo aquí, siendo nuestro, por qué no retomarlo para fortalecer las raíces de Sinaloa e impresionar al turismo.